La gran crisis del aceite de oliva español: cada vez se produce más, pero habría que cerrar más de 300 almazaras ineficientes

Un informe señala hasta en medio millar las almazaras peninsulares que deberían desaparecer, cerrar o integrarse en la próxima década en pos de la competitividad

Olivar Eficiente Espana
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Pocos sectores hay, aunque parezcan tan a priori evidentes, como el del olivar español. Si en alguna industria agrícola se puede hacer la comparativa de que nunca llueve a gusto de todos, imposible que cobre más fuerza que en el aceite de oliva.

Convertido en piedra de toque de la gran distribución y en un potente motor económico de la economía rural, especialmente en Andalucía, comprobar cómo el sector del olivar tiene que hacer buena la frase de 'renovarse o morir' es fundamental.

Tanto como para que un estudio avale que el sector necesita una profunda remodelación. Al menos, si pretende que en la próxima década no se cierren más de 500 almazaras en España y Portugal.

Todo, según el informe, en búsqueda de una mayor eficiencia que haga más rentables los modelos productivos y que suponga no estar acogotados por la volatilidad de un sector en el que los años muy productivos tiran los precios, mientras que los años malos en términos de producción sacan del mercado a muchos consumidores.

En la península ibérica se molturan, de media, 7,4 millones de toneladas de aceituna, distribuidas en 2.219 almazaras, pero hablamos de una media. El sector, como es evidente, se enfrenta a sus propias limitaciones y, comparando la década, vemos que hay años que se han llegado a molturar 10,2 millones, mientras que en otros, la cifra se quedó en 4,2 millones de toneladas.

El fantasma de la concentración empresarial

Volvamos a jugar con la trampa estadística de las medias. En la península ibérica se molturan, de media, tres millones de kilos de aceitunas por almazara, pero la realidad, por ejemplo en Portugal, es que ocho almazaras procesan el 46% de la aceituna portuguesa. En España, por seguir la comparación, hay almazaras que procesan hasta 60 veces la media, es decir, una sola almazara es capaz de molturar la misma cantidad que 60 almazaras juntas.

Sin embargo, las almazaras de la península no son iguales en términos jurídicos. De las 2.219 citadas, 1.047 son sociedades de economía social (cooperativas), mientras que 1.172 son industriales. De este total, las primeras molturan el 40% de la producción, mientras que las segundas se encargan del 60% restante.

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Pero, donde topamos con el problema es con la eficiencia de algunas almazaras. El drama del sector es que, en función de la productividad del olivar, los costes de molturación pueden aumentar hasta en 70 céntimos por kilo de aceite entre una campaña y otra.

Un coste que amenaza la rentabilidad de algunas almazaras, que no pueden depender de ser tan veceras, facturando bien un año y facturando mal o regular al siguiente. Sobre todo, porque el sector depende de un factor no controlable: la producción del campo.

En este sentido, la forma de que muchas almazaras sean eficientes con regularidad es incrementar el volumen de producción, pero ¿cómo se va a molturar más aceituna si no existe?

Esto deriva en que en campañas cortas –donde se trabaje poco tiempo– y de corto volumen –donde se produce poco–, se genere una escasez de aceituna que lastra especialmente a las almazaras menos eficientes que dependen, sobre todo, de que el precio de la aceituna sea asumible para que sus cuentas salgan.

Una eficiencia asociada al campo

Entre medias, también empieza a cobrar fuerza el paradigma de las nuevas producciones en intensivo y súperintensivo, además de la implementación de técnicas que aumentasen la productividad del olivar, pero ¿a qué precio y para qué tipo de olivares?

El resultado es la pérdida de competitividad de algunas almazaras. ¿Cuántas? Pues el peaje, según el informe, son unas 500 almazaras. 137 portuguesas y 363 españolas que, deberían desaparecer, cerrar o integrarse para ser más eficientes y eficaces.

Es decir, seguir un patrón de concentración empresarial que permita molturar más y estar menos sometidos a los cambios de precio de la aceituna y que, a la postre, suponga que sus rendimientos se vean menos condicionados por la volatilidad del precio en campo.

¿La contrapartida? Que muchas almazaras en España, especialmente en Andalucía, tienen ese carácter de cooperativa que vertebra la economía social y agraria de numerosos pueblos donde poner, como se diría, el cascabel al gato, sería complicado.

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Más aún cuando se comprueba, como hemos contado en muchas ocasiones en DAP, que el sector del aceite de oliva español se enfrenta a un esquema de cuello de botella con muchos productores, muchas almazaras, pero pocos envasadores y, sobre todo, muy pocos distribuidores que han acabado haciendo un efecto embudo sobre un producto de primera necesidad, razón por la que el control del precio en los lineales es lo que acaba acogotando a los agricultores en el campo. 

Imágenes | iStock

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