La economía se entiende siempre como un perpetuo contagio. Lo que puede suponer un estornudo en una parte del mundo, por una u otra razón, puede convertirse en una auténtica gripe en otra.
Algo que, cuando la trasladamos a diferentes sectores productivos, más aún cuando ponemos en la ecuación a la balanza del mercado exterior, suele multiplicarse, utilizándose diferentes técnicas –especialmente aranceles– para combatirse políticamente entre estados y organizaciones supranacionales.
Es lo que ha pasado en el último capítulo de la guerra comercial entre la Unión Europea y China, donde el país asiático ya prepara la respuesta ante la decisión de la Unión de gravar con unos aranceles especialmente altos la importación de coches eléctricos procedentes de China.
Aunque la decisión comunitaria, que gravará con impuestos del 21% de media, entrará en vigor el 8 de julio de 2024, China ya se ha adelantado en declaraciones que, por desgracia, van a salpicar directísimamente a una de las exportaciones más potentes del agroalimentario español: la industria del porcino.
China es consciente de lo que supone este sector para la Unión Europea, aunque es precisamente España quien tiene todas las de perder en esta batalla, pues somos el primer exportador de cerdo a China dentro de los veintisiete.
Tampoco es casualidad que China haya, precisamente, elegido el cerdo como primera muesca en el revólver de esta vendetta contra los aranceles del coche eléctrico. España ha sido junto a Francia uno de los países que más lobby ha hecho en la persecución de aranceles a este tipo de vehículos, más económicos que los producidos en Europa, y que amenazan así con llenar masivamente un mercado en el que, por precio, los automóviles eléctricos europeos no puedan competir.
Toda acción tiene su reacción. Y China ha movido ficha. De momento, estos aranceles agrícolas se pueden entender como un castigo. Lo que sí sabemos es que Pekín va a estudiar determinadas importaciones de cerdo europeo a China en 2023, para comprobar los daños que se causaron al sector chino entre 2020 y 2023.
Se cita, además, términos muy similares como los que se han visto en los parámetros europeos como políticas antidumping y subsidios. Para echarse a temblar, evidentemente, pues es posible que las autoridades chinas jueguen con las cartas marcadas y sepan de antemano el resultado de la investigación.
Una problemática a la que poner cifras. España, según Interporc, la patronal porcinal, vendió a China más de 560.000 toneladas de productos derivados del cerdo por valor de 1.223 millones. En términos totales supone el 13,7% del valor total del negocio del porcino español. También, entendido dentro de la posición agroalimentaria, supone el 61% del volumen de facturación de lo que vendemos a China, donde a muchísima distancia aparecen como segundo y tercero las bebidas alcohólicas y el aceite.
La investigación, que comenzó el pasado 6 de junio, durará un año y podría ser, según apuntan las autoridades de Comercio chinas, prolongarse seis meses más.
¿Qué significa eso para el porcino español? Pues aún no lo sabemos, pero la aparición de gravámenes y aranceles para el mercado exterior puede significar la ruina para muchos ganaderos españoles.
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