Investigadores ponen en duda la relación del consumo de carne roja con ciertas enfermedades y solicitan revisar los datos

El último informe del Global Burden of Disease (GBD) alerta de las amenazas a las que se enfrenta la población mundial en una crisis sanitaria acentuada por la pandemia. El estudio señala la necesidad de adoptar medidas urgentes, apuntando especialmente a los mayores factores de riesgo de enfermedades que son evitables, como una mala alimentación. Por ejemplo, se vincula el consumo de carne roja con diversas enfermedades y causa de muerte.

Desde su primera edición en 2013, el GBD, publicado por la revista médica The Lancet, una de las publicaciones científicas internacionales de mayor prestigio, elabora cada año extensos informes sobre los riesgos sanitarios que amenazan a la población a nivel mundial. En su último estudio se avisa del riesgo de alcanzar un próximo punto de inflexión en el aumento de la esperanza de vida, que podría retroceder debido al aumento de multitud de enfermedades crónicas en todo el planeta.

Tras analizar 286 causas de muerte, 369 enfermedades y lesiones y 87 factores de riesgo en 204 países y territorios diferentes, el GBD alerta de la ineficacia de los sistemas sanitarios para frenar el aumento de enfermedades muy evitables, en las que la alimentación juega un papel crucial. Según datos del GBD, entre los mayores factores de riesgo destaca una dieta con alto consumo de sodio, grasas trans, bebidas azucaradas, carne procesada y carne roja.

Estos informes sirven a las autoridades de cada país y organizaciones y asociaciones sanitarias para fijar planes de acción y recomendaciones a la población, como precisamente disminuir el consumo de carne roja por su aparente vinculación con muchas enfermedades que pueden ser causa de muerte, pero hay investigadores que ponen estas conclusiones en duda.

Un equipo de académicos expertos han mostrado su preocupación ante las drásticas diferencias en las estimaciones de la carga de enfermedad atribuible a la carne roja no procesada citadas en 2019, en comparación con el estudio de 2017. En una carta pública dirigida a los responsables del GBD, los investigadores solicitan que los datos se hagan públicos para poder desarrollar políticas de actuación de acuerdo a la evidencia científica demostrable y transparente.

Los firmantes de la carta, liderados por la profesora Alice Stanton, de la Universidad de Medicina y Ciencias de la Salud RCSI de Dublín, expresan serias dudas ante el gran salto de las estimaciones que señalan a la carne roja como posible causa de enfermedades crónicas, y alertan de que un mensaje de reducción de su consumo demasiado tajante podría tener efectos perjudiciales en la salud mundial.

No existe ningún consenso científico que relacione el consumo moderado de carne roja con un aumento del riesgo de desarrollar cáncer

A pesar de que hace unos años la OMS calificaba a la carne roja como "probablemente cancerígena", vinculándose un posible consumo excesivo con ciertos tipos de cáncer, numerosos estudios posteriores no lo tienen tan claro, pues, como recoge la guía Comer durante el tratamiento del cáncer, "actualmente no existe ningún consenso científico que relacione el consumo moderado de carne roja con un aumento del riesgo de desarrollar ningún tipo de cáncer".

En lo que sí parece haber acuerdo consensuado entre expertos e investigadores de todo el mundo es que los mayores riesgos asociados a enfermedades están en la carne procesada, el exceso de sodio y azúcares libres, y los productos ricos en grasas trans, todo vinculado siempre a una dieta pobre en vegetales y fibra.

En palabras de Stanton, "si el mensaje de salud pública que aconseja un consumo moderado de carne roja como parte de una dieta sana y equilibrada se sustituye por el mensaje de que cualquier ingesta de carne roja es perjudicial, la desnutrición infantil, la anemia por falta de hierro en las mujeres en edad fértil y la fragilidad de los ancianos aumentarán considerablemente".

Así, remarcan la importancia de que se compartan públicamente las pruebas científicas que justifiquen sus conclusiones, y aconsejan a las autoridades políticas y sanitarias que no utilicen estas estimaciones de riesgo sobre la carne roja como fuente fiable hasta que se hayan realizado revisiones exhaustivas e independientes.

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