La sociedad italoamericana desarrollada a partir de los inmigrantes llegados por la costa este dio lugar a una gastronomía con personalidad propia. Aunque existen variedades muy dispares por todo Estados Unidos, todavía es Nueva York la capital americana de la pizza, con una cultura propia y única. Domenico DeMarco, cuya muerte fue comunicada esta semana por la familia, fue en gran medida responsable de su merecida fama.
Nacido en Caserta, sur de Italia, en 1936, DeMarco emigró a Estados Unidos en 1959 buscando labrarse un futuro mejor, instalándose en la prometedora Nueva York. Ya en 1962 fundó la que sería gran empresa de su vida, la pizzería Di Fara, en la Avenida J, en plezo corazón de Brooklyn, junto a su socio inicial Farina, a quien compró su parte en 1978.
Frente al cierto esnobismo de la sociedad neoyorquina que miraba con desdén el auge de pizzerías y locales con menos recursos, desligados ya de la pura tradición napolitana, DeMarco, con una cocina humilde y auténtica devoción por su trabajo, tendió un puente de hermanamiento entre culturas, abrazando la pizza más de barrio. Di Fara demostró que se podía ofrecer un bocado de calidad y sabroso también con horno de gas y sin tener que importar costosos ingredientes italianos, haciendo concesiones a la multiculturalidad de la cocina americana.
Las pizzas, enteras o en generosas porciones, al más puro estilo neoyorquino -pizza slices-, no tardaron en crear devoción en el barrio y más allá incluso de la propia ciudad. Di Fara Pizza no suele faltar en los listados de las mejores pizzas del país, como destino gastronómico imprescindible o cita ineludible para cualquiera que pase por Nueva York. Aunque los primeros años el menú incluía otras opciones pasta o sopas, el fervor por las pizzas terminó por desbancar a los demás platos.
DeMarco, apodado a menudo como "el padrino de la pizza", se ganaba además la simpatía y el cariño de sus vecinos y clientes, entre los que destacaban nombres tan conocidos como Anthony Bourdain. Las largas colas que a menudo se producían en la calle llevaron a la familia a abrir un segundo emplazamiento en el mismo barrio, pero DeMarco continuó en su cocina hasta el final de su vida, cortando la albahaca fresca de la misma planta que siempre había en el local. Falleció ayer, 17 de marzo, con 85 años.
Imágenes | Di Fara Pizza
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