Dos empleados de la bodega Crespo Zabala, en Lanciego (Álava), fallecieron el pasado domingo cuando trabajaban en las instalaciones. El trágico accidente laboral tuvo lugar hacia el mediodía cuando, por causas que aún se desconocen, uno de los operarios cayó a uno de los depósitos de elaboración de los vinos. Sus compañeros trataron de ayudarle pero todos inhalaron un gas tóxico que terminó con la vida de uno de ellos y del propio accidentado.
Además de los fallecidos, de 60 y 61 años, que casualmente eran además cuñados, otro trabajador tuvo que ser evacuado de urgencia a un hospital de Logroño en helicóptero también por inhalar el mismo gas. Según recoge la Radio Televisión Pública Vasca EITB, las causas del accidente están siendo todavía investigadas por las autoridades.
Con estas dos víctimas mortales ya son cuatro los fallecidos en tres años por la inhalación de este peligroso gas en dos bodegas alavesas. En el año 2020 también dos trabajadores perdieron la vida por las mismas causas al caer accidentalmente a un depósito de uvas en Lapuebla de Labarca.
Como explica el experto en ciencia y tecnología de los alimentos Miguel A. Lurueña, el llamado "tufo del vino" es un gas que se produce de forma natural, y uno de los mayores temores bien conocidos por quienes trabajan en la elaboración de esta bebida, especialmente a nivel más casero o en bodegas familiares de pequeñas dimensiones o instalaciones más modestas.
En el proceso de la fermentación alcohólica de los azúcares de la uva, las levaduras producen y liberan etanol (alcohol) y dióxido de carbono (CO2). El dióxido de carbono es un gas inodoro e incoloro, imperceptible, que no es tóxico y que en pequeñas dosis no entraña peligro, pero liberado en grandes cantidades puede ser mortal.
El problema es que el CO2, en grandes concentraciones, desplaza el oxígeno y provoca la asfixia de quien está respirando en ese espacio. Y precisamente porque no se detecta hasta que se produce ese ahogamiento, es tan peligroso, dejando inconsciente a la persona, que fallece en poco tiempo si no recibe ayuda rápidamente.
Para advertir la presencia de este "tufo del vino", antiguamente se empleaban métodos rudimentarios como entrar a las bodegas con una vela o mechero con la llama encendida, pues si se apagaba era un signo de la falta de oxígeno, aunque poco fiable. También, como explican en EITB, se usaban "tuferas" en las bodegas, simples agujeros en el techo con chimeneas conectadas al exterior.
Hoy en día se cuentan con instalaciones más modernas provistas de buena ventilación y sistemas de alarma mucho más precisos para detectar cualquier concentración alta de CO2. Los accidentes laborales siguen ocurriendo, sin embargo, al operar muy cerca de los tanques y depósitos donde fermenta la uva, o incluso durante la limpieza o mantenimiento de los mismos.
El sindicato LAB, lamentando los hechos, ha emitido un comunicado señalando que las administraciones públicas tienen la "obligación de adoptar medidas" para prevenir estos accidentes, para lo cual es necesario definir y hacer cumplir un protocolo específico de obligado cumplimiento por las bodegas.
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