El clima gallego favorece la proliferación de una especie invasora que devasta a insectos polinizadores autóctonos
Los especialistas recomiendan "no matar moscas a cañonazos" con métodos muy agresivos con el medio ambiente y otras especies
No hace prisioneros y su voracidad parece no conocer límites. La avispa velutina o avispa asiática (Vespa velutina) lleva desde hace casi dos décadas convertida en una auténtica versión himenóptera de Atila el Huno. Francia, sur de Alemania, Bélgica, Austria, norte de Italia y, cómo no, España, empiezan a notar los estragos de una especie invasora que, en nuestro país, hace especial mella en Galicia.
Bien lo sabe el investigador Xulio Maside, profesor de Genética en la Universidad de Santiago de Compostela y miembro del Grupo de Xenómica de Parásitos Humanos, cuyo trabajo, junto el de sus compañeros y otros miembros de la Universidad de Vigo lleva varios años versando sobre el comportamiento de las avispas asiáticas.
Uno de sus últimos hallazgos, en conjunto también con la Universidad de Exeter, en Reino Unido y la citada Universidad de Vigo, ha sido el de comprobar cómo los abejorros (Bombus terrestris) se enfrentan en una lucha cuerpo a cuerpo contra la avispa asiática. Una vez que la avispa ataca al abejorro, éste se lleva al suelo a la avispa y se produce una suerte de forcejeo a ras de tierra.
Aunque la tasa de capturas del ataque de la avispa asiática sobre el abejorro es baja, el resultado repercute en una peor calidad de la colmena y en un debilitamiento de ésta, además de un mayor índice de parasitación. Aunque las causas no están dilucidadas, Maside apunta a que "se produce una situación de estrés que repercute en el enjambre".
El abejorro, sin embargo, es sólo una pieza más en el engranaje de la voracidad de la avispa velutina, que ha encontrado en Galicia su fortín. Algo que Maside achaca a la climatología de la región: "temperaturas templadas, inviernos no muy fríos, zonas húmedas, acceso a agua dulce, pocas heladas…". Enumera una serie de factores que hacen vivir a cuerpo de reina a la avispa velutina.
No obstante, comenta que también "se ha extendido por toda la costa atlántica de la península ibérica, desde Irún hasta Lisboa y también en Cádiz, y avanza por la fachada mediterránea".
A ello se suma que la Vespa velutina no discrimina a la hora de comer. "No distingue entre presas. Es cierto que la abeja melífera puede suponer el 60% o 70% de su dieta, pero también ataca a otros insectos volantes polinizadores. Si no los hay, también es capaz de comer carroña, pescado, frutas… En zonas donde hay manzanales y perales también aparece, y puede ser también un problema en las zonas vitivinícolas", advierte. El caso, comenta, llega a un extremo casi increíble: "están muy presentes en la costa y los barcos pesqueros tienen que proteger las cajas de pescado porque van las velutinas allí también".
La avispa guerrillera
Especialmente cruenta con las abejas melíferas, fundamentales en tareas de polinización, la avispa velutina además cuenta con hábitos que se podrían caracterizar casi como militaristas y propios de una guerrilla. "A las abejas, o bien las esperan en las flores donde van a libar, o las esperan en la entrada de la colmena o en las piqueras", comenta Maside.
El hostigamiento es tal que, como demuestran estudios recientes en los que participó, las abejas renuncian a salir ante el asedio que las avispas realizan, cercando la colmena. Ante esta inactividad, el debilitamiento de la colmena es paulatino e irreversible, ya que las obreras no salen a libar y, por tanto, la colmena deja de ser alimentada y mantenida.
Una realidad que, explica, es especialmente compleja para este tipo de abejas por una circunstancia imprevista: el mejor momento del año para la avispa velutina. La avispa asiática vive su particular boom poblacional en los meses de septiembre y octubre, momento del año en que más acosan a las otras poblaciones de insectos.
El problema viene que este período de hostigamiento se produce en el mismo momento en que las abejas melíferas hacen su mayor acopio de alimento, de cara a sostener la colmena durante la invernada. Motivo que está llevando a los apicultores a añadir suplementos alimenticios a sus abejas en estos meses, cuando lo habitual era hacerlo antes de primavera para fortalecer la cría en abril y mayo.
El drama de ser insectos polinizadores
No hace prisioneros la avispa velutina, que no discrimina a la hora de cazar a cualquier insecto volante que se le cruce en su camino. Una desventaja para todos aquellos animales salvajes —por contraposición a las abejas—, a los que no se puede proteger de la misma manera.
"Hay formas de proteger las colmenas de abejas, pero igualmente hay otros insectos polinizadores a los que las avispas velutinas van a atacar", asume Maside. Una certeza que supone, además, ser conscientes de la superioridad que tiene actualmente la avispa velutina en determinadas zonas de Galicia.
"Desde hace cinco años se retiran anualmente unos 20.000 nidos de avispa velutina en Galicia y hemos comprobado que no tiene efecto sobre la población de avispas y que no modifica sus densidades", advierte. Tampoco, indica, "hay pruebas de que capturar reinas de avispa velutina en primavera tenga efecto".
Parecen, dicho en cierto modo, indestructibles. Razón por la que, además, conviene no recurrir a tácticas de exterminio que, entre medias, hagan pagar a insectos justos por pecadores.
Cómo combatir a la avispa velutina
Aunque hay varios medios con los que intentar erradicar esta plaga, Maside es consciente de que, por el momento, "no se puede controlar". De lo que sí es consciente y, además, incide en ello, es en no utilizar métodos que bien podríamos definir como matar moscas a cañonazos.
"El método más selectivo y eficaz para acabar con la avispa velutina es poner arpas eléctricas", comenta. Este método consiste en distribuir estas arpas electrificadas cerca de las colmenas de abejas. Debido al espacio que hay entre los hilos y a la corriente eléctrica, la avispa velutina no puede pasar y muere al contacto. Algo que no sucede con las abejas y con insectos más pequeños, que les permite escapar, aunque sufran un ligero contacto con el alambre.
Lo que indica Maside que no resulta práctico, además de eliminar nidos, es la trampa con cebos, un método que no recomienda. "No tenemos evidencia del éxito de trampas primaverales. Lo que sí sabemos es que de todos los animales atrapados, sólo un 1% son avispas velutinas y el otro 99% son otros insectos", lamenta. Topamos así con un método que no discrimina, de igual modo que no discrimina el uso de determinados insecticidas.
"Conviene evitar prácticas indeseables con el medio ambiente", indica. Algo que sucede con lo que los apicultores conocen como troyanos. En este ejemplo, el apicultor captura avispas velutinas y las manipula con un insecticida de gran toxicidad que, tras liberarlas, regresan al nido. "Imagínate la dosis que supone para intentar acabar con todo el nido. Si eso sucede, se queda un nido muerto y lleno de insecticida en el medio natural y, además, las avispas que lo porten también lo extienden, así que cualquier predador que las ataque también se expone a ese veneno", asegura sobre esos riesgos en la cadena trófica.
Una realidad que, por ejemplo, se puede dar con el halcón abejero, uno de los pocos predadores naturales que tiene la avispa velutina actualmente en Galicia. "Es un ave que come en los nidos y, si el nido está en proceso de extinción porque entró un troyano, el halcón también se puede intoxicar", prosigue sobre esa dinámica arriesgada.
Además, informa de una tercera realidad, el lugar donde se encuentran los nidos. "La avispa velutina tiene preferencia por los árboles de ribera, buscando especies caducifolias sobre ríos. Una vez que el nido esté infectado, cuando se humedezca por las lluvias o por el debilitamiento, puede caer en el río y contaminar también las aguas", razona.
El doble filo del cambio climático
Galicia, por su particular climatología, es la región más afectada hasta la fecha por la avispa velutina. Sin embargo, no es la única ahora —y puede no serlo en el futuro—. "Se está empezando a ver también en la costa de Cataluña y en la Comunidad Valenciana", aclara Maside, pues son los lugares donde las condiciones climatológicas que demanda la avispa velutina se dan.
De momento, en la meseta y en el sur de España la situación es distinta. "En la meseta, por condiciones de humedad, de oscilación térmica y de altitud, no se estableció una población estable, aunque va avanzado desde el litora", comenta. Situaciones que, en el caso del sur de España, se justificarían también por las altas temperaturas.
Zonas que, a priori, con un cambio climático que haga más ásperas determinadas partes de España, significaría evitar la presencia de la avispa velutina. Sin embargo, ese mismo cambio climático podría afectar —siempre en condicional— zonas hoy respetadas.
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"Hemos comprobado que en determinadas zonas de interior de Galicia, tanto en montaña como alta montaña, apenas hay avispas velutinas y creemos que las heladas de invierno tienen que ver, pero si el cambio climático cambia esas heladas y las modifica hacia un clima más benigno, la avispa podría llegar".
Además, Maside ratifica una realidad: "pensar en erradicar a la avispa velutina es un error. Se puede limitar su impacto en ciertas zonas e intentar controlar que no llegue a otras, pero la realidad es que, desde que llegó a Europa, la avispa velutina no se ha erradicado en ningún territorio".
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