Catacho, como se conoce al pastelero José Ignacio Colinas, ha vuelto a dar una nueva vida a las torrijas y lo ha hecho convirtiendo el postre más tradicional de Semana Santa en una 'patata' estilo Pringles.
Ubicado en el municipio de Castronuño, en la provincia de Valladolid, este pastelero que abrió el obrador en 2013 ya es un viejo conocido del Concurso Nacional de Torrijas que organiza la Academia Leonesa de Gastronomía, a la que ha sorprendido en esta edición con un trampantojo de torrijas simulando ser las famosas Pringles.
No es la primera vez que Colinas, al frente de la pastelería Xokoreto —adherida a la Ruta del Vino de Rueda— se lleva el gato al agua en el concurso. En 2017 ya se llevó el primer premio a la Torrija Innovadora con un refresco de torrijas y en 2019 hizo lo propio con un árbol que daba torrijas a modo de frutas.
La receta, según explica Colinas, sorprende porque "la apariencia es de Pringles, pero al degustarla se descubre que es una torrija". Para ello se ha valido de una especie de batido de torrijas.
"Primero preparé ese batido de torrijas, triturando una torrija tradicional infusionada con canela y leche. Luego, esta papilla la pasamos a un molde, con un diámetro similar al de las patatas", prosigue.
Posteriormente, dando el toque diferencial a la torrija —que algunos dirán que no es una torrija, entre otras cosas porque ni se fríe ni se planchea—. "Luego las cortamos y las ponemos a secar durante una hora en el horno a 110º", remata.
El resultado es una especie de cracker crujiente con sabor a torrija, pero sin su humedad, evidentemente ni con el grosor habitual, pero que bien merece el premio que Colinas se ha llevado a Castronuño.
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