El glifosato podrá utilizarse en la agricultura europea durante, al menos, diez años más. La aprobación actual expira el próximo 15 de diciembre, y Bruselas estaba obligada a decidir si se prorrogaba la autorización antes de esta fecha, algo que ya ha adelantado que sí hará.
Durante una votación celebrada este jueves 16 de noviembre en un Comité de Apelación, los Estados miembros han sido incapaces de alcanzar la mayoría necesaria para acordar renovar o no la aprobación del glifosato, por lo que, según marca la legislación europea sobre plaguicidas, corresponde a la Comisión adoptar obligatoriamente una decisión al respecto.
La propuesta de la renovación sometida a escrutinio partía de la propia Comisión Europea, por lo que ya ha confirmado que adoptará el reglamento inicialmente propuesto para renovar la aprobación del glifosato, “sujeto a ciertas condiciones y restricciones”.
Esta decisión se ha adoptado teniendo en cuenta las evaluaciones de seguridad sobre el impacto del glifosato en la salud de las personas, los animales y el medio ambiente, realizadas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y la Agencia Europea de Sustancias Químicas (ECHA), junto con los mismos Estados miembros.
Dicha evaluación, que comenzó en diciembre de 2019, no identificó áreas críticas de preocupación que impidieran una renovación de la aprobación. El glifosato ha sido objeto de polémica por señalarse como posible tóxico y cancirógeno, pero lo cierto es que su nivel de toxicidad es muy inferior a otras sustancias más comunes en el día a día, y dependería de su uso en muy grandes cantidades y con una mala manipulación.
En cuanto a su posible vinculación con el cáncer, la evaluación exhaustiva de toda la información científica disponible, la Comisión concluye que actualmente no hay evidencia para clasificar el glifosato como cancerígeno. La EFSA también ha confirmado que no es un disruptor endocrino. Bruselas añade que, a raíz de las diversas evaluaciones masivas realizadas en los últimos años, el glifosato “sea probablemente la sustancia activa más estudiada en el mundo”.
Según dicta la legislación europea, una vez aprobada una sustancia activa en la UE corresponde a cada Estado miembro evaluar y autorizar individualmente el uso en dicho país de cualquier producto fitosanitario que la contenga.
Así, dicta la Comisión, "los Estados miembros deben tener en cuenta las condiciones específicas establecidas en la aprobación a nivel de la UE y también sus circunstancias nacionales específicas". De este modo, cada Estado es responsable de su adecuado uso, y puede restringirlo en casos concretos si se considera pertinente, por ejemplo ante la necesidad de proteger la biodiversidad de una zona determinada.
Las organizaciones agrarias europeas aplauden la medida, pues defienden que el glifosato es una de las herramientas clave para adoptar prácticas agrícolas eficaces y sostenibles, que pueden mejorar la calidad del suelo y potenciar la biodiversidad. Además carece de patente, lo que abarata su coste, y esto repercute en el precio final del producto.
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