Aunque en España se suele cobrar y puedes rechazarlo, en otros países se sirve gratis con un motivo
La práctica habitual de servir una ración de pan a veces incluso antes que las bebidas se repite a lo largo y ancho del planeta, al menos en los restaurantes con una cocina de tipo occidental. Panecillos o rebanadas a veces acompañadas de colines, italianos grissini o regañás, que en otros países se complementan con aperitivos como patés untables, encurtidos, galletas saladas o patatas chips. Si te lo cobran después, el afán recaudatorio podría ser evidente, pero puede haber otro motivo tras esta práctica.
Cierto es que en España ya estamos acostumbrados a pagar por ese servicio de pan -pan y aperitivo en muchos locales- que, si bien puedes rechazarlo si no lo tocas, solo te lo podrán cobrar si está incluido claramente en la carta o lista de precios. Las tapas gratuitas son por suerte aún una práctica mantenida en muchas regiones, mientras que en otros lares los menos roñosos obsequian la consumición con algún snack como patatas fritas.
Ese gesto que parece hospitalario, recibir al cliente con un pequeño bocado, se repite en muchos países extranjeros, a menudo con la costumbre de ofrecer la carta junto con la cesta del pan y el apetitivo a la vez que se toma nota de las bebidas. Pero ¿es realmente un regalo desinteresado?
En un vídeo viralizado en redes sociales, la estadounidense cowgirl.crystal tiene claro que no. Donde ella vive ni siquiera te cobran por ese pan o picoteo, pero tampoco es un regalo inocente. "No es porque quieran que te llenes con comida gratis".
"Cuando te sientas te dan el menú y te traen un cuenco de pan, o patatas fritas y salsa o algo así, y no es porque estén siendo generosos", afirma, "es porque gastarás más dinero".
Según esta teoría, los restaurantes quieren que picotees algo sencillo y barato mientras miras la carta, lo que provocará una elevación de los niveles de glucosa en sangre. Es decir, comiendo hidratos de carbono de asimilación rápida se produce una subida rápida del azúcar que hará sentir más hambre, más apetito incluso del que podrías tener al llegar.
En otras palabras, ese inocente picoteo de pan, nachos o patatas fritas te abre el apetito y te incita a pedir y comer más, por lo que gastarás más. Aunque al final hayas pedido comida de sobra y no termines todo, por la falsa sensación inicial de tener más hambre de la real, la cuenta sí será más alta.
Esta idea solo funcionará si el restaurante controla las raciones de cortesía y no es demasiado generoso con los aperitivos, claro. Por mucho que el pan blanco o las regañás no sacien demasiado, el estómago humano tiene un límite y todos nos hemos llenado alguna vez excediéndonos con los picoteos antes del plato principal. Sobre todo si el servicio es lento y el menú tarda en llegar a la mesa.
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