María Nicolau, cocinera sin filtros y defensora del producto, . La fresa moderna sufre un problema de imagen. Es fotogénica, roja, brillante y perfecta pero rara vez sabe a algo.
En boca, muchas son pura textura y decepción. Y no es culpa del consumidor: la culpa está en el cultivo, la recogida temprana y, sobre todo, en las prisas, que ciertamente son muy malas.
El primer mandamiento para una idónea conservación del producto, que nos permite posteriormente degustarlo en su gesión. Uno de los aspectos que Nicolau subraya es cómo las fresas siguen liberando humedad después de ser recolectadas, debido a su alto contenido de agua.
Este proceso, la transpiración, puede generar problemas si no se tiene en cuenta a la hora de almacenarlas. Por esta razón, muchos recipientes diseñados para frutas incluyen rejillas o burbujas, lo que no es solo una cuestión estética, sino funcional. Así, no hay que ponerlas en envases herméticos.
Cuidado con lavarlas
También es clave no lavarlas demasiado pronto. El contacto con el agua acelera su deterioro. Mejor justo antes de comerlas, y sin quitarles el rabito durante el proceso. Menos manipulación, más sabor.
Estos elementos permiten la circulación del aire y previenen la acumulación de humedad, evitando así la condensación, que como destaca Nicolau, puede ser la causa del desarrollo de moho.
Esperar para comer
Por otro lado, al ser alimentos que se conservan en la nevera pueden generar un desencanto en boca, de forma que la cocinera catalana María Nicolau lanza un consejo tan lógico que parece obvio: esperar.
Pero no al momento de comprarlas, sino al de comerlas. En lugar de sacarlas del frigorífico y servirlas al instante, Nicolau sugiere dejarlas a temperatura ambiente. La diferencia es notable.

Las fresas, además, no son solo un postre. Nicolau defiende su uso en platos salados, en ensaladas con vinagreta suave, con quesos frescos o incluso con embutidos. El contraste entre dulce y salado resalta aún más si la fruta está en su punto.
Este tipo de consejos conectan con una cocina que prioriza lo esencial. No es una cuestión de técnica, sino de atención. De observar, de esperar un poco más y de dejar que el producto haga su parte.
En una época en la que todo se acelera, incluso el postre puede ser una oportunidad para frenar. O al menos, para volver a saborear una fruta que, bien tratada, no necesita azúcar añadido ni nostalgia artificial.
Foto | Paul Clements y Ramon Perucho
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