Los antiguos egipcios ya comían sandías (y eran muy parecidas a las que disfrutamos hoy nosotros)

No se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde se empezó a cultivar y consumir sandía, como ocurre con tantos vegetales hoy presentes en nuestra dieta. Los expertos apuntan al continente africano como posible origen, y se cree que esta fruta ya se domesticó hace miles de años, pues parece que los antiguos egiptos ya comían sandías de forma habitual.

A menudo se nos olvida que la sabrosa fruta que tomamos hoy poco tiene que ver con las variedades de sus antepasados. Sin embargo, una reciente investigación encabezada por la botánica alemana Susanne Renner apunta a que ya en el Antiguo Egipto no solo disfrutaban de la refrescante fruta, sino que además era muy parecida a las que consumimos en la actualidad cada verano.

El trabajo, titulado 'A 3500-year-old leaf from a Pharaonic tomb reveals that New Kingdom Egyptians were cultivating domesticated watermelon', y publicado recientemente en bioRxiv, parte de varios indicios que parecían indicar que en los tiempos de los faraones la sandía era una fruta cultivada y consumida, y además muy apreciada.

Es en África donde se sitúa el posible origen de muchos vegetales del género Citrillus lanatus, al que pertenece nuestra refrescante fruta veraniega. Aún hoy se pueden encontrar de forma silvestre frutos que se asemejan más a calabazas o calabacines, muchos de pulpa blanca o amarillenta, y en su mayoría incomestibles o muy alejados de la dulzura jugosa que todos tenemos en mente.

Aunque las primitivas sandías no fueran muy apetecibles, sí que eran valoradas por sus propiedades medicinales o curativas, y se sabe que los árabes las empleaban para tratar distintas dolencias o prevenir enfermedades, como apunta el biólogo Alex Richter-Boix:

La sandía, presente en las tumbas egipcias

Se han encontrado pinturas murales en tumbas egipcias con la representación de alimentos y productos vegetales entre los que los especialistas han identificado la representación de la sandía. Una de esas imágenes se presenta como un fruto oblongo, de tamaño considerable, adornado con gruesas rayas verdes longitudinales.

Además, en el siglo XIX se hallaron unas hojas dentro de un enterramiento, situadas junto a una momia, las cuales se enviaron al botánico Joseph Hooker, responsable del jardín botánico de Kew en Londres, donde se han conservado todos estos años.

Unas hojas halladas en el siglo XIX en una tumba tenían la clave

Renner se propuso ahondar en aquellos hallazgos para averiguar si las hojas podían pertenecer a plantas de sandías como hoy las conocemos. Así, consiguió una muestra que analizaron en los laboratorios de la Universidad de Oxford. La secuenciación del ADN dio material muy escaso sobre el que trabajar, pero la identificación de dos genes dio la clave para averigar cómo eran.

El trabajo de Renner y su equipo reveló que esas históricas sandías serían de pulpa roja y de sabor dulce, nada que ver con sus parientes purgantes amargas extendidas siglos después. Además, comparando el ADN con otros parientes de la fruta, parece que por fin se ha averiguado el origen exacto de su domesticación, ya que están emparentadas con una especie de melón que crece en la región de Sudán.

La sandía que comían los egipcios sería muy similar a la nuestra

Por tanto, los investigadores concluyen que la sandía, tal y como la concebimos hoy, jugosa, dulce y roja, ya era cultivada hace más de 3500 años y muy apreciada por los antiguos egipcios, que probablemente la fueron extendiendo siguiendo el curso del Nilo. Se acaba así con la idea de que las primitivas sandías serían insípidas o muy amargas, como ha ocurrido con tantos vegetales que hoy tenemos la suerte de disfrutar en su versión más dulce.

Miles de años después, la sandía siguió su conquista extendiéndose por todo el mundo, convertida ya en una de las frutas más populares en numerosas culturas, y nuestra gran reina del verano.

Fotos | Pixabay

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