La Super Bowl, el partido final de la NFL, reúne cada año a millones de estadounidenses delante de la televisión, bien rodeados de comida. Es ya una tradición tan arraigada casi como la Navidad, un festín de picoteos calóricos entre los que destaca un plato imprescindible: las alitas de pollo. Pero hasta hace apenas medio siglo se consideraban poco más que un despojo sin valor.
Las alitas de pollo se aman o se odian, no suele haber término medio. En Estados Unidos sin embargo solo parecen levantar pasiones, convertidas en un icono de la llamada football food, una variante de los picoteos festivos que se comparten en un ambiente informal. Si van acompañados de salsas pringosas y se comen con las manos, mucho mejor.
La preparación al estilo Búfalo es la más conocida y hoy en día aparece en el menú de miles de restaurantes, cafeterías y franquicias por todo el país. Como tantas fórmulas populares, no existe una única receta genuina y cada cocinero se guarda su toque especial, aunque sí comparten ciertas características comunes: se sirven partidas, no llevan rebozado y la salsa debe ser picante y untuosa.
La tradición manda además acompañarlas de salsa de queso azul y palitos de verduras crudas o crudités, especialmente apio y zanahoria, para mojar y crear un buen contraste con la carne de ave. Unas buenas Buffalo wings deben ser crujientes por fuera y jugosísimas por dentro, pringosas y picantonas; un irresistible bocado perfecto para compartir con los amigos mientras se sigue el partido del año en directo.
Pero, curiosamente, las alitas de pollo apenas tenían valor hace poco más de 50 años. Pequeñas, con poca carne, escasa versatilidad culinaria y limitada rentabilidad, se trataban casi como despojos, las sobras del pollo destinadas, con suerte, a preparar caldos o alimentar animales. Hasta que una receta lo cambió todo.
Una receta improvisada de origen algo incierto
Aunque apenas supera el medio siglo de vida, el origen exacto de la receta de alitas de pollo al estilo Búfalo sigue a día de hoy sin estar del todo claro. Suele ocurrir con las recetas populares que surgen casi de forma orgánica, a partir de alguna improvisación fortuita que, por algún motivo, terminan teniendo mucho éxito.
Todo apunta, eso sí, a la ciudad de Búfalo en Nueva York, que da el nombre al plato. Allí, el Anchor Bar presume de ser el lugar de nacimiento de la receta original, hoy convertido en un restaurante franquiciado que ha hecho de su creación todo un negocio lucrativo, incluso comercializando la propia salsa. Pero en los años sesenta era aún un negocio familiar dirigido por el matrimonio de Teressa y Frank Bellissimo, quienes lo fundaron en 1939.
Según un artículo publicado por el diario New Yorker, la misma familia ofrece dos versiones de la misma historia. Según el marido, un día de 1964 hubo un malentendido con los pedidos y recibieron una gran cantidad de alitas de pollo que no querían. Para no echarlas a perder, le pidió a Teressa que improvisara un aperitivo con ellas, y así nacería la receta.
El hijo de ambos, Dominic, quien se haría con las riendas del negocio, cuenta sin embargo una versión algo diferente en la que todo partió de una sugerencia suya. Según contó al periodista, le sugirió a su madre ofrecer un bocado especial a algunos de sus clientes más fieles, que practicaban abstinencia de carne los viernes. Pasada la medianoche, Teresa recurriría a lo que tenían en la despensa, alitas de pollo.
El profesor universitario John E. Harmon recoge otra versión más simple en su trabajo 'Atlas of Popular Culture in the Northeastern United States'. Así, Dominic simplemente pediría a su madre que cocinara algo para él y sus amigos una noche en la que llegaron tarde al bar familiar.
Pese a las ligeras variaciones, todas las versiones apuntan a Teressa Bellissimo como la autora, con una excepción. Un tal John Young aseguró al periodista ser el inventor del plato, pues era habitual comer alitas en la comunidad afro-americana en la que había crecido. Según afirma, inventó la salsa Búfalo para servir las alitas en su local John Young’s Wings ’n Things a mediados de los sesenta.
Pero las alitas de Young difieren bastante de lo que se considera el estilo genuino de Búfalo. En su receta, las piezas de pollo se cocinaban enteras y rebozadas, cuando todo el mundo sabe que las de verdad siempre van partidas.
La locura de las alitas que tiene su culmen en la Super Bowl
Pormenores del origen aparte, la primera vez que unos clientes probaron las alitas al estilo Búfalo debió causar una verdadera conmoción. Solo así se explica que en pocos años el plato se convirtiera en un fenómeno de enorme éxito por todo el país, ganándose un hueco entre las comidas favoritas de los estadounidenses.
Las alitas ya no son vistas como sobras sin valor, incluso los precios se disparan cuando se acerca un evento como la Super Bowl. El problema de esta pieza de ave es que cada pollo solo puede dar dos unidades completas, y los americanos consumen muchas alitas por cabeza en una misma ocasión.
Su reino no acaba tras la final del campeonato de fútbol; solo hay que echar un vistazo al menú de las cafeterías, restaurantes populares o franquicias para encontrar las alitas como plato casi fijo. Han superado las fronteras y ya son habituales también fuera del país, siendo España un claro ejemplo.
Otras recetas compiten con el estilo Búfalo este sigue siendo el favorito de millones de personas. Incluso se aplica la receta a otros platos, como los fingers de pollo, pizzas o patatas fritas comerciales, que intentan recrear el sabor de la salsa original, celosamente guardado por los herederos de Teressa y Frank.
Preparar unas Buffalo chicken wings en casa es muy fácil, solo hay que freírlas hasta que queden bien crujientes y bañarlas en la salsa, que puede ser todo lo picante que nos guste. Y si queremos que sean auténticas de verdad, no puede faltar la salsa de queso y el apio para acompañar. Ya estamos listos para ver la Super Bowl; o los anuncios, que generan casi más expectación.
Fotos | Michael Saechang - Jeepers Media - Shelby L. Bell - jengland - mrpizzamandc
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