La nueva miniserie del popular streamer nos descubre de una manera original la gastronomía japonesa menos conocida
A medio camino entre serie de humor, reality, programa de viajes y aventura de ficción, 'Rubius Next Level: Japón' se descubre como una miniserie apta para todos los públicos y todas las edades, sobre todo para quienes nos fascina toda la cultura nipona y, en especial, su gastronomía. Y no hace falta ser fan del youtuber o estar al tanto del universo de los streamers para disfrutarla.
La serie, estrenada el pasado mes en Amazon Prime Video, desarrolla a lo largo de cuatro episodios las aventuras de Rubius por el país asiático, utilizando como punto de partida ficcionado la búsqueda de su gato Wilson. Esta excusa sirve para poner al conductor del show como el absoluto protagonista de lo que no deja de ser un programa de viajes muy experiencial, con un formato distinto y original que, coincidimos con nuestros compañeros de Espinof, se agradece.
Rubius se va cruzando con diferentes personajes de todos los ámbitos imaginables vinculados de un modo u otro a la cultura y las tradiciones japonesas, de ayer y hoy, poniéndole distintos retos o invitándole a formar parte de sus actividades. El youtuber participa siempre con respeto, humildad y, otro punto a favor, mostrando genuina curiosidad y fascinación por muchas de las cosas que descubre.
Entre esas experiencias no podían faltar las culinarias; hablar de Japón sin mencionar su cocina, sus productos y sus platos, más allá del sushi genérico, la tempura o del ramen, sería tan difícil como absurdo. Y así nos encontramos a Rubius descubriendo de primera mano lo mucho que cuesta hacer el famoso mochi de la ciudad de Nara.
El dramático ritual del yomogi mochi
Los mochis son, con permiso del dorayaki, los dulces más famosos de Japón, un pastelito sin parangón en la dulcería occidental que destaca por su peculiar textura, tan ajena al paladar europeo. Es gracias al arroz glutinoso (mochigome), que exige una preparación compleja que hoy se puede simplificar empleando directamente su harina (mochiko).
Los hay de muchas formas, sabores y colores diferentes, con rellenos de distintas variedades. Tras una primera incursión en España a través de locales especializados en cocina japonesa, hemos adaptado este dulce centenario con masas y rellenos más familiares, incluso en formato helado, fabricados industrialmente para supermercados. Pero el mochi es una delicia ancestral de alma artesanal y delicada.
A decir verdad, lo de "delicada" choca un poco con su elaboración, especialmente con el tipo de mochi que Rubius se encuentra al llegar a Nara. En esta capital de la prefectura del mismo nombre, cerca de Kioto y famosa por sus ciervos y el templo Tōdai-ji, miles de turistas se acercan a diario a una tienda en particular a contemplar cómo se machaca la masa con una energía que agota solo de verlo.
Es Nakatanidou, con el maestro Nakatani al frente, quien trajo desde su pueblo de las montañas de Yoshino una técnica antigua de elaboración que hoy causa furor entre locales y visitantes por su impactante ritual, que reconecta con esas raíces artesanales y con el carácter de dedicación y esfuerzo nipón.
El mochi que elaboran aquí se llama, concretamente, yomogi mochi. El yomogi (Artemisia princeps) o artemisa es una planta silvestre, un tipo de sansai que en Japón se emplea para diversas elaboraciones. Y le otorga a este dulce su característico color verde, dándole un aspecto como de plastilina o goma mientras se trabaja.
Los empleados del local se turnan trabajando de dos en dos para preparar la rebelde masa glutinosa que exige fuerza y sincronización absoluta. Lo hacen al modo tradicional, en un proceso llamado mochitsuki que casi tiene carácter ceremonial, golpeando la pasta con fuerza usando grandes martillos de madera.
El propio Rubius queda sorprendido con la vehemencia del maestro al llegar a su establecimiento, y no duda en animarse a probar por sí mismo el trabajo que exige la preparación de un dulce tan delicado. No tiene mucho misterio, pero sí exige cierta concentración, práctica y, sobre todo, mucha fuerza, como Rubius comprueba rápidamente. Pero que no se diga que no lo ha intentado con ganas, como admite, sorprendido, el propio Nakatani.
En Nakatanidou saben que su trabajo genera mucha expectación y atrae clientes a diario, por lo que el show está más que asegurado con un buen despliegue de dramatismo casi teatral exagerado, a la manera asiática. Pero tanto golpe tiene su recompensa justificada; el yomogimochi es uno de los más populares de Japón, tierno y suave, con su relleno de anko y cubierto de kinako (harina de soja tostada).
Suponemos que Rubius y su equipo no se quedaron sin probarlo.
WASHOKU. EL ARTE DE LA COCINA JAPONESA
Fotos | Prime Video - Gin The Wanderer - Christian Kadluba - Marco Taddia
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