Así te confunden la mayoría de marcas de agua con gas que ves en el súper: no todas se producen igual

Quizá no sea España un país donde el consumo de agua con gas sea demasiado elevado. O no lo es si nos comparamos con nuestros vecinos europeos. Países como Francia, Alemania, Italia y, particularmente, los países nórdicos consumen bastante más agua que nosotros.

Tampoco es que seamos líderes en el consumo de agua mineral. Con las excepciones de las zonas costeras en las que el agua de grifo no es especialmente agradable, lo cierto es que la mayor parte de España 'pasa' del agua embotellada.

No obstante, hay mucho agua con gas en nuestro país, tanto en la hostelería como en los supermercados, y no toda es igual. Sin embargo, solemos pensar que todo el agua con gas es, generalmente, parecida.

No nos estamos refiriendo a su composición físico-química, que aparece en todas las aguas minerales, y donde podemos encontrar que tengan determinados minerales en más o menos proporción.

Así encontraremos que algunas tienen más bicarbonato sódico, otras presumen de una mayor cantidad de calcio y otras aportan más magnesio. En cualquier caso, no son sólo este tipo de datos los que deberían importarnos, sino también el origen del gas del agua.

Es habitual que pensemos, como sucede con el agua mineral sin gas, que el agua con gas que encontramos en nuestras tiendas tiene un gas natural que bulle del mismo manantial y que como tal se envasa.

De dónde proviene el gas de tu agua con gas

Sin embargo, la realidad es bien distinta en la mayor parte de las aguas con gas que vamos a ver en tiendas y bares. Por este motivo, conviene fijarse en el etiquetado para saber si origen del gas que tienen esas aguas es natural o es un añadido.

En tal caso, las diferencias están entre las que anuncian que son "agua mineral naturalmente gaseosa" y que, por tanto, es un agua cuyo manantial ya genera anhídrido carbónico, que luego formará parte de la propia botella y otras cuatro categorías.

Luego hay otro tipo de agua con gas, que son las que aparecen como "agua mineral natural con gas carbónico añadido" y que, por tanto, no se envasan directamente con el gas que podían tener en su manantial. Esto es relativamente habitual, incluso en grandes marcas, pues el Real Decreto 1798/2010 que regula la explotación y comercialización de aguas minerales naturales y aguas de manantial envasadas es claro en estos términos.

Por este motivo, crea cinco categorías dentro de lo que se determinan aguas minerales naturales y que es conveniente conocer para saber cuándo un agua con gas está recurriendo a anhídrido carbónico que no proviene del manantial del agua donde brota.

• Agua mineral natural naturalmente gaseosa o agua mineral natural carbónica natural: para aquella cuyo contenido en anhídrido carbónico, una vez envasada, sea igual al que tuviere en el o los puntos de alumbramiento. El gas añadido para sustituir, en su caso, al liberado durante el proceso de envasado deberá proceder del mismo manantial.
• Agua mineral natural reforzada con gas del mismo manantial: para aquella cuyo contenido en anhídrido carbónico, una vez envasada, sea superior al que tuviese en el o los puntos de alumbramiento. El gas añadido procederá del mismo manantial que el agua de que se trata.
• Agua mineral natural con gas carbónico añadido: para aquella a la que se haya añadido anhídrido carbónico, no proveniente del mismo manantial que el agua de que se trata
• Agua mineral natural totalmente desgasificada: para aquella a la que se ha eliminado el gas carbónico libre por procedimientos exclusivamente físicos.
• Agua mineral natural parcialmente desgasificada: para aquella a la que se ha eliminado parcialmente el gas carbónico libre por procedimientos exclusivamente físicos.

Por eso, si os interesa saber de dónde viene el gas del agua que bebéis, echad un vistazo a la información nutricional o al etiquetado para comprobar que, aunque en origen el agua pudiera tener gas, la realidad es que en la mayor parte de casos acaba siendo un añadido que no procede del manantial. Esta característica no tiene por qué ser mejor o peor, pero sí conviene al menos que lo sepamos.

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