El primer día de mayo se conmemora el Día del Trabajo, pero en muchos lugares del hemisferio norte se mantienen tradiciones que se remontan a antiguos rituales paganos. La Beltane, de raíces celtas, es una de las festividades más ancestrales y misterioras que hoy se recrean como una celebración del buen tiempo, de la fertilidad y la floración, que en origen culminaban con sacrificios humanos tras compartir un simbólico pan de avena en forma de torta.
Este festival pagano, de especial importancia en tierras escocesas donde se está recuperando en los últimos años, se relaciona con tantos otros rituales primitivos que ya se practicaban por los pueblos antiguos mediterráneos como griegos y fenicios, y que probablemente asimilaron en gran parte los romanos en su expansión y conquista de territorios europeos.
Muchas de aquellas tradiciones sabemos que fueron asimiladas y adaptadas por el cristianismo, dando lugar a prácticamente todas las fiestas actuales vinculadas al calendario litúrgico, pero muchos de los mayos y la Belfane gaélica mantienen su esencia más puramente pagana y popular, vinculada a la naturaleza y la tierra, base de la subsistencia.
Sacrificios y ofrendas para un verano fecundo
En el siglo XVIII la festividad de Beltane todavía se celebraba en las Highlands escocesas recreando más fielmente los supuestos ritos ancestrales, haciendo honor a ese pasado menos romántico de una vida cotidiana mucho más cruel. Cuando sobrevivir una estación más dependía de que las lluvias fueran amables con la tierra, que el pequeño ganado no enfermara o que no llegaran plagas que terminaran con las cosechas o la caza.
Las creencias en las fuerzas de la naturaleza, lo sobrenatural y el mundo mágico se entremezclaban y daban lugar a ritos en los que se hacían ofrendas y sacrificios para llamar a la buena suerte y a la bendición o la buena voluntad de unas primitivas deidades que podían decidir el destino del pueblo a su capricho. En mayo se recibía el esplendor de la primavera y el inminente verano con alegría, pero también con miedo.
Las recreaciones dieciochescas no solo encendían grandes hogeras y bailaban al calor de las llamas bajo el cielo estrellado, también preparaban al fuego una especie de torta de pan de avena que después compartían en un ritual simbólico. Pero uno de los pedazos ocultaba una porción negra con carbón: quien lo recibiera se convertía en el chivo expiatorio de la cailleach Beal-tine, una especie de diosa celta que personificaba el espíritu del invierno.
En el siglo XVIII tan solo recreaban el acto sin llegar a culminarlo, pero en origen sí sabemos que se llevaban a cabo sacrificios humanos con los que contentar a esas deidades mágicas para que fueran bendecidos con un verano de buenas cosechas, ganado fecundo y caza fértil.
La simbología del bannock
Aquel pan o torta sería una versión primitiva del actual bannock, una masa que nos recuerda al pan de soda irlandés y del que existen multitud de versiones evolucionadas a través de las distintas regiones británicas, con especialidades asentadas incluso entre la población indígena canadiense a raíz del contacto con los exploradores y conquistadores del continente americano.
Genéricamente, un bannock es un pan más bien plano, sin levado o fermentación natural, preparado con algún gasificante como bicarbonato sódico y que se suele cocinar en una plancha de hierro, cazuela, sartén o insertado en palos, directamente sobre las llamas o al fuego. Hoy día es una masa muy popular para preparar al aire libre, en campings y excursiones.
En Escocia incluso se confunde con el término scone, pues son preparaciones muy similares, "falsos" panes de origen rústico que se pueden enriquecer con frutas, matequilla o azúcar. Pero su origen es mucho más humilde y rústico. Aún hoy algunas de las recetas familiares preferidas que se mantienen se limitan a cocinarlo con harina de avena o cebada y trigo opcional, suero de mantequilla o leche cortada (buttermilk) y poco más.
En ocasiones especiales, como la fiesta de la Belfane, se acompaña con otros elementos simbólicos como una especie de crema o masa de consistencia similar a unas natillas espesas, formada por huevos e ingredientes lácteos como leche, nata o mantequilla, especias, azúcar o miel y más avena. Estos añadidos representan el deseo de tener buenas cosechas y un ganado sano y fértil en los meses venideros; para potenciar su efecto, se libaba el suelo con la mezcla antes de cubrir el pan y comerlo.
Actualmente el bannock forma parte de las celebraciones que diferentes asociaciones y grupos organizan en torno a las festividades del May Day o Belfane, como la Belfane Fire Society de Edinburgo. En la ciudad escocesa el mayor evento se conoce hoy como el festival del fuego por la espectacularidad de las hogueras y actuaciones que se llevan a cabo, pero hay otras actividades más locales y familiares.
Para recuperar la antigua tradición del sacrificio, el bannock se marca con una cruz antes de cocerlo al fuego, se separa en porciones y una de ellas se vuelve a cocinar hasta que se queda casi carbonizada. Los diferentes panes preparados se trocean, se introducen en un saco, cesto o sombrero, y los presentes deben coger a ciegas su porción, hasta que el destino elige a la "agraciada" víctima de ese año.
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Es inevitable recordar la sorpresa del Roscón de Reyes, aunque en este caso el resultado sea a la inversa. Al menos para el desafortunado que encuentre el pan negro. Los demás podrán disfrutar de sus fecundas cosechas.
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