Una cocina puede estar equipada con multitud de aparatos prescindibles, pero los grandes electrodomésticos son básicos para la vida diaria. Cuando adquirimos una vivienda o reformamos la cocina, queremos que duren muchos años, por eso hay que elegir bien. Quizá tengamos más claro el modelo de nevera o de horno, pero la placa es otro cantar. ¿Gas de toda la vida, vitrocerámica o inducción?
La elección del modelo de placa es algo más peliaguda que la de, por ejemplo un frigorífico, el cual, al final, se reduce a una cuestión de diseño y presupuesto. Pero la placa es el núcleo central de una cocina, el aparato esencial donde vamos a cocinar la gran mayoría de platos, y tiene que resultar cómoda, eficiente y duradera. Es un electrodoméstico que casi esperamos no tener que cambiar nunca, aunque también le llega la hora.
Tengas o no una reforma a la vista, si crees que tu placa de cocina necesita urgentemente la jubilación, tendrás que plantearte qué modelo te conviene escoger para el futuro. Porque ya no se trata solo de marcas y diseños, la elección de la tecnología marcará nuestras rutinas culinarias. Repasemos en qué se diferencian y cuáles son sus ventajas e inconvenientes.
Placas o cocinas de gas o fuego
Todavía se considera como el sistema de toda la vida o tradicional, -aunque más antiguas eran las cocinas económicas o de estufa-, pues ha sido el más común en nuestro país hasta hace pocas décadas. Estas placas pueden instalarse en modelos de encimera individual, o en bloque con el horno inferior, y funcionan mediante gas butano o gas ciudad.
Una cocina de gas ofrece por fuegos de diferentes tamaño formados por quemadores y rejillas o soportes metálicos por donde sale la llama. Se manejan mediante mandos de encendido y control que suelen ser manuales, con forma de ruedecilla, mediante la cual se controla fácilmente la potencia y temperatura.
Estéticamente puede restar puntos precisamente porque la superficie no es lisa, y da menos juego a la hora de aprovecharla como extensión de la encima de cocina. Sus principales ventajas son:
- Se adaptan a todo tipo de recipientes y materiales.
- Se calientan rápido.
- Bajo consumo de energía, especialmente si están encendidas durante mucho tiempo.
- Manejo muy sencillo e intuitivo.
- Permiten controlar mejor la potencia.
- Son imbatibles para largas cocciones de guisos tradicionales, pues mantienen muy bien la temperatura.
- No necesitan estar en contacto con el utensilio de cocina, por lo que también son ideales para salteados y cocinados rápidos.
En cuanto a sus principales inconvenientes, hay que considerar estos puntos:
- Son más tediosas y difíciles de limpiar, por culpa de los quemadores.
- Son algo más peligrosas de usar por los riesgos de quemaduras que implica la llama abierta.
- Hay un mínimo riesgo de fuga de gas.
- Los grandes recipientes no se calientan todo lo rápido que a veces nos gustaría, especialmente si queremos hervir agua o contenidos voluminosos.
- No es raro que, con el tiempo, se estropee la chispa de encendido de algún fuego y haya que recurrir a encendedores manuales hasta su reparación.
Suele ser la opción preferida por los profesionales y los defensores de la cocina más tradicional, pues existe la idea subjetiva de que con fuego la comida sabe mejor y más “auténtica”. Sea como sea, es el sistema habitual de la hostelería, más fácil de controlar con precisión por el cocinero y muy práctico en superficies grandes que trabajan con grandes utensilios.
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Las encimeras de gas independientes permiten elegir la placa separada del horno, una combinación habitual hasta fechas más recientes. Así podemos optar por modelos que se ajusten mejor a nuestra cocina, por ejemplo con un modelo más ancho en el que se añade un fuego extra a los cuatro habituales, para recipientes más grandes o planchas alargadas.
Placas o cocinas de vitrocerámica
Pasamos ya a la energía eléctrica. La vitrocerámica es la evolución de las primeras y primitivas cocinas eléctricas, que aún existen pero que están condenadas a desaparecer por su escasa practicidad y alto consumo.
Una placa de vitrocerámica funciona mediante resistencias eléctricas situadas bajo el cristal vitrocerámico que queda en la superficie a nuestra vista. Son dichas resistencias las que, al activarlas, se calientan y transmiten el calor a través del cristal a lo que situemos encima. Se regulan mediante un termostato interno.
La vitrocerámica llegó a nuestras vidas en las últimas décadas del siglo pasado trayendo una gran revolución en la cocina doméstica, potenciando ahora la eficiencia, la limpieza y el diseño. Entre sus ventajas, destacan:
- Son económicas.
- Diseño más elegante y práctico, permitiendo mantener la cocina más despejada y aprovechar su superficie cuando está apagada.
- Limpieza más sencilla, al no haber obstáculos encima.
- Es una tecnología apta para la mayoría de materiales de cocina.
- Mantienen el calor residual, lo que permite aprovechar la energía durante unos minutos una vez apagadas.
Sin embargo, también hay que considerar los principales inconvenientes:
- Tardan más en calentarse.
- Consumen mucha energía eléctrica; son menos eficientes.
- Hay riesgos de quemaduras, pues la superficie de vidrio se calienta a altas temperaturas y puede ser peligroso si somos despistados o hay niños pequeños. Al no haber llama visible, en ocasiones no somos conscientes de que está muy caliente.
- Además de daños personales, existe el riesgo de quemaduras por salpicaduras o desbordamientos de lo que se está cocinando, o de utensilios como trapos.
- Ese calor residual nos obliga a tener que esperar antes de poder limpiarlas.
- Se rayan con facilidad si no se tratan con cuidado.
Su principal punto fuerte es que son la alternativa barata de la tecnología que analizaremos a continuación, ya que son, en general muy asequibles y no requieren un gran mantenimiento. Las placas de vitrocerámica son las comunes en pisos de alquiler, cocinas pequeñas o viviendas vacacionales. No te atan a ellas tanto si tienes pensado renovarla en un futuro próximo, y son una buena solución para viviendas que no tengan instalación de gas.
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Es interesante buscar modelos que ofrezcan un mando táctil de fácil manejo y con una amplia gama de potencias para cocinar con más precisión. Además de modos automáticos o programables, que suelen incluir los últimos modelos para competir con la inducción, conviene comprobar que incluyen sistemas de seguridad y bloqueo para reducir el riesgo de accidentes.
Placas o cocinas de inducción
Es el sistema más moderno y avanzado tecnológicamente. También funcionan mediante energía eléctrica, pero no lo hacen mediante resistencias, sino a través de un campo magnético. Visualmente se pueden confundir a primera vista con las anteriores, pero la tecnología oculta bajo la placa es muy diferente.
La cocina de inducción actúa en base al principio de la ley de Faraday. Al encenderse, se genera un campo magnético que por sí mismo no produce calor, pero que al entrar en contacto con un material metálico, logra que este se sí se caliente. Y lo hace sin calentar la placa de vidrio, pues transmite ese energía directamente al recipiente que colocamos encima. Sus puntos a favor, por tanto, son múltiples:
- Consumen menos energía, son mucho más eficientes, reduciendo el gasto de la factura de la luz.
- Son mucho más seguras, ya que no hay riesgos de quemaduras al tocar la placa.
- Se enfrían muy rápido.
- En consecuencia, su limpieza es más sencilla y rápida, ya que no hay que esperar a que se enfríe, ni se quedan restos de comida pegada o quemada.
- Cogen temperatura muy rápidamente y transmiten bien el calor.
- Incorporan funciones extra como potencia turbo, programación, programas especiales de cocinado o la conexión inhalámbrica con la campana extractora.
Sin embargo, también presenta desventajas que no hay que perder de vista:
- Es una tecnología mucho más cara que requiere una inversión inicial mayor.
- No es compatible con todos los materiales de cocina. Ciertos utensilios y baterías más antiguas, como las cazuelas de barro o una cafetera moka, podrían no funcionar en una placa de inducción. Pero existen adaptadores para no tener que renunciar a nuestros cacharros.
- También exigen un mantenimiento más cuidadoso para evitar daños del material, y productos específicos de limpieza.
- No permiten aprovechar el calor residual, si bien hay modelos que incorporan la función de mantener caliente.
- Puede costar un poco hacerse con la potencia adecuada a la hora de adaptar nuestras recetas tradicionales, sobre todo si partimos de la experiencia con gas.
¿Cuál elegir?
No existe el sistema perfecto. Es cierto que, a nivel de prestaciones y resultados, el gas o la inducción son las opciones más recomendables, pero la vitrocerámica ofrece una buena solución intermedia para presupuestos más ajustados.
En la decisión final de compra tendremos que tener en cuenta no solo el precio, también el uso que vayamos a dar a la placa de cocina. Por ello, hay que tener en cuenta nuestro estilo de vida, el uso que le vamos a dar, cuántas personas conviven en casa o qué nos resulta más cómodo a la hora de cocinar.
La inducción es perfecta para personas con poco tiempo, familias con niños o vidas ajetreadas. También para usuarios amantes de la tecnología, especialmente si el presupuesto permite optar por modelos más avanzados con innovaciones y funciones añadidas. Los amantes de la cocina tradicional que no temen enfrentarse a las cocciones lentas al fuego, disfrutarán más con el gas. Si la cocina es solo un trámite en nuestras vidas para comer, la vitrocerámica puede ser más que suficiente.
Una vez escogida la tecnología que mejor se adapta a nosotros, habrá que valorar prestaciones, diseños y tamaños, en función del precio y de nuestras necesidades más concretas. En general, se recomienda elegir una placa con, al menos, tres fuegos o zonas de cocción, con opción de zona doble para recipientes especialmente grandes. Y cuanto mayor sea el rango de temperatura o potencia, mejor.
Fotos | Unsplash - Pixabay
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