Cómo abrir un bote o tarro de vidrio (y qué no deberíamos hacer nunca)

Los botes y tarros de vidrio son uno de los envases que más han revolucionado la conservación de alimentos antes de que el frigorífico cambiara nuestras vidas. Además de seguir preparando conservas caseras con ellos, son un recurso fantástico para tener alimentos en la despensa de larga conservación, más bonitos que otros envases de plástico. Tienen un único problema: son condenadamente difíciles de abrir a mano.

Esto es una buena señal, ya que nos indica que el producto está herméticamente cerrado, dándonos mayores garantías de seguridad alimentaria en su producción y almacenaje. Igual que cuando esterilizamos y envasamos botes en casa, los tarros de legumbres cocidas, verduras, confituras, encurtidos o salsas deben estar perfectamente cerrados al vacío, eliminando todo el aire del interior y provocando una especie de succión que adhiere la tapa al tarro como si se hubiera cerrado con cemento.

La tapa es la que nos indica si el bote se ha cerrado y conservado. Antes de comprar o de abrir ese tarro que tenemos guardado desde hace tiempo en la despensa, conviene comprobar que sigue manteniendo ese efecto vacío, ligeramente curvada hacia dentro. En el caso de que la tapadera esté abombada o que ceda al presionarla en el centro, debemos desechar inmediatamente el tarro entero. Ya no merece la pena ni intentar abrirlo, pues podría estar contaminado y ser fuente de toxinas como las que provocan el botulismo.

Un tarro bien envasado hará el característico sonido de ¡pop! al abrirlo por primera vez. Ahora bien, ¿cómo abrir un bote sin rompernos las manos en el intento?

Cómo abrir un bote a mano sin herramientas especiales

Existen artilugios en el mercado que pretenden ayudarnos en esta tarea, con resultados dispares según las experiencias de sus usuarios. En este tipo de accesorios nunca se sabe si se convertirán en nuestro ayudante imprescindible o si terminarán olvidados en un cajón de la cocina.

Nosotros somos más partidarios de las gomas o agarradores, más económicos, más prácticos y fáciles de usar; ocupan menos sitio a la hora de guardarlos y nos suelen dar buenos resultados. Simplemente son una simple goma con distintas texturas que ayudan a agarrar la tapa y abrirla con menor esfuerzo; parece una tontería, pero suele funcionar casi por arte de magia.

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Pero a veces el bote está tan duro que ni estos inventos nos ayudan, y tampoco es cuestión de tener cachivaches para todo. Entonces llega el momento de la creatividad humana y recurrir a los trucos de andar por casa, que solemos aprender de familia o por puro instinto. Que no siempre es el mejor consejero.

La fuerza bruta pocas veces ayuda en estos casos. Si la muñeca te duele y los dedos se están poniendo blancos por falta de circulación, mejor desistir de abrirlos a pelo. Pero tampoco es buena idea darle golpes a la base del bote, algo bastante inútil, ni mucho menos golpear la tapa contra el borde de la mesa o la encimera. Es peligroso, ya que podríamos romperlo y acabar dañándonos o cortándonos con el vidrio.

Al final, la técnica que mejor funciona es la de toda la vida: romper el vacío con un objeto apuntado. Lo más típico y que seguro que todos hemos visto hacer a nuestras abuelas es introducir un cuchillo de punta bajo la tapa y la rosca, buscando abrir un pequeño hueco doblando la tapadera para que se introduzca el aire.

Con ello, y sin aplicar demasiada fuerza, se romperá el vacío, escucharemos ese satisfactorio pop y ya podremos abrir la tapa girándola fácilmente. Tan solo hay que evitar emplear un cuchillo delicado de punta demasiado afilada, ya que podría romperse; mejor probar primero con el cuchillo redondo típico de untar. Y si estás abriendo mermelada, miel o mantequilla de cacahuete, ya tienes el cuchillo listo para preparar las tostadas.

El inconveniente de abrir así los tarros es que no podremos reutilizarlos, o al menos, no con esa misma tapadera, al menos para conservaciones a largo plazo sin nevera. Si dañamos la tapa, ya no podremos garantizar el cierre al vacío.

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