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El día en que EEUU prohibió el pan de molde rebanado y desató la furia de las amas de casa

Con las crisis derivadas de la invasión de Ucrania, los racionamientos que marcaron a Europa a raíz de las guerras de la primera mitad del siglo XX ya no parecen tan lejanos. En plena II Guerra Mundial, también Estados Unidos tuvo que apretarse el cinturón, y encaró un reto que casi provoca una verdadera crisis social: la prohibición del pan de molde. Las familias, lideradas por las amas de casa, no estaban dispuestas a pasar por el aro.

Conocido popularmente como sliced bread, el término se refiere a lo que nosotros llamamos, simplemente, pan de molde o, por asociación a la marca más extendida, pan Bimbo. En España siempre hemos sido más de pan de barra para acompañar las comidas, practicar el bien llamado desayuno español o para bocadillos, pero la cultura anglosajona, particularmente los estadounidenses, adoran el pan de molde.

Por eso nos generan conflicto ejemplos como el último concurso de Madrid Fusión, donde los tipos y cortes de pan responden más a nuestro concepto de sándwich, no de bocata. Sí lo admitimos más abierto, como tostada más para tomar con mantequilla, mermelada, miel, Nocilla/Nutella o queso crema. Tradicionalmente ha sido el pan de las tostadas de desayuno, una clara influencia precisamente anglosajona que hoy abarca otros ingredientes y panes diferentes.

En EEUU adoran el pan ya rebanado embolsado

Que para nosotros sea pan de molde y para los estadounidenses se llame sliced bread dice mucho de las diferencias culturales entre ambos. Y es que ese pan tierno, rectangular y, originalmente, de miga blanca y neutra, marcó para siempre a la sociedad americana cuando comenzó a fabricarse industrialmente, envasado y precortado.

Y por eso casi estalla una crisis social cuando el gobierno anunció medidas para prohibirlo.

"Lo mejor desde el pan rebanado"

La expresión "greatest thing since sliced bread' ("lo más grande" o "lo mejor desde el pan cortado") es un dicho muy popular americano que continúa usándose a día de hoy. Se trata de una referencia al eslogan del primer pan industrial comercializado ya rebanado, lanzando a la venta por primera vez en 1928. Era de la compañía Chillicothe Baking Company de Chillicothe, Misuri, y se anunciaba como "el mayor logro de la industria panadera desde el pan embolsado".

"La nueva máquina eléctrica de cortar pan trabajando en una panadería de San Luis, Mo", Fotografía de la revista 'Popular Science', 1930.

Puede parecernos hoy una nimiedad, pero el invento causó un auténtico furor y en apenas cinco años el 80 % del pan que se compraba en Estados Unidos ya era precortado. Había nacido un producto básico del día a día americano, particularmente de las familias de clase baja y media. Y también conquistaría Europa, aunque con otros matices.

Tras unos primeros intentos diseñando la máquina, fue el pionero Otto Frederick Rohwedder, de Davenport (Iowa) quien presentó la primera máquina rebanadora apta para uso industrial, adquirida por la mencionada compañía, y su segundo aparato fue a manos de Gustav Papendick, quien logró mejorarla para que pudiera automatizar completamente el proceso de rebanado y embolsado.

Pero fue la empresa Wonder Bread, aún en activo, la que desató la locura por todo el país al vender a nivel nacional este tipo de pan de molde. La compañía, fundada en 1921, empezó a comercializar pan de molde rebanado en bolsas en 1930, y cambiaría para siempre la rutina culinaria de los estadounidenses.

El drama de tener que volver a cortarlo a mano

El éxito que supuso este invento en el país americano se refleja en las ampollas que levantó la prohibición del mismo apenas una década más tarde. En 1943, en plena II Guerra Mundial, Estados Unidos también tenía que aplicar políticas de contención económica para hacer frente a la sangría que estaba suponiendo el conflicto, en todos los sentidos. Y había que recortar gastos por todas partes.

Las primeras cartillas de racionamiento se pusieron en marcha en 1942, adelantándose a la escasez de productos y alimentos que no iba a tardar en llegar. Desde el azúcar al nylon, pasando por la mantequilla, el cacao o los neumáticos, la sociedad tuvo que ingeniárselas para tratar de mantener su ritmo de vida con lo que había.

Pero las amas de casa, esas american housewives que a mediados de siglo se desvivían por servir a sus maridos, cuidar del hogar y criar buenos hijos, no estaban dispuestas a renunciar al pan precortado.

Con la prohibición se pretendía ahorrar en materiales de fabricación, no en pan

Según relataba la revista Time en aquellas fechas, como recoge Atlas Obscura, la prohibición era casi tan grave como el racionamiento de la gasolina, y les causaba, desde luego, muchos más problemas. Se describía la situación como un verdadero drama, relatando aterradoras escenas de amas de casa batallando contra el bloque de pan, cuchillo de la abuela en mano, incapaces de cortar rebanadas idénticas que cupieran en la tostadora, destrozando las migas y con estresantes prisas por dejar el desayuno listo antes de que sus maridos salieran a trabajar o llegara el autobús de la escuela.

Se sugería incluso tener que recurrir a los panecillos individuales, pero aquellos estaban destinados a acompañar la cena y eran un último recurso. No podían ni echar mano de otros panes populares en el país, como el de perritos calientes; también esos se comercializaban ya precortados en la fábrica.

No todo vale para ahorrar, ni en tiempos de guerra

En enero de 1943, el secretario de agricultura Claude R. Wickard, al frente de la Administración de Alimentos de Guerra, declaró oficialmente ilegal la venta de pan de rebanado. No se trataba de recortar la venta del propio pan, sino de ahorrar en materiales de producción y fabricación.

El objetivo era ahorrar en papel encerado y otros envoltorios que exigía el pan de molde precortado, así como en costes de maquinaria, particularmente de acero alelado. Pero el país no estaba dispuesto a renunciar a su amado producto, alimento básico de desayunos, almuerzos, recreos, meriendas y picoteos entrehoras. Los panaderos más locales tampoco.

El pan rebanado era un pilar "para la moral y la cordura de un hogar"

La prensa de la época empezó a recibir airadas cartas de lectores, más bien lectoras, expresando su indignación y drama personal ante la obligada renuncia de lo que consideraban un pilar de la familia. "Me gustaría hacerle saber lo importante que es el pan de molde para la moral y la cordura de un hogar", relató una tal Sue Forrester, de Fairfield (Connecticut), al periódico The New York Times. Era imposible para ella cortar a mano rebanadas idénticas que no causaran conflicto cada mañana, teniendo que lidiar con las comidas de su marido y cuatro hijos.

Sus cinco hambrientos familiares exigían el consumo de cinco tostadas y dos sándwiches diarios por cabeza lo que sumaban unas 25 rebanadas, sin contar las de la pobre mujer. Y tenía que tenerlas listas cada mañana, antes de la jornada laboral y escolar, todas perfectas, sumando así trabajo extra al resto de quehaceres cotidianos -ese zumo no iba a exprimirse solo ni el café iba a aparecer por arte de magia en la taza del marido-. Un verdadero drama.

Mientras tanto, en Nueva York se intentaron apaciguar las aguas permitiendo que las panaderías que ya tuvieran una máquina rebanadora, la siguieran usando. Pero la medida del alcalde LaGuardia se le volvió en su contra, ya que generó un gran conflicto en el sector y dio lugar a la picaresca con actividades ilegales.

La tensión social llegó a tal punto que el 8 de marzo del mismo año se levantó la prohibición en todo el país. Aunque tenía a la sociedad y a la prensa encima, Wickard nunca llegó a reconocer las airadas reacciones de los consumidores ni del sector panadero, simplemente declaró que la medida no estaba dando los resultados previstos, no se ahorraba tanto y al final sí que había suficiente material para embolsar el pan.

Así que, mientras la guerra continuaba a miles de kilómetros de distancia, los estadounidenses pudieron volver a disfrutar de sus tostadas y sándwiches habituales, con rebanadas perfectas y listas para coger y servir en cualquier momento de necesidad.

Sándwich de ensalada de atún, un almuerzo clásico de los trabajadores estadounidenses.

Se calcula que para finales de la década de 1950 cada ciudadano consumía, de media, seis rebanadas diarias de pan blanco precortado industrial, convertido ya en todo un símbolo de la propia sociedad americana. Todavía faltaban algunos años para ser objeto de ataques de los movimientos contraculturales, que ligarían a este tipo de pan a una sociedad blanca opresora, consumista y esclava de los ultraprocesados vinculada incluso a la clase obrera.

Hoy, el pan blanco de sándwich de toda la vida sobrevive conviviendo con el pan artesanal (artisan bread), el auge de las hogazas de masa madre y los panes de molde integrales, multicereales o repletos de reclamos nutricionales, exactamente igual que en España. Pero esa es otra historia.

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