Puede que la mente, cuando hablamos de Islas Canarias y agricultura, nos traslade a un mundo dominado por las plataneras en la actualidad. Sin embargo, el emblema por antonomasia de la agricultura canaria tiene una vida relativamente reciente en el archipiélago.
Todo lo contrario de lo que fue, hace siglos, el gran monopolio agrícola de las Islas Canarias y que ahora, siglos después de su cultivo masivo, sobrevive en muy pequeñas producciones enfocadas a un uso bien distinto.
De ser base de la economía a una participación residual, la historia de la caña de azúcar en las Islas Canarias es una auténtica lección de economía en la que coexisten globalización, proteccionismo, esclavitud, monopolios o competencia desleal.
Problemas que, como entendemos, pueden sonar muy modernos, pero que desde el siglo XVI ya salpicaron al que había sido el gran cultivo de las Islas Canarias: la caña de azúcar.
De los orígenes orientales a la proliferación de ingenios, pasando por el desarrollo de las industrias americanas, la caña de azúcar en las Islas Canarias es la historia del auge, desarrollo y declive de una industria que hoy pervive principalmente para la elaboración de ron.
La joya que llegó de Oriente
Como tantos otros cultivos, la caña de azúcar aterrizaría en el Mediterráneo occidental con la llegada de los árabes. Si bien se conocía su presencia en la antigua Roma, no sería hasta ya la Edad Media, a través de la expansión islámica, cuando la caña de azúcar (Saccharum officinarum) aparecería de forma multitudinaria.
Sin embargo, los climas europeos no eran los propicios para el desarrollo de esta planta habituada a los terrenos tropicales de abundantes precipitaciones y altas temperaturas. ¿Todos? No. No todos. Cuando las Islas Canarias son conquistadas a finales del siglo XV por la Corona de Castilla, se abre un nuevo mundo, irreal para el Viejo Continente, de un clima subtropical donde la caña de azúcar podía tener cabida.
Con la salvedad de la Costa Tropical andaluza, donde ya se cultivaba caña de azúcar desde la conquista musulmana de la península, no había territorio continental en el que aquella planta arraigase. El éxito previo de la isla de Madeira, posesión portuguesa desde el año 1455, daba pie a que aquellas recién conquistadas Canarias pudieran replicar el cultivo de aquel lujo asiático.
El 'oro blanco' de los primeros ingenios
Cuenta Ramón Díaz Hernández en El azúcar en Canarias cómo evolucionó la riqueza canaria en base a aquel práctico monopolio en el que las islas vivieron hasta el primer cuarto del siglo XVI.
América aún no había sido descubierta y Europa tenía en sus manos, muy cerca del continente, unas islas con potencial suficiente para convertir aquel objeto, antes de lujo, en algo más asequible para las grandes mesas continentales. No hablamos de un producto cotidiano ni tampoco barato, pero sí algo más cercano.
Sin embargo, el desarrollo de la industria de la caña de azúcar en Canarias también dejó vencedores y vencidos. Solo las islas occidentales (La Palma, Hierro, Gomera, Tenerife y Gran Canaria) se pudieron subir a este carro.
En ellas se daban las condiciones climatológicas que la caña de azúcar necesitaba: agua en abundancia, calor y, sobre todo, madera suficiente para alimentar los ingenios azucareros, que demandaban grandes cantidades de leña para la conversión de aquella trituración de la caña de azúcar en lo que luego sería el propio azúcar. Fuerteventura y Lanzarote quedaron fuera de la ecuación inicial.
También la industria demandaba mucho trabajo, razón por la que en los primeros ingenios azucareros se utilizó de forma masiva a mano de obra libre y a esclavos. Guanches, beréberes, mulatos y negros sirvieron así en los primeros ingenios canarios, siendo la zafra –la tarea de recolección de la caña de azúcar– un durísimo trabajo que, incluso en trabajo libre, se hallaba bien remunerado.
La competencia americana
Aquel boom duraría poco. El descubrimiento de América supuso para las Islas Canarias el fin de un monopolio económico basado en el azúcar. La extensión del cultivo de la caña de azúcar al recién descubierto continente era inevitable. Más extensión y mejores condiciones climáticas supusieron, como explica Ramón Díaz, la pérdida de la importancia de la caña de azúcar canaria.
Aún se mantuvo varios siglos, hasta ya bien entrado el siglo XVII, pues el azúcar canario seguía gozando de predicamento por su calidad. Sin embargo, era imposible competir en costes con las amplísimas plantaciones americanas, mucho más extensas y mejor adaptadas para una economía de escala que además contó con una sobreabundancia de mano de obra esclava, principalmente del África subsahariana.
La excepción del ron
De esta manera, prácticamente todos los ingenios de las Islas Canarias fueron cerrando paulatinamente, habida cuenta de la poca rentabilidad que ya ofrecía la caña de azúcar, incapaz de plantar cara al azúcar que llegaba de América y que ya comenzó a inundar Europa a mediados del siglo XVII. Algo a lo que también contribuyó enormemente Portugal, que hizo lo propio con la expansión de los ingenios azucareros en sus colonias brasileñas.
Sin embargo, se abrió una puerta que hoy, desde hace 140 años, supone una curiosa rareza: la elaboración de ron. Como sucede en la empresa grancanaria Arehucas, decana en la fabricación de este destilado. Parte de esta curiosidad está en que, en origen, la fábrica de San Pedro, situada en el municipio de Arucas, estaba destinada a la producción de azúcar. Aquí utilizan sus propios campos de caña de azúcar para fabricar ron y, seguramente, fueran las Islas Canarias el primer lugar del mundo donde se destilaría ron tal y como lo conocemos.
Mucho más tarde expandido por la misma América a la que llegaría la caña de azúcar, la realidad es que, aún sin haber testimonios escritos, se puede dar por hecho que los primeros rones formarían parte de destilaciones canarias.
Un legado que en empresas como Arehucas mantienen, realizando la zafra de sus propias fincas, utilizando luego el guarapo (jugo prensado de la caña de azúcar) para la elaboración de sus rones. Un concepto curioso, pues el uso del guarapo no es lo habitual en el mercado de los rones.
De hecho, utilizar esta parte –y no la melaza, que es lo más extendido– es una rareza cualitativa que se hace en muy pocas partes del mundo. Apenas Arehucas y los llamados rones agrícolas, elaborados en las excolonias francesas, recurren al guarapo, más delicado, para la destilación. Justo lo contrario que se suele hacer en la industria, donde predomina la melaza.
Imágenes | Arehucas
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