Este es el error más común que se suele cometer al hacer un sofrito y no tiene fácil solución

Base de la cocina tradicional, el sofrito puede echarse a perder con este sencillo gesto

Prácticamente no hay manera de concebir la cocina española, al menos si hablamos de los platos más tradicionales, sin iniciar la aventura con un sofrito. Es cierto que no forma parte de todos nuestros platos, pero es una forma muy habitual de comenzar muchísimas recetas.

Prácticamente todo guiso va a comenzar con esta base en la que lo más normal es que haya ajo, cebolla y pimiento verde. En otros casos también se suele añadir puerro, E, apio o tomate rallado, que son frecuentes también en esta preparación.

Base de un sinfín de platos tanto de carne como de pescado, así como de legumbres u hortalizas, el sofrito es imprescindible en una buena parte de recetas que necesiten ese fondeo de verduras previo.

Podemos hablar de las patatas a la riojana, pero también de las lentejas guisadas o incluso de platos con mucha más contundencia como el rabo de toro o las siempre bienvenidas sopas de pescado.

Sin embargo, hay un error de bulto que se comete con relativa frecuencia con los sofritos y no solo tiene que ver con un ingrediente en cuestión, sino también con cómo y cuándo se añade al sofrito.

Ya no hablamos de una cuestión de cantidades –aunque importa– sino del momento en que vamos a incorporar a un ingrediente clave a esta preparación. Si nos pasamos de cantidad, será demasiado invasivo. Si nos adelantamos en su inclusión, seguramente acabemos cargándonos el plato y tengamos que reiniciar el sofrito.

El error más habitual al hacer un sofrito

Hablamos, ni más ni menos, que del ajo. Un error muy común al hacer sofritos es ser demasiado minucioso con el ajo, arriesgándonos así a que se cocine más de la cuenta. Por eso, cuando hacemos un sofrito, lo primero que debe formar parte de este fondo es la cebolla y luego ya agregaremos el ajo.

Si incluimos primero el ajo, que tiene mucho menos agua que la cebolla, nos arriesgamos a que se tueste –llegando incluso a quemarse–, lo que da sabores amargos al sofrito. Por este motivo, lo primero que debemos incluir son ingredientes con más humedad para que luego el ajo no se queme.

Aparte de eso, no es una cuestión solo de cuándo añadirlo, sino también de cómo lo añadimos. Si empezamos un sofrito con un ajo demasiado finamente laminado o muy picado, nos arriesgamos también a que se cocine demasiado rápido, trasladando esos sabores a quemado y a amargo que no queremos en el sofrito.

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Razón por la que lo más recomendable es picar el ajo no de manera muy exhaustiva o, si lo añadimos laminado, que no sea en láminas demasiado finas para que así no se queme.

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