Este es el peor error que puedes cometer al guardar frutos secos en verano (y hasta el envase te lo dice)

No importa que hables de cacahuetes, anacardos, almendras, nueces, avellanas o pistachos…

Amable, sabroso y saludable. El mundo de los frutos secos lo tiene todo para conquistarnos a través del paladar y de lo nutricional. Avellanas, almendras,  nueces, pistachos, anacardos, cacahuetes, nueces pecanas, nueces de Macadamia…

La legión de frutos secos que aguardan en los lineales de los supermercados y en las tiendas es abrumadora y, aunque sabemos qué frutos secos son más recomendables, no siempre sabemos cómo conservarlos decentemente.

Especialmente en verano, una época siempre controvertida en lo que a conservación se refiere. Sin embargo, es muy habitual que no prestemos la debida atención a los frutos secos, valiéndonos de ese concepto de 'secos' que nos invita a que los abandonemos en prácticamente en cualquier lugar de nuestra casa, cocina o despensa, sin prestar atención a que no son todos estos rincones los más adecuados para su perfecta conservación.

Al contrario de lo que sucede con los productos refrigerados que, evidentemente, lo van a pasar mucho peor en verano y con los que conviene extremar las precauciones, los frutos secos pasan a un limbo en el que normalmente nos importa menos cómo y dónde los guardamos. Hasta que es demasiado tarde.

Algo que no nos sucede, por poner ejemplos, con los huevos, con los yogures o con otro tipo de lácteos frescos, a los que conservamos a buen recaudo en la nevera. También lo mismo que debemos hacer con embutidos cocidos, así como otras carnes, en especial las más perecederas.

Por este motivo, conviene entender que el verano no es un buen amigo de los frutos secos y que, precisamente, no es un buen amigo por los motivos nutricionales que más nos suelen interesar de los frutos secos: sus grasas.

Como hemos mencionado en otras ocasiones en DAP, los frutos secos son un alimento completísimo que tienen una buena cantidad de proteínas, de hidratos de carbono y también de grasas, generalmente insaturadas, lo que nos permite establecer paralelismos en cuanto a bondades nutricionales –en el apartado de los lípidos– con el aceite de oliva.

Con este símil se entiende fácilmente que, como podéis interpretar, las grasas no se llevan nada bien con el calor, las altas temperaturas o la exposición solar, enranciándose y ofreciendo esos sabores desagradables si se conservan en lugares calientes o muy expuestos a la luz, tanto natural como artificial.

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Por este motivo, los frutos secos –tanto en verano como en invierno– deberían estar guardados en un lugar fresco y seco (como suelen indicar los envases) y poco expuestos a la luz, así como a fuentes de calor, pues van a acelerar su degradación y van a ser responsables de los sabores rancios que se van a producir por la oxidación de esas deliciosas grasas.

Imágenes | Freepik

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