Tres ingredientes hacen falta para bordar una receta que resuelve una merienda
El sándwich mixto, una de las pocas formas de honrar al generalmente insulso pan de molde, es un alegato al mundo de la merienda de cafetería, de desayuno calmado y de parar, aunque sea un cuarto de hora, el tiempo.
Mixto porque sus únicos dos ingredientes, más allá del pan, son jamón y queso, un combo generalmente imbatible. Luego, evidentemente, tiene que participar la mantequilla y redondear la función. Porque todos sabemos que la vida con mantequilla, al menos de vez en cuando, es una vida mejor.
Sin embargo, hacer bien un sándwich mixto en casa no es una tarea menor. Es lógico que no vamos a tener los enormes y candentes planchones que proliferan en bares y cafeterías, donde alinear casi con escuadra y cartabón fácilmente una media docena de sándwiches.
Más allá de no tener la plancha, que no es tan necesaria para bordar el sándwich mixto, encuentro mucho más necesario prestar atención a dos detalles de vital importancia para que el sándwich mixto sea perfecto.
No. No vengo a daros la barrila con que utilicéis un jamón cocido que esté bueno de verdad. Tampoco a pontificar sobre quesos que fundan más o menos. Y menos a deciros que compréis un pan de molde de un obrador donde el kilo de pan salga a doce euros.
Todo eso ya lo sabéis, así que os ahorraré el martirio: con buen producto, bien se planchea. Pero, más allá de eso y de tener claro que lo necesario en casa para que un sándwich mixto salga bien es que la plancha esté muy caliente, hay detalles que marcan la diferencia.
No, tampoco os voy a decir que no seáis tacaños con la mantequilla, pues doy por hecho que eso no va a ser el problema. El detalle más importante, sobre todo si vamos justitos de tiempo y queremos disfrutar de un sándwich mixto en casa, está en la temperatura de los ingredientes.
El peor error que podemos cometer es fiarnos de la temperatura exterior para creer que el sándwich está listo. Por eso, lo que veo en muchas cafeterías y que os aconsejo que repliquéis es que cocinéis el sándwich por separado.
No hace falta complicarse más de la cuenta. Lo único que debéis hacer es cocinar el jamón cocido, con la plancha caliente, y colocar sobre él la loncha de queso que queráis. Es un fundamento bastante parecido al de la smash burger y, en general, al mismo para cualquier tipo de hamburguesa.
Una vez que hayáis cocinado ligeramente el jamón, el queso además se habrá empezado a fundir. Insisto: no hace falta mucho. Lo suficiente para que el jamón se atempere, coja un punto crujiente muy leve y el queso ya empiece a deshacerse.
Después sólo tenéis que meter ambos dentro del sándwich, untar de mantequilla y cocinar por ambas caras –si es posible, haciendo algo de presión– hasta que esté bien dorado.
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