El futuro de la Tierra parece desolador pero hay motivos para ser optimistas. El crecimiento de la población, con el aumento de la contaminación y la sobreexplotación de los recursos, son las grandes amenazas del planeta, con la reducción de residuos como gran reto. Y es una problemática que nos atañe a todos y en la que cada uno jugamos nuestro papel.
La ONU centra este año el Día Mundial del Medio Ambiente en la cuestión de la contaminación por plásticos, pero nosotros queremos aprovechar para repasar todos los aspectos clave de la separación de residuos en nuestra cocina. ¿Seguro que sabemos cómo y dónde se tira cada cosa? ¿Qué se puede reciclar? ¿Cómo reducir el impacto de nuestros desechos? Con esta guía intentaremos que ya no haya más dudas.
Reducir, reutilizar y reciclar
Lo que no se tira no contamina y por tanto no hace falta reciclarlo. Es decir, lo primero que deberíamos plantearnos es la necesidad de reducir nuestros propios residuos. ¿Cómo hacerlo? Tomando conciencia de la importancia de no desperdiciar comida con una compra y cocina responsable, y apostando por materiales reutilizables. Es la regla de las tres R: reducir, reutilizar y reciclar.
Gran cantidad de la basura que generamos se produce por alimentos estropeados y por la tiranía del plástico que invade todo. Reducir el desperdicio y adoptar prácticas más sostenibles, como la compra a granel o reutilizar envases que no contaminen es un primer gran paso.
Hay quien consigue reducir su basura al mínimo, pero como no es fácil podemos aplicar en casa una separación básica de los residuos para su reciclaje. Para ello hay que tener muy claro qué estamos separando y dónde habrá que depositar cada producto. La cocina es la zona de la casa que más desechos genera, y también de los más problemáticos por la diversidad de naturalezas.
Si está manchado o tiene restos de comida, ¿es basura orgánica o envase?
Es una de las dudas más frecuentes a la hora de separar residuos: ¿qué hacemos con los envases reciclables pero que están manchados? En general deberíamos limpiar todo lo posible los envases que se puedan reciclar, vaciando el contenido y enjuagando bien botes, botellas, yogures, tetrabricks, etc.
En el caso del papel es casi imposible limpiar la suciedad, especialmente la grasa, por eso solo deberían destinarse al contenedor azul papeles y cartones totalmente limpios. Por ejemplo, no podemos echar un cartón de pizza manchado.
Sin embargo, si en nuestra ciudad ya existen los contenedores de residuos orgánicos, ahí sí podemos depositar papel de cocina sucio, servilletas de papel usadas, bolsitas de té usadas o papel y cartón sucios de salsas o aceite.
Contenedor gris de tapa marrón: residuos orgánicos (los restos de comida)
Hasta hace poco lo habitual era destinar al mismo contenedor gris toda la basura que no correspondiera al amarillo o azul. Ahora cada vez más ciudades están implementando un sistema de separación de residuos orgánicos para reciclarlos de forma eficiente y obtener nuevos recursos como energía o fertilizantes. Suele ser un contenedor gris de tapa marrón.
¿Qué se considera un residuo orgánico reciclable? Prácticamente todos los restos de comida que salen de nuestra cocina:
- Restos de frutas y verduras: productos echados a perder, huesos y semillas, pieles, hojas...
- Residuos de carnes y pescados: huesos, pezuñas, pieles, espinas, cabezas, aletas, órganos, sangre, grasa, plumas...
- Restos de productos de panadería: pan, pan de molde, galletas, dulces...
- Sobras de comida cocinada.
- Huevos: enteros, yemas, claras o cáscaras, de cualquier especie, crudos o cocinados.
- Desperdicios de frutos secos: enteros, cáscaras o pieles. Residuos de mariscos: patas, cáscaras, conchas...
- Posos de café, té e infusiones, incluyendo bolsitas individuales aunque tengan grapa.
- Restos de hierbas y plantas: hojas y tallos de aromáticas, residuos de tierra, semillas, flores...
- Papel absorbente de cocina, servilletas de papel y platos o bandejas de cartón manchados con restos de comida.
- Cualquier papel y cartón de celulosa que tenga restos alimentarios (por ejemplo, de carnicería).
- Cajas de cartón de pizza y otras comidas preparadas.
- Tapones de corcho: los tradicionales de las botellas, vigilando que no sean sintéticos.
- Palillos, palitos de helado y brochetas que no sean de plástico o metal.
Si en nuestra ciudad o barrio aún no existe la separación de residuos orgánicos, utilizaremos el contenedor gris habitual como de costumbre.
Contenedor amarillo: envases plásticos y metálicos
El contenedor amarillo se relaciona con los "plásticos", pero más bien deberíamos hablar de envases. Lo ideal sería vaciar y limpiar bien cada producto con restos orgánicos para facilitar un reciclaje verdaderamente efectivo; en algunos países como Japón es una práctica habitual por la que te pueden llamar la atención si no la cumples.
Casi todos los envases no orgánicos que usamos en la cocina tienen como destino el contenedor amarillo:
- Bricks de leche, zumo, salsas, vino, gazpacho, cremas, nata y otras bebidas y líquidos. Lo adecuado es vaciar, enjuagar y doblar.
- Botellas de plástico de refrescos y otras bebidas.
- Bidones y garrafas.
- Latas de bebidas, refrescos, cervezas o similares.
- Latas de conserva. Metálicas y sin restos de alimento, preferiblemente sin nada de grasa o aceite, muy contaminante.
- Tapaderas metálicas de frascos de vidrio.
- Tapones de plástico.
- Envases y tapas de yogur (no de vidrio, barro o cerámica) y postres lácteos, limpios.
- Tarrinas y envases plásticos de mantequilla, margarina y similares.
- Envases plásticos de quesos y productos similares.
- Vasos y platos de plástico, sin restos de comida.
- Bandejas de aluminio.
- Bandejas de poliespán (corcho blanco).
- Plástico film transparente.
- Papel de aluminio.
- Cajas pequeñas de madera limpias.
- Blísters de comida preparada (envases de sándwiches, ensaladas listas para tomar...).
- Vasos de máquinas expendedoras de café y otras bebidas.
- Bolsas de red de la fruta y verdura.
- Redes o fijadores de packs de latas.
- Bolsas de aperitivos, golosinas, snacks y similares, totalmente vacías.
- Bolsas de plástico de productos frescos y congelados.
- Barquetas, cestas y cajas de alimentos de plástico.
- Bolsas de plástico de la compra.
Contenedor azul: papeles y cartones sin manchar
El caso del contenedor azul parece el más fácil y obvio, aunque yo sigo encontrando cada semana en mi barrio ejemplos de un uso indebido. Intuyo que es más por pereza y dejadez que por desconocimiento, pero aún así no viene mal recordar qué podemos depositar aquí.
- Cualquier papel o cartón limpio sin partes de plástico.
- Hueveras (sin restos de huevo que se hayan podido romper).
- Cajas de cartón de cereales, galletas arroz, cuscús, harinas...
- Bolsas de papel.
- Papel absorbente de cocina limpio (importante: nada de aceite).
- Barquetas y cestas de cartón.
- Servilletas y papeles de celulosa limpios.
- Embalajes de cartón de los yogures y otros productos refrigerados o congelados.
Lo más importante a la hora de reciclar papel y cartón es procurar que siempre estén limpios, sin restos orgánicos, y sin plásticos u otros materiales adheridos.
Contenedor verde: solo vidrio
El "contenedor del ruido", como dice alguien de mi familia, que usaremos solo en horas oportunas si no queremos que los vecinos nos odien por despertarles de la siesta. En cualquier caso, con el contenedor verde deberíamos tener muy clara la diferencia entre vidrio y cristal: nada de copas, vasos o similares.
- Botellas de vidrio: vino, licores, zumos, refrescos, salsas, agua, gaseosa, cerveza... idealmente, enjuagados, sin tapones o corcho y sin las etiquetas.
- Garrafas de vidrio.
- Frascos de conservas sin las tapas.
- Frascos o tarros de mermeladas, confituras, salsas y otros alimentos, sin las tapas.
- Vasos de yogur y otros postres lácteos de vidrio (no barro o cerámica).
Las conservas habría que vaciarlas muy bien y limpiarlas para no depositar restos orgánicos. También es buena idea reutilizar estos envases, la mayoría son muy prácticos para guardar legumbres, semillas, especias o nuestras propias conservas.
Contenedor gris de tapa naranja, o el gris de toda la vida
Es el contenedor "de restos", donde en teoría se deposita todo lo que no tiene lugar en los anteriores, o el último recurso si no lo tenemos muy claro. Aquí entrarían todos los residuos orgánicos ya enumerados en el primer apartado, siempre que nuestra zona no aplique aún la separación adecuada.
- Cualquier residuo orgánico con restos de comida, cocinada o cruda, de cualquier naturaleza.
- Papel o plástico encerado (el típico de charcutería).
- Chicles, caramelos, gominolas y chucherías varias.
- Los estropajos y paños de limpieza de la cocina.
- Plásticos que no aparecen en la categoría del contenedor amarillo, como guantes.
- Pequeños textiles.
- Utensilios de cocina: espátulas, varillas, lengüetas...
- Cubertería (salvo la desechable de plástico).
- Cristalería: vasos y copas.
- Cerámica y porcelana.
- Vajilla en general (salvo los plásticos y cartones reciclables).
- Bombillas (no tubos fluorescentes).
- Cuchillas (como las que se usan para greñar el pan).
- Menaje de cocina pequeño en general.
- Suciedad recogida de la limpieza (polvo, pelo, grasa, arena, cera, ceniza...).
- Arena de gato o de roedor doméstico.
Puntos limpios: aceite, cápsulas de café y más
Todavía nos quedan residuos típicos de cocina que no corresponden a ninguno de los contenedores específicos; son los más conflictivos y requieren depositarse en un punto limpio. Son espacios fijados por cada ayuntamiento; normalmente hay puntos fijos y otros móviles que se desplazan siguiendo un horario a los distintos barrios o pueblos.
Los productos destinados a los puntos limpios más frecuentes en la cocina son:
- Aceites culinarios. Se pide que esté limpio, filtrado de impurezas, y normalmente hay que vaciar el envase donde lo traslademos en el contenedor adecuado. Aunque algunos puntos móviles cogen directamente el aceite que llevemos tal cual y se ocupan ya ellos.
- Cápsulas de café (se pueden llevar también a establecimientos autorizados).
- Sartenes, cazuelas, moldes y ollas, sobre todo los más grandes.
- Tubos fluorescentes (también recogen bombillas convencionales).
- Pequeños y grandes electrodomésticos, desde una batidora hasta la nevera.
- Grandes textiles.
- Pintura y colorantes de uso no culinario.
- Espejos.
- Pilas y baterías.
- Pequeños escombros de posibles obras o reformas.
- Medicamentos o sustancias potencialmente tóxicas.
- Mecheros.
Ante la duda sobre dónde tirar un determinado producto siempre podemos recurrir a los servicios del ayuntamiento de nuestra localidad, que además suelen editar guías de uso muy claras, incluso con material destinado a los niños para que se involucren desde pequeños.
El reciclaje se ha puesto en duda en más de una ocasión pero está claro que algo hay que hacer con la enorme cantidad de basura que genera cada hogar medio. Cuanto más precisa sea la separación de residuos, más eficiente será el reciclaje, contaminando menos y gastando menos recursos.
Y vuelvo a incidir en lo anteriormente comentado: si gastamos o consumimos menos y reutilizamos más, tendremos menos que preocuparnos en reciclar.
Fotos | iStock - JosEnrique
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