Hace un siglo comprar comida congelada era de pobres y cutres. Hasta que alguien en EEUU aprendió una lección de los inuit

De nueva cuenta, sistemas rústicos de conservación de alimentos dieron pie al nacimiento de una gran industria alimentaria: el pasillo de congelados del súper

Las grandes invenciones en la cocina o en la industria de los alimentos siempre han tenido algunos factores en común: o nacen a partir de la necesidad de su aprovechamiento, o son consecuencia de una inventiva resolución ante la falta de recursos. Por ello, es de admirar la historia de cómo, en un viaje de investigación con los inuit de Canadá (antes Terranova y Labrador), un hombre dio inicio a lo que ahora conocemos como la industria de los alimentos congelados.

La industria alimentaria moderna es impensable sin la existencia de los alimentos congelados: desde verduras y carnes hasta pizzas y helados; la congelación nos permite disfrutar de una gran variedad de productos frescos durante todo el año. Sin embargo, pocos saben que la historia de la comida congelada comenzó con un solo hombre: Clarence Birdseye.

Nacido en 1886 en Brooklyn, Nueva York, Clarence se sintió atraído por la naturaleza y la aventura, lo que lo llevó a enlistarse en el Amherst College, pero que tuvo que abandonar por problemas económicos.

Sin embargo, no dejó de realizar viajes por todo el mundo como investigador para varios departamentos gubernamentales, para los que realizó proyectos como la recolección de garrapatas en Montant para intentar encontrar la causa de la fiebre maculosa de las Montañas Rocosas.

En uno de estos viajes a Labrador (actualmente territorio de Canadá) en 1912, Birdseye tuvo una gran relación y cercanía con los pobladores de las tribus originarias de las regiones del ártico de los Estados Unidos, lo que lo llevó a observar no sólo el comportamiento de sus pobladores en su contexto social, sino que también observó cómo los esquimales utilizaban técnicas de conservación de alimentos utilizando el hielo no sólo para prolongarla vida de las proteínas que pescaban, sino también, para mantener su sabor fresco después de haberlo sacado del agua.

Un vistazo al pasado de los alimentos congelados

Aunque se conocían las propiedades del hielo en la conservación de alimentos durante los primeros años del siglo XX con la invención de métodos para congelar el agua, lo cierto es que uno de los precursores de la conservación de productos comestibles fue Thomas Sutcliffe Mort, que desarrolló un medio artificial para crear hielo con el que los productos se mantenían frescos por cierto tiempo, sin embargo, al intentar congelarlos se convertían en papilla por las propiedades del agua, ya que, cuando el agua se congela, se expande; razón por la que los alimentos se deforman y éstos pueden tener un sabor desagradable si no se congelan bien.

Intrigado por el fenómeno de la aplicación del hielo a los alimentos, Birdseye comenzó a experimentar con diferentes métodos de congelación, Descubriendo que la clave para preservar la calidad de los alimentos era congelarlos rápidamente a temperaturas muy bajas. Esto impedía la formación de grandes cristales de hielo que dañaban las células de los alimentos, lo que provocaba su deterioro al descongelarse.

En 1924, Birdseye patentó su proceso de congelación rápida, que utilizaba placas metálicas para congelar los alimentos de forma uniforme. Este invento revolucionario marcó el nacimiento de la industria de alimentos congelados. Sin embargo, al año siguiente, Birdseye fundó su primera empresa, Birdseye Seafoods, para comercializar sus productos de pescado congelado. 

Aunque al principio la empresa no tuvo éxito inmediato ya que los consumidores no estaban familiarizados con los alimentos congelados y dudaban de su calidad, Birdseye no se rindió, realizó campañas publicitarias para educar al público sobre los beneficios de la comida congelada y demostró la calidad de sus productos en ferias y eventos. Poco a poco, los consumidores comenzaron a aceptar la idea de los alimentos congelados y la demanda de los productos de Birdseye creció.

De los lagos de Alaska a los supermercados

En 1929, Clarence vendió su empresa y todas sus patentes a Postum Company, que actualmente forma parte de General Foods. Con el tiempo, lanzaron una línea completa de productos alimenticios congelados llamada Birds Eye, en honor a su fundador. 

Sin embargo, el auge de la comida congelada llega en las décadas de 1930 y 1940, cuando en los supermercados era ya común ver islas de productos congelados, y aunque el gobierno de Estados Unidos desalentó su compra para darle prioridad a los alimentos enlatados (con la excusa de que se podían enviar a largas distancias sin congelar para los soldados en la guerra), lo cierto es que las personas continuaron comprando productos congelados después de la Segunda Guerra Mundial, llegando a consumir hasta 360 millones de kilos entre 1945 y 1946.

Clarence Birdseye falleció en 1966 a la edad de 79 años, dejando a la posteridad un invento que ha tenido un impacto profundo en la forma en que comemos hoy en día. Si bien la comida congelada es algo cotidiano que nos permite disfrutar de alimentos frescos y nutritivos durante todo el año, no podemos dejar de pensar en Birdseye como el padre de la comida congelada, cuyo legado continúa vivo en la industria alimentaria mundial.

Fotos de Wikimedia

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