La historia del Vino Mariani, el Burdeos con hoja de coca que conquistó al Vaticano

Si pusiéramos sobre un tapete al papa León XIII, al escritor Émile Zola, a Ulysses S. Grant, presidente de los Estados Unidos y a un agricultor peruano del Altiplano andino podríamos decir que la ecuación es, cuanto menos, confusa. Si a este ejercicio de álgebra decimonónico le añadimos la figura del químico alemán Friedrich Gaedcke puede que las cuentas sigan sin salir. Solo os diremos el denominador común: el vino Mariani, elaborado con hojas de coca.

Conocida desde hace siglos por los indígenas americanos, que mascaban -y mascan- las hojas de este arbusto andino para mitigar el cansancio en sus travesías de montaña. A través de cada mordida, la cocaína, un poderoso alcaloide presente en las hojas de algunas especies del género Erythroxylum, se libera, produciendo reacciones anestésicas y analgésicas, amén de poseer ciertas propiedades estimulantes que permitían a los campesinos andinos realizar largas marchas sin apenas fatiga.

Un médico italiano que trae en jaque al Vaticano, Sigmund Freud y un tónico vigorizante

Portada de Le Figaro con el presidente McKinley y el Papa León XIII; anuncio en prensa con las personalidades que recomendaban Vin Mariani y carta de Thomas Alva Edison a Angelo Mariani. Fuente: VinMariani.fr

No deja de haber cierta ironía cuando uno piensa como este reconstituyente alabado por León XIII le debe mucho a un fisiólogo y químico italiano, Giussepe Mantegazza, con quien la Santa Sede mantenía una tirante relación tras ser este defensor de, entre otras causas, el darwinismo o la vivisección.

La realidad es que Mantegazza, que además de fisiólogo era escritor, antropólogo y neurólogo, una de las voces más dominantes y exitosas de la ciencia italiana de mediados del siglo XIX puso rumbo a Argentina en torno a los años cincuenta de la citada centuria. Allí, durante sus viajes, descubrió que los campesinos realizaban arduas tareas con poco esfuerzo mientras sus mandíbulas no cesaban de batir una hoja amarga y ligeramente áspera.

Con la atención centrada sobre el producto y ya a su vuelta, tras varios años de estudio, publicó Sulle virtù igieniche e medicinali della coca e sugli alimenti nervosi in generale, un extenso tratado en italiano que podéis encontrar aquí en italiano, en el que habla de las virtudes de la coca tras consumirla personalmente.

Y es aquí justo donde entra el gran protagonista de nuestro viaje transatlántico: Angelo Mariani, un químico corso habituado a elaborar tónicos y que, sorprendido seguramente con los trabajos de Mantegazza, se puso manos a la obra para elaborar el tónico definitivo. Tras mezclar vino de Burdeos con hojas de coca en 1863, Mariani creó así el vino que llevaría su nombre y que le daría fama mundial.

El éxito de la mezcla no solo estaba en la mera mezcolanza, sino en la reacción química que se producía por la interacción del alcohol con un metabolito de la cocaína, generando la etilencoca, un compuesto aún más potente y que hacía que una copita de Vin Mariani tuviese un efecto similar a unos 50mg de cocaína actual.

Del Vino Mariani se decía que era un excelente medicamento para el estómago y el aparato respiratorio, amén de ser bueno para combatir la fatiga, la melancolía, la debilidad y el nerviosismo, además de potenciar las funciones retardadas de cualquier órgano. Una auténtica panacea que hizo rico a Mariani, posibilitando la creación de nuevos y exitosos productos como una tintura de coca, un té de coca e incluso un dentífrico.

Un best seller que abrazaron también literatos, actores, artistas, pintores, mandatarios, reyes, papas... Es decir, hasta el presidente del gobierno se bebía el Vin Mariani. En la nómina de clientes encontramos nombres como Thomas Alva Edison, Émile Zola, el zar Alejandro II de Rusia, la Reina Victoria de Inglaterra, William McKinley, Sigmund Freud, José Martí, Paul Verlaine y claro, a sus Santidades Pío IX, León XIII y Benedicto XV.

La bendición papal

Este es el aspecto del moderno Vin Mariani, que conserva la forma original, pero ya está completamente libre de los psicotrópicos de la hoja de coca y además se elabora con vermut, no con vino de Burdeos.

Semejante plantel estelar hablaba a las claras del éxito del Vin Mariani, todo un éxito de ventas desde su creación en los años 60 hasta su prohibición en 1914, en los preludios de la Primera Guerra Mundial, un período en el que también se empezaron a vislumbrar las sombras de la cocaína, quedando de manifiesto los perjuicios que el clorhidrato de cocaína producían.

Casi cincuenta años de ventas que permitieron a Mariani llevar una vida cómoda, trasladándose a las afueras de París, donde compró una imponente finca en la que, además de estar sus laboratorios, también montó un invernadero para seguir experimentado con sus arbustos. Convertido en próspero hombre de negocios, la traca final de Mariani llegó con un mensaje de la Santa Sede y una medalla de oro otorgada por León XIII: "apoyar el ascético retiro de Su Santidad".

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Sea como fuere, la realidad es que, aunque los papas suelen ser personas longevas, León XIII vivió hasta los 93 años, siendo a su muerte el tercer pontificado más largo de la historia. Un dato más que curioso con el que cerrar esta historia sobre vino, cocaína y sotanas.

No sin antes comentar que, para los más curiosos, hay un heredero Mariani (Christophe, bajo estas líneas) que relanzó la marca en 2017, emulando -no totalmente- lo que hizo su bisabuelo. En este caso hablamos de un aperitivo que se elabora con vermut de Córcega infusionado con un destilado de hojas de coca y extracto de nuez de cola. Después, se fortifica ligeramente. La receta, que poco tiene que ver con la original, es completamente legal, ya que durante la destilación de las hojas se pierde cualquier propiedad psicotrópica de la coca, dejando solo su aroma.

Si estáis interesados en la nueva aventura de Vin Mariani, podéis comprar este aperitivo (parecido a un vermut o a un pastis) aquí.

Imagen | Wikimedia Commons

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