Matpakke: así es la insulsa comida que los noruegos toman durante toda su vida (y les hace más productivos)

Matpakke: así es la insulsa comida que los noruegos toman durante toda su vida (y les hace más productivos)
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La palabra noruega matpakke significa, literalmente, “comida empaquetada”. Pero para los noruegos tiene un sentido muy concreto: es el tipo de alimentación que toma al medio día la mayor parte de la población desde la guardería a la jubilación. Un sándwich abierto, de apariencia insulsa, que solo podríamos calificar como “pan con cosas”.

“Una de las cosas que más simboliza un choque cultural cuando llega un español a Noruega es la comida”, explica Saul López, conocido youtuber español, fundador de Pásate a lo eléctrico, que vivió en Noruega con su familia durante cuatro años y medio.

“Es una diferencia cultural insalvable”, asegura. “El noruego percibe o experimenta la comida como si tu o yo vamos a repostar un coche a una gasolinera. Es algo que es necesario hacer, pero lo voy a hacer de una forma más eficiente y rápida porque no me aporta nada”.

Las estrictas reglas del matpakke

El matpakke es una comida diseñada para ser lo más rápido posible de hacer y comer, con el único objetivo de ahorrar el máximo tiempo posible en el horario laboral. Su composición es muy concreta y admite pocas variaciones.

Consta de tres o cuatro rebanadas de pan de molde integral, sobre las que se posa una sencilla loncha de queso, embutido, paté o pescado (normalmente, en forma de paté en tubo, conocido como Kaviar, o caballa con tomate de lata).

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Cada “tosta”, se separa con un papel a prueba de grasa conocido como mellomleggspapir, que ayuda a evitar que los sándwiches se peguen entre sí. Estos van cubiertos con el mismo papel o dentro de una pequeña tartera.

Los elementos que se colocan sobre el pan –conocidos como pålegg – varían entre seis o siete opciones muy concretas y, como mucho, en los casos más sofisticados, van acompañados de pepino, pimiento o pepinillos. Esta comida se acompaña tradicionalmente de un vaso de leche y una pieza de fruta. Y, lo más importante, se devora en diez minutos, siempre a la misma hora, en todos los colegios, empresas y fábricas de Noruega.

Como explica López, el matpakke es parte indisoluble de los estrictos horarios noruegos, que son fijos en todo el país: “Les da exactamente igual la comida porque lo que quieren es acabar antes de trabajar. La prioridad es cumplir con su horario, salir a las cuatro, y volver a casa. Cenan en cuanto llegan a casa, a las 17. Y ahí sí guisan. Después de cenar se van a hacer cosas, al gimnasio o la actividad que sea, y a las 21:30 de la noche toman lo que para nosotros sería la merienda. Es cultural, todo el país gira en torno a estos ritmos. Entre las 15 y las 18 no hay nadie en ningún sitio”.

 

Un comida enraizada en la historia

Según explica Zaria Gorvett en un reportaje para la BBC, la tradición del matpakke se originó en la década de los años 30.

En aquel entonces, antes de que se encontraran los pozos de petróleo, Noruega era un país pobre, que se había independizado recientemente de Suecia, y donde se pasaba hambre. El Gobierno decidió proporcionar a todos los niños en edad escolar una comida gratis cada día: un humilde sándwich abierto, muy similar al matpakke actual. La iniciativa, que permitía dar al menos un alimento al día a los niños más desfavorecidos, fue un éxito absoluto y se copió en muchos países.

Con el tiempo, los padres asumieron la responsabilidad de preparar el matpakke para sus hijos, pero comenzaron también a preparárselo para ellos mismos. Nació así una institución que conoce al dedillo cualquiera que viva en Noruega, y que, a diferencia de la mayoría de las costumbres del país, no es compartida por sus vecinos escandinavos.

En la actualidad, muchas empresas cuentan con cantina, donde los trabajadores tienen a disposición comidas distintas al matpakke, pero la mayoría de los noruegos siguen trayendo su tartera de casa, con su pan y sus lonchas de queso o embutido.

Como explica a Directo al Paladar Hildegunn Fure, que fue directora de Productos del Mar de Noruega en España y recientemente ha regresado a su país natal, no es un elemento que los noruegos echen de menos de su gastronomía cuando viven fuera, pero hay quien se hace matpakkes más sofisticados (se pueden encontrar ejemplos de esto en Instagram). Y al menos el pan, asegura, es bueno.

Lo que no cambia es el objetivo fundamental de este tipo de comida: ahorrar tiempo. Y esto es algo que muchas personas fuera de Noruega apreciarían.

 

Una comida para irse antes a casa

En Noruega, los empleados solo reciben media hora de descanso para comer, independientemente de para quién trabajen, y muchos ni siquiera agotan este permiso. La regulación pueda parecer estricta, pero es necesaria en un país con uno de los horarios laborales más cortos del mundo, con un promedio de solo 33,8 horas por semana. La mayoría de los trabajadores se van a casa entre las tres y las cuatro de la tarde.

Los defensores del matpakke argumentan, además, que el hecho de comer lo mismo todos los días, a la misma hora, hace a los trabajadores noruegos más productivos, pues les permite tener siempre una solida rutina y elimina la conocida como “fatiga de decisión”: el desgaste mental que padecen los individuos cuando tienen demasiada información que procesar y opciones que escoger. Mientras más decisiones tomamos, peor nos volvemos en la toma de decisiones.

Una estrategia para superar este problema pasa por evitar por completo las elecciones innecesarias, que se pueden solucionar con la pura uniformidad: es menos cansado comer siempre lo mismo, de la misma forma que ahorra tiempo vestir siempre la misma ropa.

Según explica la neurocientífica Ece Aybike en Medium, el matpakke solo admite unas pocas combinaciones de ingredientes, y elegir entre ellas no requieren ningún esfuerzo.

“No es que estén comiendo lo mismo todos los días”, explica Aybike. “Sólo limitan sus opciones. Por lo tanto, las decisiones son también limitadas. Crean espacio para tomar decisiones más importantes”.

Sin duda los noruegos ahorran tiempo, la gran pregunta es si merece la pena comer ese medio sándwich durante toda la vida.

Imágenes | Cliff/Abrunvoll

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