Mis invitados pasan de las patatas asadas cuando ven esta guarnición para el cordero asado de Nochebuena

Hay vida más allá de los tubérculos

No conozco a nadie que deteste las patatas asadas. Tampoco, claro, conozco a nadie a quien no le gusten las patatas fritas. Sin embargo, desde hace unos años he creado furor, sin pretenderlo, con una guarnición elemental para acompañar al cordero asado en Navidad.

Da igual que hablemos de paletilla al horno o que, por caso, prefiriéramos hacer una pierna de cordero al horno. Sea lo que sea, lo que he acabado comprobando es que hay alguien que osa discutir el trono de las patatas asadas.

Lo que había hecho hasta ahora era distribuir, como en tantas casas, una capa de patatas en rodajas en la fuente del horno. También, como es habitual, añadir un poco de cebolla cortada en plumas, que es otro clásico infalible.

Pero he de reconocer que el reemplazo a las patatas llegó por casualidad. O por desidia. O por olvido. O por todo a la vez. Lo cierto es que en las navidades de 2018 me tocó, por presuntuoso, hacer a mí el cordero asado en casa bajo el mantra de 'no eres tan listo que…'

Así que a ello fui, comprando un par de paletillas de lechazo churro castellano con las que salir por la puerta grande. Salvo que lo que se me olvidó comprar y de lo que solo reparé tras cruzar la puerta del mercado, tiempo después, fueron patatas frescas. No es que en casa no hubiera, pero cuando llegué ya se había puesto en marcha un puré de patatas y apenas quedaban tres patatas de tamaño mediano para hacer de cama al cordero.

A grandes males, grandes remedios. Recurrí a la mitad de una calabaza potimarrón que tenía en la nevera, que había sido la elegida para hacer una crema de calabaza el día anterior, y me preparé para, como haríamos con las patatas, que fuera al horno.

El modus operandi fue exactamente el mismo. Intercalé filas de patata en rodajas con las filas de calabaza, en trozos más o menos parecidos, puse el punto de sal, un toque de pimienta, chorrito de agua y chorrito de aceite.

El éxito fue rotundo y desde entonces, aunque no haga yo el cordero de Nochebuena, en casa nos hemos acostumbrado a añadir calabaza en rodajas a la fuente del asado.

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El gusto dulce que da, el contraste con la intensidad del cordero y cómo coge los matices de la carne, de la sazón y cómo combina con la patata hace que la mezcla merezca mucho la pena. Tanto como para, en 2021, haber hecho exclusivamente la cama del cordero con calabaza.

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