Nazis y radares secretos: así creó Churchill el mito de que la zanahoria te da una vista sobrehumana

En plena II Guerra Mundial, la zanahoria jugó un papel esencial para Reino Unido, a varios niveles

Ni las espinacas están cargadas de hierro ni por comer naranjas vas a curarte un resfriado. Son mitos desmentidos por la ciencia, pero que siguen perdurando en el imaginario colectivo como verdades absolutas que, curiosamente, a menudo tienen un origen de lo más peculiar. Es el caso de la zanahoria y la idea de que su ingesta mejora la vista, un mensaje usado durante décadas para promocionar sus virtudes hasta el punto de que casi podrían darte una visión digna de superhéroe. Y eso es precisamente lo que Winston Churchill pretendía hacer creer a los nazis.

Puede que en España no hayamos sufrido tanta zanahoritis como los países anglosajones, afanados por promover el consumo de esta hortaliza hasta el punto de atemorizar a los niños con una posible ceguera si no se comían su ración, aunque también hemos terminado asimilando el mito. Cierto es su alto contenido en vitamina A, micronutriente esencial en buen desarrollo y funcionamiento de la salud ocular, pero, como suele ocurrir en nutrición, hincharte a zanahorias no te va a dar una vista de águila.

Claro que si ahora siguen campando los bulos nutricionales, el nutricionismo y el amímefuncionismo, ¿por qué no iba a creérselo la gente en la primera mitad del siglo XX?

El descubrimiento de la vitamina A, los carotenoides y la vista

Diversas investigaciones centradas en el papel de la grasa y los carbohidratos en la salud llevaron a que en la primera década del siglo XX se produjera el descubrimiento de la vitamina A. En el año 1913 dos artículos sobre el mismo asunto se publicaron en el Journal of Biological Chemistry; tanto Elmer McCollum y Marguerite Davis (Universidad de Wisconsin-Madison) como Lafayette Mendel y Thomas Burr Osborne (Universidad de Yale), identificaron nuevas sustancias al estudiar el papel de los lípidos en la dieta, llamados inicialmente 'factores accesorios' liposolubles, o solubles en grasa.

En 1920 la vitamina A ya tenía nombre, y un año antes ya se estaba proponiendo la vinculación de los pigmentos amarillos y naranjas de ciertos alimentos con la presencia de este micronutriente, los betacarotenos. El suizo Paul Karrer, Premio Nobel de Química en 1937, describió la estructura química de la vitamina en 1931, y en 1947 sería la primera vitamina sintetizada por dos científicos holandeses.

Ya en aquellos años, cuando la investigación nutricional estaba aún en pañales, empresarios y políticos aprendieron rápidamente cómo aprovechar los avances científicos a su favor. En una época en la que se estaba promoviendo en Occidente el consumo de más vegetales para una mejor salud -recordemos el caso del Bircher Muesli suizo-, al gobierno británico le vendría de perlas promocionar la zanahoria como alimento sanísimo, nutritivo y casi con propiedades mágicas.

En definitiva, la zanahoria se convirtió en el primer 'superalimento' casi un siglo antes de que calara ese problemático concepto en todo el mundo. Al menos, esa vez, se promocionó un producto de producción local que debía ayudar a salvar la economía en tiempos difíciles.

Todo el mundo a comer zanahorias

Tras el desarrollo en los Países Bajos de lo que conocemos hoy como zanahoria moderna, la de color naranja más común, su cultivo mediante distintas variedades se propagó rápidamente por Europa. En el suelo británico enraizó especialmente bien, y no tardaría en convertirse en un alimento clave para su población desde tiempos victorianos, crucial cuando la patata no llegó a ser suficiente para nutrir a la población hambrienta menos pudiente.

El estallido de la II Guerra Mundial supuso un nuevo duro golpe para los británicos, que aún se estaban recuperando de los efectos de la Gran Guerra. Los alimentos básicos comenzaron pronto a escasear, y el 8 de enero de 1940 arrancaron las cartillas de racionamiento, revolucionarias en su época.

Pones un palito a una zanahoria, y ya tienes riquísimas piruletas de zanahoria para los niños.

En 1939 se creó el Ministry of Food, un organismo derivado del Ministerio de Agricultura encargado de supervisar el sistema de racionamiento, promoviendo el consumo de determinados productos y controlando que los pocos víveres que llegaban a las despensas se repartieran equitativamente entre la población. Además de fijar restricciones y repartir cartillas, que funcionaban mediante un sistema de puntos, sus responsables se dieron cuenta pronto de que había que promocionar el programa invirtiendo en publicidad para encontrar el apoyo de la población.

Zanahorias y nabos eran de los pocos cultivos locales que daban producciones generosas, llegando las primeras incluso a presentarse excedentes por cosechas muy productivas. Por suerte, la ciencia estaba de su lado para colárselas a la gente hasta en la sopa, y más allá.

'Doctor Zanahoria: el mejor amigo de los niños' (Imperial War Museums).

Libros de recetas, anuncios en presa, radio y televisión, carteles por las calles, folletos... la zanahoria era el alimento perfecto, nutritivo, local, barato y versátil, ideal para los niños, enfermos y ancianos, medicina natural y gran protectora de la vista. Un personaje diseñado para la ocasión, el Dr. Carrot (doctor zanahoria) pregonaba sus virtudes y se daban ideas a las amas de casa para cocinarlas o conservarlas.

El arma secreta del ejército británico

Y mientras una zanahoria antropomórfica vestida de médico animaba a los niños a comer 'piruletas de zanahoria', la contienda llegaba a un punto de inflexión. Tras la evacuación de Dunkerque y la toma de control de Francia, Hitler dominaba todo el territorio occidental europeo continental. Su siguiente objetivo era invadir y someter Reino Unido, pero no decidió atacar directamente; confiando en su superioridad, Alemania esperaba la rendición británica. Sin embargo, Churchill no pensaba tirar la toalla, a pesar de que solo recibía por entonces un pequeño apoyo norteamericano, pues Estados Unidos no entraría oficialmente en guerra hasta finales de 1941.

'Ver en la oscuridad puede significar la vida o la muerte. Come zanahorias y verduras de hoja verde o amarillas ricas en vitamina A, esencial para la visión nocturna'. 'Las zanahorias te mantienen sano y te ayudan a ver en un apagón'.

Con Francia sometida, la contienda pasó a ser una guerra área, pues Hitler sabía que no podría lograr una invasión vía marítima hasta acabar con la Real Fuerza Aérea Británica. Comenzaron así en julio de 1940 los combates aéreos de la llamada Batalla de Inglaterra; los nazis eran superiores en número, pero no contaban con la gran ventaja de los británicos, su visión nocturna gracias a la dieta británica rica en zanahorias.

Obviamente, pese al esfuerzo propagandístico de Churchill, el arma secreta de sus pilotos no era su visión sobrehumana. El secreto fue la invención del radar un par de años antes por el físico británico Robert Watson-Watt, que convirtió a los cazas en naves mucho más rápidas y eficientes a la hora de coordinar acciones en el aire, localizar y acabar con el enemigo.

El Primer Ministro, Winston Churchill, con sus jefes de Estado Mayor en los jardines de Downing Street, el 7 de mayo de 1945.

El Primer Ministro y sus oficiales intentó ocultar esta ventaja tecnológica al enemigo a través de una planificada campaña propagandística que otorgaba todo el mérito a la dieta rica en zanahorias de sus soldados. La idea era hacer creer al enemigo que los pilotos británicos poseían una vista tan extraordinaria, gracias a los betacarotenos de su raciones, que podían ver en la oscuridad.

Un mito que perdura

Es poco probable que el ejército nazi se creyera aquella historia, pero terminó calando entre la población general, y algo también entre los soldados. Sirva como ejemplo la figura heroica de John Cunningham, capitán del escuadrón 604 que logró 20 victorias en 20 ataques aéreos contra la Luftwaffe, todo un récord; Cunningham pasaría a la historia con el sobrenombre de Cat's Eyes, "ojos de gato", por su excepcional capacidad de abatir los aviones enemigos en total oscuridad. No tardó mucho en difundirse la teoría de que debía su gran visión a una dieta rica en zanahorias, historia sin duda aprovechada por las madres británicas para animar a los niños a comerlas.

'Nosotros te salvamos, tú ahorra alimentos. Los soldados bien alimentados ganarán la guerra'. 'Sea lo que sea que haya en sus bolsillos, tu podrías quererlo, Inteligencia lo necesita. ¡Entrégalo!'.

Afirmaciones como Carrots keep you healthy and help you see in the blackout ("las zanahorias te mantienen sano y te ayudan a ver en un apagón") o Carrots help you see in the dark ("las zanahorias te ayudan a ver en la oscuridad") fueron repetidas con tanta frecuencia en eslóganes, mensajes publicitarios y publicaciones que terminaron por formar parte del imaginario popular colectivo. Algo que no deja de ser contradictorio cuando, como muy certeramente apuntaban en el medio World Carrot Museum, el Dr. Zanahoria llevaba gafas. Minucias.

La promoción de la zanahoria -y otros vegetales- como fuente de salud en tiempos convulsos fue imitada también en Estados Unidos, promoviéndose el cultivo local, comunitario e incluso doméstico, y ensalzando sus virtudes nutricionales, echando fuertes raíces también sus beneficios para la vista.

'Esto es lo que Dios nos da. ¿Qué das tú para que otros puedan vivir? Come menos trigo, carne, grasas, azúcar. Envía más a Europa o morirán de hambre'. 'Comemos porque trabajamos'.

Si bien es cierto que el déficit de vitamina A en la dieta es la principal causa evitable de ceguera en la población infantil -un problema que afecta a más de 200 millones de niños en todo el mundo, según cálculos de la OMS-, las zanahorias nunca van a lograr por sí solas que veas mejor. Los betacarotenos tienen beneficios demostrados en la salud ocular, pero no en la vista; puedes tener unos ojos sanísimos pero necesitar gafas incluso para ver la tele a un metro de distancia.

La malinterpretación de la ciencia, con el debido empujoncito por parte de las autoridades británicas durante la guerra, lograron difundir uno de los mitos de la alimentación que con más fuerza han calado y aún perduran. Al menos las zanahorias sí son saludables, sostenibles y económicas, siempre que nadie se obsesione con comerlas a todas horas desplazando a otros alimentos igual de sanos. Hay más fuentes de betacarotenos ahí fuera, por suerte.

Imágenes | Freepik/bearfotos - Wikimedia Commons/Imperial War Museums - Toronto Public Library. - US National Archives Bot -  World Carrot Museum

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