Adiós a las excusas de asados secos
Temer a los asados de Navidad es muy habitual. Especialmente si no conocemos el horno al que nos enfrentamos o nos toca jugar fuera de casa. Quemar un asado no es fácil, pero no es imposible. Sin embargo, que se nos quede más seco de la cuenta sí puede ser más habitual.
Queramos o no, la tradición culinaria de Nochebuena, Navidad y otras fiestas de una índole parecida siempre -o casi- se encaran hacia el horno para ver cómo por allí relucen corderos, cochinillos o aves singulares. También hay cabritos, claro; e incluso coqueteamos con esas aves menos habituales como la pularda, el capón y, a partir de ahí, todo lo que la imaginación volatera pretenda.
Aunque en DAP te hemos dado todo tipo de trucos y recetas para que bordes cualquier tipo de asado, sabemos que hay elementos que pueden fallar. Aun más si te tienes que enfrentar, como decimos, a hornos que no conoces. O no eres tú el que compra el producto en cuestión o, por lo que fuera, falta algún ingrediente o el bicho de marras no pesa como debería.
En este caso, lo más prudente siempre que se asa cualquier tipo de carne –o pescado– en un horno es no pasarse de temperatura y comprender que es mejor tirar por lo bajo, a una horno menos caliente aunque nos exija más tiempo de cocción, que mantener los tiempos habituales y nos la juguemos a que se pase, quede seco y aquello no haya quien se lo coma.
Ten en cuenta que un asado poco hecho, en cierto modo, se puede rectificar. En cambio, un asado pasado de vueltas, muy hecho y muy seco, aunque intentemos hidratarlo, no va a volver a su estado anterior.
Para ello, nuestra recomendación no es solo que juegues con menor intensidad en el horno, sino que recurras a uno de los mejores aliados de cualquier persona que se acerque a un asado: el papel de aluminio.
Al usar el papel de aluminio conseguiremos que la carne, en cierto modo, se cocine en sus jugos y con parte del vapor que sueltan, es decir, una papillote, aunque no esté completamente cerrada y nos facilitará la tarea de que quede más tierna.
Como otras veces hemos contado, lo que deberás hacer después es ir comprobando la textura del asado, sea el que sea, y ver si con una brocheta que penetre en las partes más profundas de lo que tengas en el horno, ofrece resistencia. Si la ofrece, le faltará cocción. Si entra fácilmente, buena señal.
Cuando esté en ese punto, podrás destapar el asado, darle un golpe de más intensidad para que quede dorado exteriormente –sin pasarse– y estará listo.
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