Las creencias católicas llegadas con la conquista marcaron la pauta que dio inicio a una tradición única
El Día de Muertos es una celebración mexicana que ha trascendido fronteras por su profunda relación con la vida y la muerte, y uno de los elementos más representativos de esta festividad es la calavera de azúcar, un dulce decorado que aparece en cada altar de muertos que, aunque tiene raíces en las prácticas indígenas prehispánicas, con la llegada de los españoles se modificaron las antiguas costumbres para dar paso a una deliciosa tradición que continua hasta la fecha.
Antes de la conquista española, las culturas indígenas de Mesoamérica, como los mexicas (aztecas), ya veneraban a la muerte. En su cosmovisión, la muerte no era el final, sino una etapa más en el ciclo eterno de la vida. Los mexicas realizaban ofrendas a Mictlantecuhtli, el dios del inframundo, para honrar a sus difuntos. Entre estas ofrendas, se utilizaban cráneos humanos como trofeos y símbolos en rituales religiosos.
Estos cráneos, a menudo colocados en altares o exhibidos en los tzompantlis (muros de cráneos), representaban el poder de la muerte y la transición hacia una nueva vida, además, para las culturas mesoamericanas, el sacrificio y la muerte tenían un sentido profundo de renovación: los cráneos eran una forma tangible de conectar con los espíritus y perpetuar su memoria.
La Influencia Española: del cráneo al azúcar
Con la llegada de los conquistadores en el siglo XVI, la imposición del cristianismo trajo cambios radicales a las costumbres y rituales indígenas. La Iglesia Católica, preocupada por las prácticas que incluían cráneos humanos y otras ofrendas consideradas paganas, buscó una manera de erradicar estos símbolos sin eliminar por completo las tradiciones locales.
Aquí es donde entra el azúcar, un ingrediente traído por los españoles al Nuevo Mundo. El azúcar había sido utilizado en Europa desde la Edad Media para crear decoraciones comestibles, especialmente en celebraciones religiosas. La técnica de moldear azúcar para crear figuras ya era común en Italia y España.
Este arte, conocido como "confitería", fue adaptado en México para sustituir los cráneos humanos por versiones dulces más aceptables ante los ojos de los misioneros cristianos.
Los españoles aprovecharon esta práctica para conservar la tradición indígena, pero bajo una nueva forma que fusionaba el simbolismo prehispánico con las costumbres cristianas.
Así nacieron las calaveras de azúcar, un dulce elaborado con azúcar y agua, moldeado en forma de cráneo y decorado con colores vibrantes que se han adaptado con el paso del tiempo, ya que, ahora hay muchas versiones realizadas en chocolate o amaranto, así como algunos cráneos alusivos también a las mascotas que han partido al Mictlán.
Foto de Chris Luengas | Calavera Dulce
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