Cada sábado esta mini tienda se llena de panes y dulces artesanos horneados por una joven panadera autodidacta de ascendencia argentina
Situado al nordeste del país, el estado de Vermont es célebre en Estados Unidos por su belleza natural, paisaje montañoso y ambiente rural. El pueblo de Vermon representa bien ese espíritu bucólico, con campos rodeados de colinas y riachuelos. Un lugar ideal para pasear entre vacas pastando en prados verdes escuchando el murmullo de los arroyos, y también para llevarte a casa palmeritas de hojaldre, galletas o un pan de molde tan tierno y esponjoso como una nube.
A un paseo de distancia desde el centro del pueblo, aparentemente en medio de la nada de ese entorno idílico donde es difícil cruzarte con más seres humanos que animales, aparece una curiosa estructura rectangular. Basta con acercarse un poco para comprobar que no es lo suficientemente grande como para ser una cabaña o cobertizo, sino que se asemeja más a una cabina telefónica construida en madera.
El misterio se resuelve rápidamente al comprobar que su frente está cerrado con una puerta de vidrio, y en el interior aguarda un surtido de productos de panadería y pastelería tentando al paseante. Eso siempre que tengas suerte para llegar a tiempo antes de que se agoten.
Es la bautizada como Tiny bread box, la pequeña caja de pan, probablemente la panadería más diminuta del mundo y el proyecto muy personal de una joven pareja que se enamoró de el estado de las montañas verdes.
Una vocación surgida de la pandemia
Las manos que están detrás de los apetitosos panes y dulces son las de Natalia Meijome, quien desde el año 2019 vive en Vernon con su marido Greg tras dar varios tumbos por el país sin encontrar ningún lugar que sintieran que pudieran llamar hogar.
La pareja misma reconoce ser poco social y poco amiga de las multitudes y los agobios de la vida urbana, así que, cuando a Greg le surgió una oportunidad de empleo en Nueva Inglaterra, no se lo pensaron dos veces. Una pequeña comunidad rural, el precioso paisaje típico de Vermont y la perspectiva de vivir tranquilos en una casa en su propia parcela con jardín era todo lo que necesitaban para instalarse.
Pero en 2020 una pandemia global paralizó el mundo y también golpeó su vida, afectando especialmente a Natalia, que se vio superada por las noticias que llegaban a diario del país. Hasta que encontró la vía de escape sanadora que compartimos millones de personas en todo el mundo: amasar y hornear.
Greg le regaló una amasadora Kitchen Aid y se abrió un mundo nuevo que iría mucho más allá de mera distracción o pasatiempo durante el confinamiento. Natalia descubrió su verdadera vocación, una pasión que se le había escapado durante toda su vida al no encontrar realmente nada que le interesara de verdad. Tras probar suerte estudiando Biología, fue saltando de trabajo en trabajo sin que nada llegara a cuajar. Solo se dio cuenta de que, se dedicara a lo que se dedicase, quería hacerlo por su cuenta y no tener que responder a ningún superior.
La afición desbocada que terminó en negocio
Comenzado como una pequeña distracción al principio jugando con su nueva máquina, Natalia no tardó en entregarse por completo a la panadería casera. Para ella, hornear era más que un pasatiempo o subirse a la moda de compartir sus logros en Instagram y TikTok, e iba más allá del autocuidado endulzando los días difíciles de la pandemia.
Preparar panes y dulces caseros siempre ha sido para esta joven una forma de conectar con su familia y amigos, de trazar lazos y reconectar con sus raíces. Amasar y hornear con cariño para otros, conocidos o no, es crear un vínculo con esa persona que disfrutará de lo que ha salido de sus manos. Porque, además, la producción de Meijome empezó a sobrepasar el límite de lo que ella y Greg podían humanamente consumir. Ni enviando productos a sus familiares daban abasto.
Fue entonces cuando, ya pasado el confinamiento pero todavía en tiempos de pandemia, se les ocurrió poner a la venta en un puesto móvil todo lo que la pareja no podía consumir. Lo hicieron siguiendo el modelo típico de la zona y de tantas otras comunidades rurales, también practicado en zonas de España: exponiendo los productos a las afueras de su casa con un cartel para el autoservicio de quien quisiera.
Aunque al principio apenas vendían unos pocos artículos, el boca oreja y la difusión por redes sociales convirtieron la iniciativa en todo un éxito. Así que Natalia decidió dejar el trabajo que tenía por aquel entonces y dedicarse por completo a su recién descubierta verdadera vocación.
Panes y dulces argentinos en mitad el campo de Vermont
Nacida en Utah de familia argentina, Natalia Meijome pasó la mayor parte de su infancia en Buenos Aires, ciudad natal de su padre. De aquellos primeros años mantiene un vívido recuerdo de las panaderías locales y el papel tan relevante que jugaban en la vida diaria de los vecinos, con una relación distinta a la que luego conoció en Estados Unidos respecto a las bakeries.
En su familia, como en tantas otras era, costumbre acudir a la panadería del barrio siempre que se presentara una ocasión especial, como cumpleaños, Navidad, Pascua, un día festivo cualquiera o una celebración familiar. Comprar algún dulce artesanal para tomar para llevar o compartir en casa era todo un ritual que dejó una gran huella en esta panadera autodidacta.
Por eso su primera inspiración horneando llegó recordando aquellos panes, galletas, pasteles y otros dulces que dejaron huella en su memoria, y que con tanta nostalgia revivió durante la pandemia. Y creció en ella el deseo de dar a conocer y compartir con los demás esas delicias que tanta felicidad le dieron.
El menú de su pequeña panadería no es fijo, aunque tiene algunos productos favoritos y entre sus clientes que casi son obligatorios repetir a menudo. Le gusta retarse y seguir experimentando con nuevas recetas, adaptándose a cada época del año, las fiestas del calendario y los ingredientes locales de temporada, con los que también elabora mermeladas que igualmente pone a la venta. Hace sus panes con masa madre y la técnica de tang zhong en las masas enriquecidas, pero los que más triunfan son los dulces argentinos.
Palmeritas de hojaldre, alfajores y conchas de diferentes sabores, pan de molde de leche, medialunas de manteca y hasta su propio panetón son clásicos del menú, pero también suele preparar dónuts -tipo berlina- clásicos y rellenos, biscotti y otras galletas, cinnamon rolls, pan de mono mini o empanadas de fruta.
El sistema de compraventa es sencillo. Cada sábado por la mañana, a primera hora, Meijome llena su pequeña panadería y deja que los clientes acudan a su libre albedrío. Junto a la cabina se expone el menú de la semana y los precios, y quien desee llevarse algo no tiene más que escanear un código QR, elegir los artículos, pagar con el propio teléfono y esperar a que se abra la puerta.
El negocio se basa en la buena voluntad y confianza de la gente, puesto que la mayor parte del tiempo no hay nadie vigilando la pequeña cabina. Pero, aseguran, nunca han tenido ningún problema ni les consta que nadie se haya llevado más artículos de los que haya pagado. Hasta el momento, todos los vecinos y visitantes lo han respetado, y sus productos se agotan.
KitchenAid 5KSM125 EER Artisan 5KSM125EER-Robot de Cocina, tazón de 4.8 L, Color Rojo, 300 W, 4.8 litros, 52 Decibelios, Kaiserrot
Imágenes | Tiny bread box
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