Cuando pensamos en restaurantes chinos, seguro que todos visualizamos las mismas imágenes en nuestra cabeza. Gran dominio de colores rojos y dorados, figuras de dragones, budas y gatos de la suerte -aunque el maneki neko sea japonés-, farolillos, bambú, techos de pagoda, jarrones, paneles de madera, etc. Parecen salidos de una franquicia, y los nombres no ayudan a distinguirlos. ¿Por qué todos los restaurantes chinos tienen nombres tan parecidos?
Hablamos, claro, del concepto occidentalizado de restaurante chino popular, que repiten menús y platos a precios baratísimos por todo el país. La Gran Muralla, El Dragón Imperial, Jardín Chino, Casa Pekín, Dragón de Oro, El Jardín Dorado, Buda Feliz... Son nombres que a todos nos suenan pero que me acabo de inventar, y es que la mayoría juegan con términos muy familiares que cualquiera puede reconocer. Y no es un fenómeno exclusivo de España.
Nombres familiares para atraer la buena fortuna
El fenómeno de los restaurantes chinos en Occidente empezó en Estados Unidos, que fue el destino de las primeras oleadas de inmigrantes que buscaron establecerse con una nueva vida como tantos otros procedentes de otros países. Los primeros restaurantes de comida china comenzaron a proliferar sobre todo desde mediados del siglo XIX, aunque cobraría verdadera fuerza con el cambio de siglo y gracias al centro de culturas que se convirtió Nueva York.
Tal y como cuentan en The Smithsonian, también en América los restaurantes chinos parecen cortados por el mismo patrón y suenan todos igual. Muchos de los términos que brillan en las entradas custodiadas por budas y dragones siguen la línea de los españoles, con cierto abuso de golden, garden, house, imperial o fortune. ¿Poca imaginación? En realidad la sobreexplotación de las mismas palabras responde a querer atraer la buena fortuna, al mismo tiempo que así son más familiares.
Son términos que se relacionan con la buena suerte, el éxito, los buenos auspicios y la riqueza. De hecho, en mandarín, “jardín” es yuan, que pronunciado suena igual que “dinero”. Los asiáticos son muy dados a jugar con estas coincidencias homófonas del idioma, aprovechándose de las positivas y evitando las que puedan atraer la mala suerte o las desgracias. Repitiendo nombres tan similares además consiguen que se reconozcan fácilmente, uno sabe qué va a encontrar solo con leer el cartel de la entrada. Y es poco probable que el local se renombre aunque cambie de propietarios.
Lo esencial para mantener la clientela y llevar un negocio de éxito es no asustar al cliente, así que hay que dar al público lo que espera encontrar. Esto se repite en Estados Unidos y también en España: todo el mundo sabe qué va a esperar cuando va a un chino. Te puede gustar más o menos, pero tendrás la certeza y la tranquilidad de conocer de antemano qué te puedes esperar de su cocina.
Restaurantes chinos en España: los hay chinos, pero también chinos-chinos
A nuestro país la cultura china llegó más tarde, y, como era de esperar, al principio le costó ganarse un hueco en la sociedad española. Los orígenes de la cocina china en España sitúan al restaurante Gran Dragón como el pionero, que abrió sus puertas en 1958 en Barcelona. Consiguió una fama notable pero sobre todo era frecuentado por clientes acomodados de la ciudad condal de la época, que poco a poco iba abriéndose a probar cocinas más exóticas de otras culturas.
En el resto de España el boom de los chinos se vivió a partir de la década de 1980, llegando en la década siguiente a haber restaurantes chinos clónicos por todo el país. ¿Quién no tenía un chino en su barrio? Siguen existiendo, por supuesto, y no falla su folleto de platos reconocibles en el buzón de tantas casas, aunque hoy en día la oferta se ha diversificado un poco. Lo que entendemos por restaurante chino responde a un patrón muy concreto, con platos adaptados al gusto occidental y que en nuestro caso derivan más o menos de los que se popularizaron en Estados Unidos.
Pollo con almendras, cerdo agridulce, arroz tres delicias, chop-suey, rollitos de primavera, pan chino, ternera con bambú y setas, familia feliz, tallarines fritos... Recetas que se repiten en todas partes, sabores reconocibles y que beben mucho de la cocina del norte de China, cuando el país ofrece una riqueza gastronómica mucho mayor. Además se abaratan costes -usar almendras en lugar de cacahuetes, por ejemplo- y se suavizan los sabores, huyendo de picantes extremos y evitando la casquería.
No hay nada de malo en disfrutar de vez en cauando de los restaurantes chinos para no chinos, siempre que sepamos que no es lo que comen en China. Hoy en día, con la moda de la cocina exótica y la multiculturalidad que vivimos, ya podemos encontrar locales que apuestan por gastronomías más auténticas. En ciudades como Madrid, donde la comunidad china no deja de crecer, hay muchos chinos-chinos, también económicos pero donde sí se sirve cocina china más auténtica.
Si en España los chinos también parecen sacados de una franquicia es por razones prácticas. Casi todos parten de los mismos distribuidores que facilitan la decoración siguiendo el estilo autoimpuesto por los pioneros en Occidente. Son fáciles de reconocer, el nombre y la imagen ya son el único reclamo que necesitan y no dan lugar a error. Hoy su gran competencia quizá pueden ser la variante de buffet libre, woks y asiáticos con sushi y otras fusiones más o menos cuestionables, pero seguro que los chinos, esos de toda la vida, sobrevivirán.
Vía | The Smithsonian
Fotos | iStock.com/Thinglass, Pixabay
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