Imitar a los papás siempre ha sido y siempre será una de las actividades favoritas de los niños desde bien pequeños. Jugar a ser mayor es algo innato y natural, y eso lo saben bien la industria juguetera y la alimentaria, expertas en crear sucedáneos de la gris vida adulta para el disfrute de los más pequeños. Por eso existen las fregonas de juguete y por eso existieron los cigarrillos de chocolate.
Hubo un tiempo en el que en las chucherías y chocolatinas infantiles no estaban tan mal vistos y el azúcar todavía gozaba de buena prensa como fuente de energía y alegrías para el cuerpo. Si a los niños nos racionaban los dulces más bien era por una cuestión de ahorro y esa mentalidad heredada de la posguerra de reservar los caprichos para ocasiones especiales, como las fiestas de cumpleaños, Navidad, bodas y comuniones.
Mientras los adultos se repartían puros y licores, los críos gozábamos con nuestros cigarrillos de cacao y algunos hasta recibían un culín de pacharán o un vaso de Kina San Clemente.
Definitivamente, eran otros tiempos.
Cada cual y cada generación tendrá sus propios recuerdos ligados a esos productos que una vez formaron parte de nuestra vida hasta que de repente desaparecieron. La traicionera nostalgia nos hace ser demasiado benévolos con aquella época, pues no echamos tanto de menos la Mirinda, los dónuts Dupis o la auténtica Pantera Rosa, sino una época en la que aún teníamos la vida por delante y no conocíamos otra cosa.
Porque hay que ser sinceros: los cigarrillos de chocolate eran, por decirlo finamente, de una calidad próxima a la escoria. Pero hay que ver la ilusión que hacía que tu abuela te comprara una cajetilla junto con las mandarinas de caramelo o el bollo de turno para la merienda.
Con la Ley Antitabaco de 2006, los cigarrillos de chocolate pasaron a mejor vida. Aunque nunca se fueron del todo.
La historia del cigarrillo de chocolate
El origen de este icono de la infancia no está en nuestro país, sino allende los mares. Es decir, como tantos productos alimentarios de dudosa calidad nutricional, se inventaron en Estados Unidos.
La retronostalgia dulcera también es intensa en el país americano, con una oferta gigantesca y un catálogo de dulces y caramelos tan variado e inabarcable que daría para una enciclopedia de varios tomos. Allí igualmente han desaparecido muchas referencias y otras sobreviven como pueden, en ocasiones protagonizando encendidas batallas y litigios entre fabricantes.
El cigarrillo dulce nació en EEUU con variantes de chocolatina barata, caramelo y chicle
El cigarrillo de chocolate nació como candy cigarette, sin mención alguna al dulce de cacao en su apelativo original. Y teniendo en cuenta la escasa presencia de este ingrediente en su composición, no deja de ser todo un ejemplo de honestidad comercial, pues más que chocolatinas como tal, eran pura golosina. A la par surgieron también golosas variantes a base de azúcares y almidones, caramelos duros o con textura de tiza que dieron sus primeros titubeantes pasos en el mercado a finales del siglo XIX.
Porque hasta entonces el chocolate era básicamente un producto de lujo al alcance de solo unos pocos. Ya lo habían sido todos los dulces y postres desde su misma invención en tiempos inmemoriales, pero el desarrollo de tabletas y bombones estuvo limitado a unos pocos privilegiados durante varias décadas. Hasta que un visionario llamado Milton S. Hershey decidió democratizarlo; y monetizarlo, evidentemente.
Hershey's convirtió el chocolate en un dulce asequible ideal para niños
El bueno de Milton fue el fundador de una de las compañías alimentarias más antiguas de Estados Unidos, y la mayor de chocolates y dulces del país, además de todo un icono americano y poderosa multinacional. The Hershey Company, conocida como Hershey's a secas, nació en 1930 cuando su creador vendió su primera compañía de fabricación de caramelos para apostar todo por su nueva y recién descubierta pasión, el chocolate. Hershey's nació como subsidiaria de Lancaster Caramel Company en 1894, pero para el cambio de siglo puso todo su foco en la creación de chocolates asequibles para todo el mundo.
Broadway Candy Hershey's Kisses Original - Tarro para dulces americanos envueltos individualmente, chocolates tamaño bocado en plata, aproximadamente 120 piezas
Tras alcanzar el éxito con su famosísima Hershey bar en 1900, desarrollando su propia fórmula para trabajar el chocolate a bajo coste, en los años siguientes ampliaría el catálogo con otros lanzamientos no menos icónicos, como los populares 'besitos' o Hershey's Kisses, y los cigarrillos de chocolate. Hershey's alcanzó el éxito muy pronto y la compañía aprovechó la bonanza económica para capitalizar su popularidad probando con nuevas chocolatinas que atrajeran a toda la familia, poniendo especialmente el foco en los niños. Imitar objetos de la vida cotidiana para darles forma dulce era por entonces un gran atractivo, y los cigarrillos ofrecían jugosas ventajas.
Cigarrillos (dulces) para todos
Dar a una masa de chocolate forma de fina barrita y envolverla en papel era relativamente fácil y económico, y la publicidad se hacía sola. Faltaban todavía muchos años para que el tabaco estuviera mal visto en la sociedad estadounidense y fumar era un acto tan cotidiano casi como beberse un vaso de leche. Y a los niños les encantaba jugar a imitar a los mayores recreando un gesto que prácticamente veían a diario en todas partes, desde su propia casa hasta en la televisión e innumerables anuncios e inmensos carteles.
Imitar a los adultos y jugar a ser mayor es algo que nunca pasa de moda y fumar ya era algo que molaba a principios del siglo pasado, no como acto de rebeldía sino casi como símbolo del propio mito estadounidense. Las estrellas de cine fumaban dentro y fuera de la pantalla, la figura del cowboy no se podía concebir sin su cigarrillo en la mano y hasta había personajes de cómic y dibujos fumando. Pero también fumaban los profesores, la bibliotecaria y las abuelas; probablemente mentolados, eso sí.
Las tabacaleras apoyaron que las chocolatinas imitaran sus diseños
No tardaron en multiplicarse los imitadores de Hershey's, tanto con productos que usaban la misma base de chocolate como con simples caramelos duros moldeados en stick, y también chicles en forma de palito debidamente vestidos para la ocasión. Se vendían sueltos en droguerías, tiendas de conveniencia, quioscos, gasolineras, tiendas de comestibles, tiendas de caramelos, cafeterías y en el carrito de los helados, aunque más éxito tendrían las cajas completas, como ocurrió en España y en media Europa.
Algunos fabricantes recreaban directamente las marcas de tabaco más famosas en el diseño de sus cajas, mientras que otras tabacaleras abrazaron las oportunidades de negocio colaborando con los confiteros para lanzar sus propia versión infantil de su producto. Sin duda era una buena manera de ir fidelizando futuros clientes, o de ir creando futuros adictos, según se mire. Una variante que tuvo moderado éxito incluía azúcar glasé para imitar el humo al soplar.
Los cigarrillos de chocolate en España
En nuestro país también se vivió una edad dorada de las compañías tabacaleras que, por supuesto, abrazaron con gusto las versiones dulces sin nicotina. Las versiones de azúcar y cacao apuntaban directamente a los niños como lo hacían también los caramelos con forma de botella de whisky o las pistolas de plástico llenas de caramelos, tampoco muy bien vistas hoy en día.
Un niño de la España de los 70 podía ir al quiosco del barrio a comprar la cajetilla de tabaco para su padre y llevarse una de chocolate como recompensa por el encargo, y era lo más normal del mundo. Los avispados empresarios nacionales vieron un filón diseñando sus propias creaciones imitando sin vergüenza ninguna a las principales marcas de tabaco del momento, como ocurrió con Nadal y Saroti, del mismo grupo confitero que Simon Coll. Sus cigarrillos de chocolate Watson emulaban claramente a los Winston, aunque la caja lucía un dibujo del doctor ayudante de Sherlock Holmes. También circularon otras marcas con referencias a los colores y diseños de Ducados, Camel o Marlboro.
La calidad del chocolate siempre dejó mucho que desear
A diferencia de lo que ocurría con otros productos infantiles en los que ya de pequeños sabíamos reconocer al original de la copia, la escasa calidad generalizada de los cigarrillos de chocolate evitó que se impusiera unas marcas sobre otras. Quizá, cuando aún la economía se estaba recuperando y apenas empezaba a expandirse la industria alimentaria española, las pobres cualidades de estas chocolatinas pasaran desapercibidas. Años más tarde, cuando teníamos acceso a más y mejores chocolates y dulces, los cigarrillos se quedaron como una golosina más que daba algunos minutos de golosa diversión.
Era inevitable hacer un poco el tonto imitando el acto de fumar de los adultos, aunque la mayoría no éramos conscientes de qué estábamos haciendo exactamente ni tampoco pensaríamos más en fumar tabaco real después del chute de azúcar con toque de cacao. Porque el chocolate de verdad, las chocolatinas de pleno derecho, había que buscarlas en otro sitio, y sí seguían siendo más un producto de lujo.
El fin de una era
Quienes fuimos niños antes de los 2000 probablemente ni nos habíamos percatado de que esa chuche de nuestra infancia hace años que ha desaparecido. Y a los que nacieron con el cambio de milenio les sonarán a chino, algo incluso inimaginable en una sociedad que cada vez tolera menos el consumo público de tabaco. En España se prohibieron oficialmente a finales de 2005, cuando salió publicado en el BOE del 27 de diciembre la conocida como 'Ley antitabaco'.
La polémica venía ya de lejos y también arrancó antes en Estados Unidos, esa sociedad que lo mismo te sorprende con las locuras más desquiciadas que abraza el puritanismo más retrógrado. El caso es que ya a mediados de los 60 hubo voces que denunciaron la actitud permisiva de las tabacaleras hacia el uso de sus logos en la fabricación de dulces, alertando del peligro por "tratar de atraer a los jóvenes al hábito de fumar". Estudios posteriores indagaron en la posible relación entre el consumo de estos cigarrillos en la infancia y el hábito de fumar en la vida adulta, aumentando su mala fama ya en una época en la que se evita mostrar el tabaco a toda costa en la televisión generalista.
En España sí nos adelantamos a los estadounidenses con la mencionada ley, en cuyo tercer capítulo, referido a 'Limitaciones a la venta, suministro y consumo
de los productos del tabaco', el Artículo 3 incluye el siguiente punto:
2. Se prohíbe vender o entregar a personas menores de dieciocho años productos del tabaco, así como cualquier otro producto que le imite e induzca a fumar. En particular, se prohíbe la venta de dulces, refrigerios, juguetes y otros objetos que tengan forma de productos del tabaco y puedan resultar atractivos para los menores. Igualmente, se prohíbe la venta de tabaco por personas menores de dieciocho años.
Y así murieron para siempre los míticos cigarrillos de chocolate. Bueno, no del todo.
De cigarrillos a lápices y puros
¿Has levantado una ceja al leer que están prohibidos desde años porque te suena haberlos visto en algún cumpleaños infantil? Probablemente estés en lo cierto, sin que se haya cometido ninguna ilegalidad.
Los icónicos cigarrillos dulces sobreviven a día de hoy adaptados a la normativa, esto es, imitando a otro producto de la vida cotidiana que, teóricamente, no induce a malos hábitos. ¿Qué objeto tiene forma de palito delgado y se venden en cajitas de diseños llamativos con un número indeterminado de unidades en su interior? Efectivamente, lápices de colores.
Las cajetillas de cigarrillos se han convertido en lápices de chocolate
Simon Coll vende esta versión para todos los públicos de aquel mítico dulce y las tiendas de golosinas para adultos nostálgicos las vinculan directamente con nuestros vetados cigarrillos. No son lo mismo, pero sí que lo son. La calidad del chocolate ha mejorado un poco, aunque siguen teniendo ese ¿encanto? de dulce empalagoso con textura de tiza envuelto en un papel difícil de despegar. Por otro lado, los puros de chocolate sí están permitidos para su venta aunque ahora dirigidos al público adulto, como una versión libre de nicotina y tóxicos químicos para repartir en bodas, bautizos y comuniones. Cuántos de esos puros azucarados terminarán en manos de niños es un dato que solo podemos elucubrar.
Los cigarrillos de chocolate están prohibidos a día de hoy en casi todo el mundo, o al menos su legalidad de venta se ha adaptado para tratar de proteger a los niños. En Estados Unidos, por ejemplo, ya no están tan bien vistos pero se siguen vendiendo imitando claramente las cajetillas, solo que sin mencionar la palabra cigarrillo por ninguna parte. Ahora son sticks (palitos) a secas.
En Europa aún hay algunos países donde siguen fabricándose y vendiéndose sin reparos, y pueden llegar a nuestro país como producto de importación algo alegal o en maletas de turistas y visitantes. En Suiza se pueden encontrar aunque no gozan precisamente de un gran fervor popular, mientras que en Dinamarca sí son más conocidos y muchos extranjeros aprovechan para saciar su sed de nostalgia cuando pasan por el país.
Choco Sticks - Simon Coll - Chocolate con Leche - 5 x 20g
Si te animas a volver a probar este dulce de tu infancia no temas por un llevarte un chasco de expectativas: ya eran malísimos hace cuarenta años y, al menos, hoy no han empeorado.
¿Y por qué se prohíben los cigarrillos de chocolate o caramelo a los niños, pero se permite el falso champán Champín? Ese es un melón que habrá que abrir otro día.
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