Hubo un tiempo en el que Zamora recibía al visitante con un dulce olor a galletas recién horneadas. Son muchos los que todavía recuerdan con nostalgia aquellos días, especialmente quienes tuvieron la suerte de vivirlos en su infancia, aunque esa magia solo duró unas tres décadas. La fábrica Reglero original, que convirtió a la ciudad castellanoleonesa en un emporio del dulce, cerraría sus puertas para siempre a principios de los años noventa.
Su historia es la de tantos negocios familiares que comenzaron con abuelos emprendedores cuyos descendientes supieron levantar una compañía floreciente, adaptándose a la nueva industrialización que tan tarde llegó a tantas localidades españolas, aprovechando el resurgir económico tras la posguerra. Y terminaría, también como muchas otras, con la inevitable venta a un grupo mucho mayor, cuya primera decisión sería la de cerrar la fábrica y trasladar la producción a otra ciudad.
El legado de Los Reglero continúa hoy a través de José, representante de la tercera generación, que recuperó la tradición confitera de su familia hace unos años al abrir su propio negocio en la misma avenida donde antaño se trabaja a destajo en la fábrica. Pero la historia comenzó mucho antes, con sus abuelos.
De vender torrijas en burro a llenar Zamora de dulces
El matrimonio que arrancó la saga familiar comenzó su elaborando humildes dulces en Moraleja del Vino, pueblo cercano. La pareja, que llegó a tener cinco hijos, acudía a Zamora con un cargamento de torrijas a lomos de un burro, con tanto éxito que pronto comenzaron a hornear también unas ricas pastas que cocían en hornos en Olivares.
La popularidad que alcanzó en poco tiempo su golosa mercancía animó a Gregorio a principios de siglo a establecer la familia en la capital de la provincia, abriendo su primer obrador propio en Zamora donde pronto empezarían a trabajar los hijos, Arturo, Soledad, Ángel, Manuel y José, que crecieron entre sacos de harina, caramelo y el olor a galletas de mantequilla.
Gregorio fallecería poco después, pero para entonces el más joven, José -Pepe, para parientes y amigos- ya se estaba curtiendo en el mundo confitero y no tardó en hacerse con las riendas del negocio. El interés del benjamín de la familia por continuar el legado de su padre le llevó a formarse en diversos talleres y obradores de España, llegando incluso a pasar una temporada en Suiza, cuya experiencia le llevaría a crear una nueva línea de delicias dulces a su vuelta.
El nombre de los Reglero fue expandiéndose por Zamora y las localidades cercanas a medida que abrieron más confiterías, donde llegaban a formarse largas colas para conseguir algunas de sus piezas más demandadas, como las pastas mayucas, los colombianos, los sputniks, los abisinios, las refinadas tartas o, su creación más célebre, los Caprichos de la Reina.
La buena marcha del negocio en la década de los sesenta llevó a Pepe y sus hermanos a lanzarse a profesionalizar más la empresa con la inauguración de una moderna fábrica. La apertura, en 1964, en pleno centro urbano, levantó entonces algunas quejas vecinales, pero no tardarían en diluirse ante el éxito de sus productos y el gran impulso económico que supuso para la ciudad, llegando a emplear en algunos momentos a más de 300 trabajadores.
Auge y caída de un icono zamorano
Durante tres décadas la fábrica de Reglero llenó las calles de Zamora de su inconfundible aroma a caramelo y mantequilla. Fallecido uno de los hermanos mayores, Arturo, Pepe seguía al frente del negocio como jefe de producción y personal, Ángel como presidente del consejo, Manuel como gerente y Soledad en la delegación de Madrid, pues los dulces Reglero ya se vendían por toda España.
¿Alguien conoció la antigua fábrica de Reglero? #Zamora cuando era capital de las galletas. En primera línea un Pegaso Comet como el que llevó mi padre más de 20 años. pic.twitter.com/sT6tf7FjVR
— David Gago Ruiz (@gagoruiz) November 6, 2022
Las pastas y surtidos Reglero que salían de la fábrica pronto acapararon toda la atención de la familia, que cerraría las confiterías para centrarse en el trabajo más mecanizado para hacer frente al auge de la demanda, llegando a duplicar la producción en época navideña.
Pero a medida que se acercaba el fin de siglo, los fuertes cambios económicos, urbanos y demográficos que estaban transformando Zamora complicaron la actividad de la fábrica. Ya no era fácil operar dentro de la propia ciudad. La empresa no tuvo más remedio que vender la mayoría de sus acciones al grupo Biscofan, que dividió la compañía en dos: Industria Castellana de Alimentación (Icasa) y la propia Reglero.
Con Icasa asentada en Toro, comenzaron los movimientos para trasladar la fábrica a unas nuevas instalaciones en una zona mejor acondicionada para el trabajo industrial, abandonando Zamora para siempre. Finalmente se produjo la disolución completa con la entrada en 1993 del Grupo Siro, que asumió el control total de Reglero para seguir manteniendo el nombre de la marca desde Toro.
El legado de Reglero y la Confitería El Esquiador
El Grupo Siro uniría definitivamente en 1993 las compañías y producciones de Icasa y Reglero, que ya trabajaban en las mismas instalaciones de Toro, unificando el catálogo bajo la marca del apellido que inauguró el patriarca Gregorio, que ya contaba con cierto renombre nacional.
Los nuevos dueños modificaron poco a poco los productos originales para adaptarlos al nuevo mercado, focalizándose en los dulces que más tirón tenían para su distribución nacional. Aunque se han mantenido los surtidos, los nevaditos y las míticas mayucas, las recetas se han modificado y otros dulces dejaron de fabricarse, como los cubanitos.
Ya entrados en el nuevo milenio, Siro amplió las instalaciones para afrontar la demanda de Mercadona, de quienes son fabricantes de algunas de sus pastas de marca propia, la versión Hacendado de las Reglero originales. Sin embargo, la compañía pasaba por problemas económicos que se fraguaron en la compra por parte de Arluy, propiedad hoy de Biscuit International.
Así, bajo el sello de Grupo Siro y Arluy aún podemos encontrar en supermercados de toda España algunas de las pastas más populares de la familia Reglero original, pero, como muchos nostálgicos lamentan con añoranza, ya no son lo mismo.
Pero la tradición de la familia continúa a día de hoy gracias al nieto de Gregorio, José, hijo de Pepe, quien abrió en el año 2013 la confitería El Esquiador en la misma avenida de Portugal donde antaño salían camiones de mayucas y nevaditos desde la bulliciosa fábrica. Allí elaboran y venden dulces diversos, destacando los muy demandados Caprichos de la Reina que creó su padre.
José Reglero ha recuperado también la simpática figura del niño esquiador, que da nombre al local y preside su escaparate y el packaging de su amplia gama de dulces artesanos, con un catálogo de especialidades fijas y otras que cambian según la temporada. Además de delicias típicas confiteras, tiene especial relevancia la repostería tradicional local (aceitadas, flores, rebojos, amarguillos...), con creaciones propias como el erizo de chocolate, las antiguas pastas de Moraleja, y los mencionados 'caprichos'.
Creados por su padre Pepe hace más de medio siglo, los Caprichos de la Reina son una suerte de bombón único, con un corazón de una especie de tocino de cielo o flanecillo cubiertos de una fina de capa de chocolate negro. Los elaboran con distintos sabores y son extremadamente delicados, por lo que no hay que esperar a verano para acercarse a probarlos, ya que descansará su producción hasta que vuelvan a bajar las temperaturas.
SURTIDO PASTAS ARTESANAS, REGLERO, 400 GR.
En el año 2004 fallecía en Madrid Manuel Reglero, uno de los hermanos fundadores de la fábrica, y en 2009 lo hacía también Pepe, el padre del actual José Reglero.
Fotos | Arluy - Confitería el Esquiador - todocoleccion
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