No hay que resignarse a comérsela fría ni tampoco seca
Si la vida te da limones, haz limonada. Y si te da carne para aburrirte, haz barbacoas. Todos sabemos que el verano es la estación predilecta para, lumbre mediante, reunirnos entre parrillas y brasas allá por donde vayamos.
Lo que pasa es que, como suele acontecer, la frenada se nos va larga y patinamos en las cantidades de comida que compramos o, peor aún, que acabamos cocinando.
Algo triste, mucho. Sobre todo porque lo más habitual es que sean las carnes más nobles –y caras– las que acaben quedándose muertas de risa en los platos, después de que nuestros invitados se hayan alicatado hasta el esófago a base de panceta, chorizos criollos, morcillas, butifarras y otra media legión de embutidos.
Por eso, suele suceder que sean las chuletas y los chuletones los que, como popularmente se dice, acaben pintando la mona sobre las ascuas y apenas les prestemos atención. Un error de bulto, sobre todo si ya les pegamos una primera cocción, y luego deja varios trozos de carne cocinada con la que no siempre sabemos qué hacer.
Sin embargo, el chef del restaurante Essentia, en Tarancón, lo tiene bien claro. O, más bien, como explica Toño Navarro, que es el maestro de ceremonias en este restaurante conquense donde la carne –sea chuleta o sea de ibérico– es religión, lo hace un cliente.
Conocidos por servir la que se considera la mejor carne del mundo –la vaca de raza ayrshire, criada en Finlandia–, es habitual que los menús de Essentia se rematen con una chuleta de este vacuno mayor a la brasa.
Una tentación que, como también es evidente, exige algo de paciencia y buen saque para acabar con ella. Lo cual no siempre sucede. Por eso, nos quedamos con la copla de lo que Toño Navarro comentó en nuestro vídeo de Carretera y Zampa en Youtube cuando pusimos rumbo a Tarancón para aprovechar los restos de chuleta.
En este caso, lo que el chef castellano-manchego aconseja es que guardemos bien esos restos de chuleta, que ya tienen un toque de brasa, y en casa los volvamos a preparar. No a la parrilla, ni simplemente metiéndolos un recalentado infame de microondas, sino con una idea mejor: convertirlos en tacos.
"Lo que hace este cliente es picar finita la chuleta ya trinchada y cocinarla en la sartén para luego meterla en unos tacos", cuenta. Vale cualquier tipo de taco o cualquier tipo de aliño, pero lo más habitual es que se busquen sabores frescos como el de los tacos al pastor, que no son muy exigentes, y solo piden algo de piña y de cilantro fresco.
Imágenes | Freepik
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