Es pura cocina de aprovechamiento, barata, fácil y riquísima
Si en nuestra gastronomía más tradicional tenemos recetas de matamaridos, no podía faltar una elaboración que aluda a lo contrario, aunque el fin sea realmente el mismo, reconfortar estómagos hambrientos. Pero el contentamarío es una sopa mucho más humilde, pura cocina de aprovechamiento, cocina de pobres si lo queremos llamar así; y a mucha honra. Porque estas recetas no solo hay que reivindicarlas como recuerdo de dónde venimos y de nuestra propia identidad cultural y social, también están buenísimas y nunca hay que desperdiciar comida.
Bajo este peculiar nombre se esconde una elaboración típica de Benalup-Casas Viejas, un municipio gaditano de la bonita zona de los pueblos blancos en la Sierra de Grazalema, donde aún perviven numerosas recetas de esas que rara vez aparecen en los recetarios escritos, que pasan de abuelas y madres a hijas, de origen difuso y que conecta con regiones cercanas.
Porque, en el fondo, no es más que una variante de la mítica sopa de ajo ligada a la cocina castellana, una connotación algo injusta porque, como demuestra esta variante andaluza, se han preparado platos similares a lo largo y ancho de nuestro país durante siglos, y también en otros países.
La fórmula representada bajo el nombre de contentamarío, como recoge El Diario de Cádiz, parece única y genuina de Benalup, siendo desconocida en las localidades más cercanas. Consiste en hacer un plato caliente de cuchara para dar salida al pan duro del día anterior, que se enriquece con sobras del caldo de puchero -si hay- y, para “contentar al marío”, se remata con huevo cuajado con el calor de la propia sopa.
Antiguamente se preparaba para recibir a los agricultores que llegaban al hogar por la noche tras faenar todo el día en el campo, cuando un plato humeante con una buena cantidad de hidratos de carbono alimentaba el cuerpo y reconfortaba el ánimo. Añadir un huevo en viejos tiempos convertían al plato en un lujo mucho más nutritivo y saciante, para dejar al marido bien satisfecho.
La receta que preparan todavía en las casas y profesionales como Iluminada Romero, copropietaria y jefa de cocina del restaurante San Antonio, parte de freír dos ajos picados a los que se añade pimentón, un buen cucharón de agua y o caldo de puchero, aunque también se puede agregar una pizca de Avecrem para darle más sustancia. Cuando hierve, se echa una cucharadita de vinagre y sal, dejando que cueza a fuego lento.
Finalmente se agregan unas diez rebanadas de pan duro cortadas muy finas, incorporándolas en el último momento, dejando que se cuezan solo hasta que se ablanden. Y, si se quiere contentar al marido, se casca un huevo encima dejando que la clara se vuelva blanca.
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