Si hacer una tortilla o un revuelto se te atraganta, esta opción te permite pasar de la nevera a la mesa sin esfuerzo
Hace años que salimos de dudas sobre el mito del desayuno. Lo cierto, nutricionistas mediante, es que no se trata de la comida más importante del día. De hecho, todas las comidas son importantes. Lo cual no quita que, a veces, el desayuno pase desapercibido y lo acabemos convirtiendo en una comida menor.
La falta de tiempo, las prisas o el poco apetito juegan en contra de la primera comida del día, la cual varía mucho en función del país donde se consuma. Lo cierto también es que en España, por regla general, pecamos de desayunos excesivamente frugales.
Además, no solo de frugalidad, sino también de desayunos muy desequilibrados nutricionalmente. Es habitual que en España hayamos concebido el momento del desayuno como un postre, dando prioridad a productos dulces como repostería y bollería, dejando de lado a otros macronutrientes.
Precisamente lo que sucede con las proteínas, que pasan desapercibidas en buena parte de los desayunos españoles y que, en cierta manera, podemos paliar con la presencia de los huevos. Un nobilísimo ingrediente que nos permite disfrutar de los huevos fritos, revueltos, en tortilla o pasados por agua, la baza de los huevos es perfecta para incluir proteína en el desayuno, pero no a todo el mundo convencen a primera hora.
Parte del problema, más allá del sabor, está en que necesitan una mínima cocción, lo cual ya nos puede ralentizar el ritmo matutino. También tienen cierta letra pequeña, pues no conviene convertirlos en un alimento cotidiano, a pesar de sus beneficios.
Por eso, una buena forma de escamotear a los huevos del desayuno y, al mismo tiempo, seguir disfrutando de proteínas es apostar por determinados lácteos. De nuevo, no todo vale. En este caso, una de las mejores formas de meter proteínas en el desayuno sin pasarnos de sal –que es lo que sucede con el embutido– es apostar por el yogur griego.
Al contrario de lo que sucede con otros lácteos como los quesos curados, el yogur griego presenta una cantidad bajísima de sodio. Incluso menor de la que dispone el queso fresco, que sería otra buena opción. Especialmente si estamos siguiendo dietas hipocalóricas y queremos prescindir de grasas de más.
De esta manera, tanto el yogur griego –dentro de la moderación– como el queso fresco serían buenas alternativas para incluir proteínas en el desayuno sin complicarnos en la cocina.
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