Se gasta 1.000 dólares en la mejor carne de Wagyu para hacerla de la peor manera posible. Y va y presume

Como un calimocho con Vega Sicilia; como rebozar una gamba roja para freírla, o como cocer hasta reventar unos espárragos de Tudela. Algo así ha sido la aventura gastronómica de Sarah Hostetler, una de las responsables gastronómicas de Business Insider, que ha narrado en primera persona cómo se ha gastado 1.000 dólares en poco más de 200 gramos de carne de Wagyu y, spoiler, se la ha cargado cocinándola.

Para el que no lo sepa, la carne de Wagyu —un tipo de vaca japonesa, entre las más cotizadas del mundo— es especialmente marmoleada y delicada, con una infiltración de grasa muy alta que exige cocciones muy suaves.

Todo lo contrario que ha sucedido con Hostetler, que en sus propias declaraciones ya aseguraba que nunca fue partidaria de los filetes poco hechos o al punto. De hecho, si está sangrante —o saignant, como dicen en Francia— directamente ni le interesa.

La cuestión es que eso no pasa con el Wagyu, que es una carne que apenas pierde líquidos. Eso no ha impedido a nuestra intrépida gastrónoma a ignorar todas las reglas de preparación, no ya del Wagyu, sino de la propia carne. Como prueba, los cubitos de lomo de Wagyu A5 (el mayor nivel de marmoleado) de la marca Miyazakigyu que adquirió para su prueba.

Lo primero que ha hecho ha sido cocinarlo en frío, tras sacar la carne directamente cortada en cubos desde la nevera, asegurando que debido a la consistencia de la carne, particularmente grasa, "la aplasté como mantequilla".

El aspecto inicial de la carne cocinada por Hostetler.

Lo único que tras el atentado pareció hacer bien es darse cuenta de que una sartén de hierro colado es la mejor opción para hacer filetes a la plancha. Solo que utilizar una carne que vale casi esta fortuna kilo y sobrecocerla y, además, aplastarla sobre la sartén, no parecía una buena opción.

En busca de la textura, lo que consiguió la ínclita gastrónoma era convertir el Wagyu en poco más de un torrezno, aprovechando también para haber añadido de inicio un poco de aceite de oliva en la sartén —por si la carne no tuviera ya suficiente grasa—.

El colofón fue chamuscar y aplastar bien, como en una smash burger, cada pieza de carne hasta que estaban bien tostadas. Luego lo puso sobre un trozo de queso Cheddar y se lo comió.

Lo irónico del desenlace es que Hostetler parece haberse dado cuenta ahora de que cuando cocinas mucho una carne muy grasa, la mayor parte de esos lípidos se van fundiendo y ofrecen una carne menos pesada. Quizá para llegar a esa conclusión no hacía falta gastarse 1.000 dólares en 120 gramos de carne, pero cada uno con su dinero ya sabemos que hace lo que quiere.

Imágenes | Miyazakigyu

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