El repollo no tiene la mejor reputación en nuestras cocinas. Lo han tachado de soso, aburrido y, en el peor de los casos, de ser “comida de hospital”. En su defensa, tampoco es que el chucrut o el repollo hervido le hayan hecho un gran favor a su imagen.
Pero basta con echar un vistazo a Asia para darnos cuenta de que este vegetal puede tener una vida mucho más emocionante. Ahí está el kimchi coreano, que ha logrado convertirlo en un bocado explosivo y delicioso. Y, desde Japón, llega una técnica que lo transforma en algo tan rico que nadie podrá resistirse: el Yamitsuki. Un nombre que, traducido, significa algo así como “adictivo”. Sí, así de bueno es.
Lo mejor de todo es que prepararlo no tiene ninguna ciencia. No hay que cocinar nada, no hay que esperar horas para que fermente, y tampoco vas a necesitar ingredientes rarísimos que solo venden en tiendas de ultramarinos asiáticos.
Lo único que necesitas es repollo verde (unos 225 gramos), un diente de ajo, aceite de sésamo tostado, semillas de sésamo tostadas, un poco de polvo de caldo de pollo, sal y pimienta.
Ahora viene la parte mágica. Ralla el diente de ajo en un bol y agrégale una buena cucharada de aceite de sésamo. Echa las semillas de sésamo tostadas y el polvo de caldo de pollo.
Mezcla bien hasta que todo quede convertido en una especie de pasta con un aroma que ya empieza a prometer grandes cosas. Luego, corta el repollo en trozos manejables y mézclalo con la pasta. No seas tímido, usa las manos si hace falta. La idea es que cada hoja quede bien impregnada con ese sabor increíble.
Y ya está. Así de fácil. Nada de fuego, nada de ollas, nada de esperar. En menos de cinco minutos, tienes un plato de repollo que no solo es crujiente y delicioso, sino que también te hará preguntarte por qué demonios no lo habías comido así antes.
Esta receta es muy popular en los izakayas japoneses, esos bares donde sirven pequeñas porciones de comida para acompañar la cerveza o el sake. Es el tipo de plato que, una vez que empiezas, no puedes parar de comer. El crujiente del repollo, el sutil tostado del sésamo y el toque umami del caldo de pollo hacen que todo encaje a la perfección.
Si quieres jugar un poco con los sabores, puedes añadir una pizca de azúcar para equilibrar lo salado o incluso un toque de copos de chile si te gusta el picante. Hay quienes le ponen un chorrito de sake para darle más profundidad, aunque sin él sigue siendo espectacular.
El caso es que, con esta receta, el repollo deja de ser ese ingrediente aburrido que nadie quiere en su plato. Se convierte en algo que realmente quieres comer. Así que la próxima vez que te toque hacer una guarnición, olvídate de la típica ensalada de lechuga triste o de las verduras al vapor sin gracia.
Imágenes | Foto 1: stanbalik
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