Para combatir el grave problema de contaminación que sufre el medio ambiente, la directiva europea trata de frenar el uso de plásticos de un solo uso. El sector de la alimentación es uno de los que más residuos desechables genera, y uno de los más problemáticos son los vasos desechables. Volver al papel y cartón no es tampoco la mejor solución cuando siguen produciendo toneladas de desechos, pero curiosamente estos envases nacieron con esa única razón de ser. Llenar, beber, tirar.
El vaso de plástico tuvo en el de papel su antecedente pionero, y fue toda una revolución que cambiaría para siempre el consumo de bebidas. Fue un punto de inflexión no solo a nivel industrial y clave en el sector hostelero, sino también doméstico y social. Los vasos desechables son ligeros, baratos y versátiles, se pueden personalizar al gusto y ocupan poco espacio, adaptándose a bebidas calientes o frías. Y lo más cómodo de todo es que no hay que limpiarlos después.
Sin embargo, el vaso de papel o cartón nació con unos objetivos muy diferentes a los puramente comerciales. Fue todo un avance tecnológico que permitió salvar miles de vidas y evitar la propagación de enfermedades.
Cuando beber agua podía ser letal
Hoy día asociamos los vasos desechables a las máquinas de café, las fiestas o eventos populares, los restaurantes de comida rápida y también a las bebidas que se piden para llevar, popularizadas a raíz de la expansión del modelo Starbucks. Pero nacieron ligadas a otro de sus usos actuales, el agua comunal o pública.
El acceso a agua potable ha sido siempre una necesidad vital para el ser humano y todo un reto en el desarrollo de la vida urbana moderna que despuntaba a finales del siglo XIX. Para mejorar la vida de los ciudadanos, y también como una medida para frenar el excesivo consumo de alcohol que tantos problemas dejaba en las calles, tanto en Europa como en Estados Unidos se instalaron bombas de agua públicas.
El agua bombeada salía limpia y era perfectamente potable, pero había un problema con el que no se contaba inicialmente. La gente usaba para beber los llamados vasos comunales (tin dippers), fabricados en metal -generalmente de hojalata- y que todo el mundo compartía. Y rara vez se lavaban, y mucho menos se desinfectaban.
Los vasos metálicos comunales para beber agua eran un foco de infecciones
Esos vasos eran por tanto un foco de infecciones bacterianas que se transmitían con facilidad pasmosa entre todo aquel que frecuentaba estas bombas. Puesto que no solo estaban instaladas en las principales calles y plazas, sino también en estaciones de ferrocarril, escuelas y otros edificios públicos, se convirtieron en un grave problema de salud pública. Los avances médicos de aquellos años y el impulso de la investigación ayudó a que se tomara conciencia de lo rápido que se contagiaban ciertas enfermedades.
El biólogo estadounidense Alvin Davison publicó un artículo al respecto titulado "Muerte en los vasos escolares" (Death in school drinking cups) en 1908, que, junto al mayor conocimiento sobre la naturaleza de los gérmenes y enfermedades infecciosas, ayudaría a dar impulso a la alternativa desechable.
La invención del Dixie cup
Lawrence Luellen era un inventor de Boston que, preocupado por el problema de salud que afectaba a la sociedad estadounidense y a sus propios vecinos, tuvo la idea de diseñar una máquina que dispensara agua potable y que además pudiera ser servida en recipientes de uso individual desechable.
Junto con Hugh Moore, que había fundado la compañía American Water Supply, llevó a la práctica en 1907 su diseño con un primer prototipo de fuente de porcelana y comenzaron a ofrecer raciones de agua en vasos de papel a un precio de un penique por unos 150 ml de líquido. Registró la patente del vaso en 1908.
Ante la buena acogida del invento, en 1910 renombraron la empresa para operar como Drinking Cup Company en Nueva York, perfeccionaron el diseño y lo bautizaron dos años más tarde como Health Kup, publicitándolo como una tecnología novedosa creada para salvar vidas. Su mensaje no daba lugar a dudas y se sustentaba en las campañas ya presentes entre la comunidad científica para acabar con los vasos comunales: su producto evitaba la transmisión de enfermedades contagiosas.
Finalmente, en el año 1919 cambiarían definitivamente el nombre del vaso desechable por el de Dixie cup, que ha permanecido hasta hoy y es uno de los productos más populares y reconocibles entre los estadounidenses.
El cambio de nombre fue clave en la expansión de su popularidad, y fue producto de un encuentro casual. Fue Moore quien, un buen día, recibió la inspiración de una línea de muñecas que fabricaba Alfred Schindler en la Dixie Doll Company, a quien pidió poder usar su nombre. Moore explicó que ahora sus vasos desechables era tan fiables como los antiguos billetes de diez dólares -llamados popularmente dixies, del francés dix) emitidos por Luisiana antes de la Guerra Civil.
Avalancha de productos desechables
En 1921 se vendieron los primeros packs de para el mercado doméstico, convirtiéndose casi en un éxito instantáneo. Solo dos años más tarde se lanzó otro producto que arrasaría en el país, las tarrinas de helado individuales selladas. Eran solo los primeros pasos de una industria de productos desechables de uso alimentario que terminaría por explotar cuando el plástico entró en acción.
Cubiertos, platos, recipientes para llevar, tápers, bandejas, brochetas, copas, tazas, cuencos, bolsas, cajas, recipientes para palomitas y otros snacks, botellas, pajitas... los desechos que generan los objetos de usar y tirar han degenerado en otra problemática de salud humana y medioambiental, la contaminación por residuos. Si bien el plástico es el que centra la atención internacional, también el papel y el cartón, incluso reciclado, son contaminantes y consumen muchos recursos.
Así, pese a que muchas empresas han sustituido los desechables de plástico por alternativas de fibra vegetal, los expertos insisten en la importancia de cambiar los hábitos y practicar la regla de las tres erres: reducir, reciclar y reutilizar. Lo que no se produce y se tira, no contamina.
La propia compañía Dixie, herederos de la empresa original, sigue a día de hoy fabricando vasos de papel y también cuentan con una línea de platos, muy populares aún en Estados Unidos para las fiestas particulares y comunitarias, además de trabajar el formato profesional para marcas, restaurantes, cadenas de comida rápida, servicios de catering y cafeterías. El nombre es tan conocido que incluso cuenta con su propio día de celebración en el calendario, el 16 de julio.
AouiSton Taza, Vasos de plástico, Vasos Plástico Duro Niños, Vasos Reutilizables,sin BPA, 10 tazas de 350 ml, Vaso para Agua, Leche, Zumo
Fotos | Freepik - Lafayette College - Dixie
En DAP | Cuando los vasos de café desechables se transforman en arte
En DAP | El agua de Madrid es la que más microplásticos tiene de España (y aún no sabemos qué consecuencias tiene)