Mi familia ha estado siempre muy ligada al cultivo de la tierra. Como murciana, siempre tenemos rondando la presencia de nuestra famosa huerta, aunque desgraciadamente cada vez más degradada. Entre árboles frutales y hortalizas se crió mi madre, en la casa de mis abuelos, donde todavía hoy recolectamos naranjas y limones. Además, gracias a la profesión de mi padre, mantenemos una estrecha relación con el campo y sus trabajadores. En mi última visita aproveché para acompañarle a visitar una plantación de brócoli en Torre Pacheco, cerca de la capital murciana.
El brócoli (Brassica oleracea italica) pertenece a la familia de las Brasicáceas o Crucíferas, donde se engloban otros vegetales como la coliflor, el repollo o distintos tipos de coles. Comparte con la primera muchas semejanzas, pues al igual que ella se distingue por las cabezas florales que crecen sobre un tallo grueso, ambos comestibles. Tradicionalmente la coliflor tiene mucha más presencia y uso en la tradición gastronómica levantina, pero en las últimas décadas el brócoli ha ido ganando peso tanto en el cultivo como en el consumo para su uso en la cocina.
Su origen parece remontarse a la expansión del Imperio Romano, pues probablemente fueron los romanos quienes introdujeron su cultivo en la zona mediterránea de la Península Ibérica. Sin embargo, no ha sido hasta el siglo XX cuando el cultivo del brócoli se ha consolidado dentro de la producción agrícola española, destacando actualmente las plantaciones en el levante y sureste. El aumento de las exportaciones a diferentes mercados europeos ha sido el gran aliciente para potenciar su cultivo en nuestro país, pues ha experimentado un gran desarrollo a partir del siglo XXI.
En este caso visitamos una plantación modesta pero muy productiva, en unas tierras situadas en pleno campo de Cartagena, dentro del municipio de Torre Pacheco, a pocos kilómetros de la ciudad de Murcia. Se trata de una zona donde las carreteras secundarias y caminos atraviesan y se cruzan entre campos, invernadores y plantaciones de todo tipo, con el aroma al cercano Mar Menor en el ambiente. Es una zona eminentemente agrícola y ganadera, aunque en los últimos años los cultivos comparten terreno con urbanizaciones, resorts y campos de golf, generando un paisaje un tanto extraño.
Tras las cosechas de verano de calabazas, tomates, melones y sandías, las plantas de brócoli llenan ordenadamente la superficie de este productor que ha dedicado toda su vida al campo. Esta planta necesita temperaturas suaves para crecer y por ello el clima mediterráneo resulta un entorno ideal para su desarrollo, con otoños templados y moderados invernos. Aunque depende de la variedad, en general una planta de brócoli necesita cumplir un ciclo de unos 90 días antes de estar listo para su recolección y consumo.
En esta plantación hemos podido ver los diferentes estadios de desarrollo gracias a que las plantas se siembran por fases en las diferentes secciones de tierra. Cada agricultor adquiere las semillas que desea cultivar y las deposita en semilleros, encargados de su germinación. Cuando tienen el tamaño adecuado, su propietario las traslada al campo. Las cosechas más tempranas se distribuyeron a mediados de otoño, mientras que las últimas todavía necesitan crecer durante las primeras semanas del invierno. Las más tardías necesitan normalmente más de 110 días para alcanzar un desarrollo pleno.
Como decíamos al principio, la planta del brócoli se asemeja mucho a la de la coliflor. La parte comestible, la cabeza formada por un prieto ramillete de flores, comienza a crecer en el centro de la planta, normalmente con un color verde muy vivo. El brócoli se va oscureciendo a medida que crece y emerge de entre las hojas, creciendo sobre un fuerte tallo del que salen las ramificaciones.
Al estar acostumbrados, sobre todo en las ciudades, a comprar los vegetales y frutas directamente envasados o procesados, es fácil olvidar el origen natural de las hortalizas que consumimos a diario. Por eso disfruto mucho de perderme entre las plantas y de poder curiosear entre sus hojas, descubriendo esos jóvenes brócolis que se esconden y comienzan a asomarse tímidamente desde la tierra.
Una vez ha cumplido su ciclo de crecimiento satisfactoriamente, el brócoli está listo para ser recolectado. Actualmente existen modernas máquinas que permiten cosechar estos cultivos a gran velocidad y escasa fuerza humana. Pero para plantaciones de este tamaño su propietario prefiere recurrir a trabajadores que cumplen con eficacia el trabajo de una manera más tradicional, y proporcionando así además puestos de trabajo tan necesarios hoy en día.
Cargados de ligeros contenedores a sus espaldas, los trabajadores sólo necesitan de un buen cuchillo para cortar con destreza los tallos que unen al brócoli con la planta, eliminando también las hojas más gruesas. Con un buen ritmo y energía, no tardan en llenar sus capazos que vacían en grandes contenedores, que son vendidos a los distribuidores una vez se alcanza la cantidad de cosecha necesaria.
Admiro mucho a las personas que dedican su vida al cultivo de la tierra, y es que además de ser un trabajo muy duro y de requerir una dedicación casi diaria, los riesgos económicos de cada año son como una lotería, pues demasiadas circunstancias diferentes pueden afectar a la rentabilidad de una cosecha. Este año nuestro amigo ha tenido suerte, ya que le pagan mucho más por su brócoli en comparación con campañas anteriores por un aumento de la demanda. Sin embargo, ha sido como consecuencia de la desgracia ajena, las pérdidas de los cultivos en las afectadas por las inundaciones de hace unos meses en la zona de Lorca.
En el trabajo del campo nunca puedes dar nada por sentado, y los propietarios de tierras tienen que vigilar con lupa sus cultivos día a día, sin alejarse nunca demasiado. Puedes creer que controlas hasta el último detalle la plantación, pero también hay que tener un poco de suerte para que ningún agente externo incontrolable termine afectando a la producción, y esperar que se pague un precio razonable por el esfuerzo realizado.
A pesar de que hace tiempo que es un producto común en nuestros mercados, me da la sensación de que el brócoli todavía es poco consumido en comparación con otros vegetales. Personalmente es una de mis hortalizas favoritas y me gusta mucho más que la coliflor, pues tiene una textura más prieta y crujiente si se cocina al dente, y los aromas que desprende al cocinarse resulta más agradables y suaves. Es además un alimento muy saludable, con alto contenido en agua, escaso aporte calórico y gran cantidad de nutrientes, tanto vitaminas como minerales, destacando la alta presencia de ácido fólico.
Para finalizar, no puedo dejar de animaros a retomar el contacto con la tierra en la medida que sea posible. Puede parecer una trivialidad, pero la vida ajetreada urbana nos hace olvidar el origen de los productos que nos rodean. Reconectar con el mundo del campo me parece especialmente instructivo para los niños que crecen en ciudades, y es que considero importante, además de muy interesante, conocer de primera mano el esfuerzo que supone el trabajo del mundo agrario.
Y por supuesto, no os olvidéis de consumir brócoli con frecuencia. Es una hortaliza muy nutritiva y tremendamente versátil en la cocina. Nosotros nos marchamos con un buen cargamento de ejemplares recién recolectados, regalo de nuestro anfitrión, y disfrutamos de ellos en multitud de recetas diferentes.
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