Hace unos días os explicaba cómo cocinar un lomo de salmón congelado para dejarlo de película y a la vista de que os pareció interesante, hoy he vuelto a preparar una entrada similar. Continuando con la serie, hoy tenemos otra entrega: cómo cocinar una pechuga de pollo sin descongelarla previamente.
Normalmente todos tenemos este tipo de alimentos en el congelador listos para cuando nos venga bien utilizarlos. Lo malo es que a veces no hemos tenido tiempo o no nos hemos acordado de sacar la pechuga congelada a tiempo de que se descongele para cocinarla.
El objetivo es enseñaros la técnica para que podáis servir este plato convertido en algo delicioso, jugoso en el interior y crujiente por fuera, sin tener que descongelar las pechugas previamente. Estas son las claves para conseguirlo.
Trabajo previo. Cómo congelar las pechugas
Para poder usar esta técnica, es preciso que las pechugas de pollo se hayan congelado de una en una o varias en una bolsa pero colocándolas en plano, y separadas unas de otras de forma que al congelarse no se peguen unas a otras formando un bloque de pollo.
Es conveniente comprar las pechugas enteras (sin filetear) y que sean de tamaño y forma similar para que después, al hornearlas, nos queden bien, cocinadas de manera homogénea. También conviene, -antes de congelar las pechugas- limpiarlas de grasas y telillas que puedan tener.
Cómo cocinar pechugas de pollo sin descongelarlas
Sacamos las pechugas del congelador y ponemos el horno a precalentar con calor arriba y abajo a 220º. En unos cinco o diez minutos, el horno estará listo para hacer su trabajo. En ese tiempo, vamos a preparar las pechugas para que queden en su punto. Lo primero, las colocamos en la fuente o plancha donde las vayamos a hornear, así, congeladas, directas desde la bolsa.
Para que queden jugosas por dentro y con un agradable crujiente especiado en el exterior, vamos a preparar una mezcla de pan rallado, queso parmesano, cebolla crujiente y pimentón, que las protegerá del horneado y a la vez las dejará perfectamente condimentadas. Para que se una bien, añadid un poco de aceite de oliva a la mezcla y removed bien. Podéis usar hierbas aromáticas o cualquier ingrediente de vuestro gusto.
Barnizamos un poco las pechugas con aceite de oliva y espolvoreamos nuestra mezcla de condimentos y mezcla de pan. También se puede optar por dar esa capa de "barnizado" con mostaza en lugar de con aceite, si os gusta un sabor más potente.
Después, cubrimos las pechugas con la mezcla de pan, queso y especias y apretamos un poco con las manos para que se pegue bien. Metemos las pechugas en el horno cuando estén ya listas para hornear y dejamos que se cocinen hasta dorar la cobertura de pan. Normalmente las pechugas congeladas necesitan un 50% más de tiempo que si estuvieran frescas.
En este caso, las tuve 35 minutos en el horno. Ya sabéis que cada casa es un mundo y cada horno tiene sus tiempos pero os sirve de orientación. En todo caso tenéis que verlo en vuestro horno. Para estar seguros de que el interior está bien, comprobamos con una sonda que la temperatura interior en la zona más gruesa del pollo alcance 72º.
Tras dejar que reposen las pechugas unos 5 minutos, para que sus jugos se repartan bien en el interior, podemos proceder a cortarlas en rebanadas, sacando cuatro o cinco de cada pechuga. Ya veréis cómo os sorprende tanto su textura jugosa como su exterior crujiente. Y todo en poco más de media hora, desde que las sacamos del congelador hasta que las llevamos a la mesa.
Como veis, el proceso es muy muy sencillo. Ahora que sabéis cómo cocinar una pechuga de pollo sin descongelarla previamente, recordadlo cuando hagáis la compra para poder congelarlas debidamente y sacarles así todo el partido.
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