Son muchas las bodegas de prestigio que en las tres últimas décadas han prestado especial atención a los centenarios viñedos de la DO Toro, en Zamora y una pequeña parte de Valladolid, como refugio para elaborar tintos de calidad.
Zona vitivinícola por antonomasia, Toro lleva siendo una zona de fama nacional en la elaboración de vinos tintos desde hace siglos, aunque el despoblamiento rural y el éxodo a las ciudades de la segunda mitad del siglo XX haya supuesto que buena parte de su patrimonio vitivinícola se echase a perder.
Aquí, sin embargo, se conserva un mayor porcentaje de viñedo prefiloxérico, lo cual permite que las viñas viejas en Toro sean realmente muy viejas. Un arraigo a la tierra y unas condiciones que, además, permiten que cuando se vinifica bien y se respeta a este tipo de viñedo, las uvas que ofrezcan son excelentes.
Lejos de los mitos de la rotundidad y fuerza desmesurada de los vinos de la zona, son muchos los bodegueros de otras zonas de España, especialmente desde Ribera del Duero, pero también desde Rioja, que han apostado por tener viñedo en esta región castellano-leonesa para hacer vinos tintos de calidad.
Ejemplos, como decimos, no faltan. Pintia es aquí el desembarco de Vega Sicilia, pero también, por ejemplo, bodegas Numanthia fue la llegada toresana de las bodegas riojanas Sierra Cantabria que, tras vender la marca a Louis Vuitton Moët Hennessy, decidieron conformar Teso La Monja.
También es el caso de la bodega que hoy nos ocupa: Izadi, que tras ser un referente en Rioja amplió sus horizontes y puso la mirada en 2003 en unos viñedos cerca del río Guareña para crecer en Toro. Aquí lo hace con la bodega Vetus y aquí es precisamente donde os hablamos hoy a costa de Flor de Vetus, un vino tinto de Toro que mantiene fruta y cuerpo, pero sin irse a los extremos de potencia de antaño.
Flor de Vetus 2020. DO Toro.
Un lujo que para la añada de 2020, la que podéis comprar ya, se convierte en regalo cuando vemos que apenas hay que pagar 10,5 euros por este vino tinto con 91 puntos Parker (y nada menos que otros 92 por parte de Guía Peñín y de James Suckling).
Rotundo, pero elegante, y lo suficientemente maduro pero sutil –hablamos de un crianza en barricas usadas, la mitad de ellas de roble francés– con el que puedes aguantar perfectamente una comida y que, servido ligeramente fresco, también puedes mantener un copeo de lo más accesible gracias a sus 14,5 grados.
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