Aunque no todos los vinos se beben fríos o especialmente fríos, siempre es recomendable refrescarlos un poco
Una de las cosas que peor sientan a la hora de beber vino o cualquier bebida que necesite un poco de frío es tener que esperar, al llegar a casa, para meterlo en la nevera o el congelador y dejar que allí coja algo de temperatura hasta que esté listo para beber.
Si encima tenemos prisa, queremos quedar bien con unos amigos o cualquier otra razón por la que la espera se nos haga bola, tenemos una solución infalible. Ya cantaba Tom Petty aquello de The waiting is the hardest part. Razón por la que tener que dejar a los vinos, cervezas o refrescos otra media horita —o más— para que acaben cogiendo temperatura puede amargarnos el aperitivo.
Es cierto que a unos refrescos siempre le podemos echar unos hielos. Cosa que no se suele estilar mucho en el vino ni tampoco en la cerveza, motivo por el que a veces no queda más remedio que paciencia y nevera. Aunque hay fórmulas para enfriar a más velocidad tanto botellas de cristal como latas de aluminio, hay un truco que puedes aplicar en el supermercado y que te va a solucionar la papeleta en más de una ocasión.
Aunque no todos los vinos se beben fríos o especialmente fríos, siempre es recomendable que podamos partir de una temperatura algo más baja y que luego vayamos modulando a nuestro antojo. Sin embargo, si iniciamos el vino muy caliente, sea del tipo que sea, no va a haber opción de bebérselo.
El truco del súper: dejar el vino en la sección de congelados
Básicamente sucede porque cuanto más se haya templado el vino, más se van a notar determinados aromas, pero también más se va a notar el alcohol, haciéndolo bastante indeseable. Especialmente si el vino que vamos a beber es un vino blanco y joven que realmente nos pide que lo tomemos fresco, como también sucedería con el champán o el cava.
Por eso, lo que hago cuando llego al supermercado o al hipermercado es primero remediar la compra del vino que me voy a tomar en esa comida o voy a llevar en esa cena. Una vez que ya he elegido el vino, me acerco a la zona de congelados y guardo la botella allí, dejándolo hasta que sea la hora de ir a pagar, permitiendo así que el vino se haya enfriado durante un buen rato.
Lo conveniente es buscar una zona de congeladas aséptica y que no ofrezca olores y que, además, podamos camuflar el vino entre algunas de las bolsas que hay allí. Por eso, nada de dejarlo entre rodajas de merluza ni entre cajas de helados, sino mejor apostando por los congelados de hortalizas y verduras como guisantes o judías verdes, que no dejan olor y que suelen venir siempre en bolsas, por lo que es fácil distraer allí el vino.
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