La Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) ha presentado los primeros datos sobre la producción vitícola mundial en 2017. Y no podían ser peores. La producción total fue de 250 millones de hectolitros, un 8,6% menos que en 2016. Se trata del menor nivel desde 1957, según ha revelado la organización a Reuters, cuando solo se alcanzaron los 173,8 hectolitros.
En total, se han producido el equivalente a 33.250 millones de botellas. Parece mucho, pero en particular las bodegas europeas, históricamente las que más vino producen, han tenido uno de los peores años de su historia reciente. ¿El problema? Diversas condiciones meteorológicas extremas, como heladas y sequías, que han mermado enormemente la producción.
Las inclemencias del tiempo han tenido consecuencias en la producción italiana (un 17 % menor), en la francesa (19 % menos) y especialmente en la española (que ha sido un 20 %). En términos relativos, sólo Serbia tuvo un retroceso mayor (un 21 %).
Fuera de la Unión Europea, la producción de vino se ha mantenido estable en Estados Unidos –el cuarto mayor productor del mundo, tras Francia, Italia y España– y, por vez primera, China ha escalado a la séptima posición, detrás de Australia y Argentina.
No hay miedo a quedarnos sin vino
Los datos son preocupantes y pueden hacernos pensar en una escasez a largo plazo de vino, pero como ha explicado a The Independent un portavoz de la OIV, “debemos tener en cuenta que el vino es un producto que se almacena, lo que significa que todo el vino producido en el año no se consume o no tiene porqué consumirse en el año de producción”.
“Actualmente no hay peligro de escasez de vino” –aseguran desde la organización– “ya que se necesitarían unos pocos años consecutivos de este fenómeno [niveles de producción históricamente bajos] para llegar a ese punto”.
La escasez en la producción de los países europeos si podría tener, no obstante, ciertos impactos comerciales, también entre regiones. Aunque España ha sido uno de los países más afectados por las inclemencias en términos absolutos, una de las regiones europeas más golpeadas ha sido Burdeos, donde la cosecha total ha sido un 40 % menor que en 2016.
A finales de abril, los viñedos sufrieron dos heladas, que acabaron con los brotes más frágiles, que habían crecido prematuramente debido al buen tiempo de marzo. Para tratar de calentar las vides, algunos agricultores llegaron incluso a realizar fogatas, pero la técnica no dio resultado en todas las fincas.
Las heladas también golpearon de forma significativa a la Rioja Alta, donde se esperaba una reducción de la producción que podría llegar al 50 %. Sin embargo, el adelanto de la cosecha, y la buena marcha de otras comarcas, ha permitido salvar buena parte de la producción de Rioja. En la totalidad de la DO, según el último balance del Consejo Regulador, se cerrará el año con una producción un 22% menor (2,5 millones de hectolitros frente a los 3,17 del pasado año).
Menos vino, más consumo
Aunque la producción total en España haya sido significativamente menor, todas las bodegas coinciden en señalar que estamos ante un buen año en términos de calidad de la uva. En definitiva, habrá menos vino, pero será mejor y, a buen seguro, más caro, sobre todo en las DO más conocidas, entre las que se espera un mayor consumo debido a la escasez de vino en Francia e Italia.
El consumo, además, parece estar recuperándose de los años de la crisis, y ha crecido por tercer año consecutivo, en un 0,7 %. Estados Unidos es el mayor consumidor del mundo (compró en 2017 32,6 millones de hectolitros), seguido de Francia (27), Italia (22,6), Alemania (20,2) y China (17,9), el país al que todos miran tanto en términos de consumo, como de producción.
Ese incremento que se constata a nivel global desde 2014 ha invertido la tendencia generada tras la crisis económica de 2008 que, como recordó el director general de la OIV, Jean-Marie Aurand, provocó “una caída brutal del consumo” de vino.
Imágenes | Pixabay/OIV
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