A diferencia de los espumosos tradicionales, el frizzante solo se fermenta una vez, es más fresco y fácil de beber
El vino es una bebida alcohólica elaborada con uvas fermentadas, que tradicionalmente se divide en cuatro grandes tipos: tranquilos, espumosos, generosos y aromatizados. Sin embargo, de un tiempo a esta parte se están popularizando los denominados frizzantes, muy consumidos especialmente en verano y que apuntan a un público más joven. El propio término ya alude a un trago más actual, informal y moderno.
El vino frizzante es un espumoso, pero no todos los espumosos son frizzantes. Los espumosos como el cava, el prosecco o el champagne, por regla general, se elaboran mediante una doble fermentación añadiendo en la segunda fase una mezcla de levadura, azúcar y vino. Además, se les incorpora en la fase final azúcar, en forma de mosto concentrado, cuya cantidad varía según el tipo. En los frizzantes no tiene por qué cumplirse este mismo proceso.
Qué es un vino frizzante
Simplificando mucho, un frizzante es un vino que presenta una pequeña o moderada cantidad de burbuja, menor que la de un espumoso. El término viene de Italia y proviene de frizzare ('hacer espuma', 'espumar'), aunque existen vinos similares en otros países, incluyendo España.
Los frizzantes son además vinos frescos, de cuerpo ligero, con una baja graduación alcohólica y menos dulces que muchos espumosos. Los más populares son blancos y rosados, si bien en los últimos años también se están produciendo frizzantes tintos y, cómo no, naranjas. Se definen como vinos 'fáciles de beber', refrescantes, ligeros y más apetecibles con el buen tiempo y que maridan muy bien con comidas típicas de aperitivo.
En España se identifican con el término de vinos de aguja, si bien este concepto se refiere genéricamente a todos los vinos gasificados, ya sea por desarrollar gas carbónico de forma natural, como por adición artificial. A los frizzantes más apreciados no se les añade anhídrido carbónico puesto que además no deberían necesitarlo, ya que esa cantidad de burbuja es, por definición de la tipología, muy ligera.
En qué se diferencian los frizzantes de los espumosos
Ya hemos mencionado que los vinos espumosos se elaboran mediante doble fermentación; un frizzante canónico no.
Tradicionalmente estos vinos se fermentan en frío en depósitos de acero inoxidable una única vez y sin pasar por barrica posteriormente. Antes de finalizar la fermentación alcohólica son enfriados y sulfitados para finalmente pasar a una estabilización estática también por frío. Así se preserva la carbonatación natural generada y su dulzor, sin tener que añadir ni gas ni más azúcares.
Además de tener menor cantidad de burbuja y ser más fina, son vinos con una menor presión (de unos 1-2,5 bares frente a los hasta 6 bares de un champán) que permiten que sus botellas se cierren con tapones de rosca sencillos. No generan espuma al ser servidos y tienen una baja graduación alcohólica que rara vez alcanza o supera los 10º. En general, los vinos frizzantes rondan los 5-6º.
Son vinos jóvenes, en su mayoría monovarietales -no todos-, que por lo general se elaboran con uvas blancas, siendo las más populares en España las variedades de tempranillo, verdejo, albariño o moscatel; en Italia reinan los frizzantes de lambrusco, si bien también se consideran algunos proseccos como frizzantes.
Por qué se están poniendo de moda
El sector del vino tiene un problema particularmente grave en España y es el descenso paulatino del consumo, acelerado por el desinterés generalizado que despierta entre los más jóvenes. No está sabiendo adaptarse a los nuevos tiempos, no logra conectar con las nuevas generaciones y parece haberse quedado anquilosado en una imagen algo caduca, algo de lo que los propios expertos del sector son conscientes y exigen la autocrítica.
En este panorama surgen brotes verdes como las tendencias en auge de vinos naranjas, vinos sin alcohol e incluso vinos en lata, que asoman poco a poco la patita para ganarse a un nuevo público que busca pocas complicaciones a la hora de beber. Y los vinos frizzantes están aprovechando este filón.
Hace ya tiempo que el lambrusco italiano dio pistas sobre qué vinos podían calar entre el público más joven y bebedor casual; tragos frescos, ligeros, refrescantes, que compaginaran bien con los momentos de ocio más informal, cenas ligeras, tardeos, aperitivos y tapeos. Vinos que apetecieran más en las vacaciones de verano, con una baja graduación alcohólica, de cuerpo ligero y sin empalagar.
Esto ha llevado a muchos productores a potenciar sus monovarietales de aguja destacando esa burbuja fina que lo hace visualmente atractivo pero sin la pesadez de los espumosos, con vinos que presumen de ser afrutados y ligeramente dulces, siempre con una acidez equilibrada que se adapta a casi cualquier momento del día y cualquier maridaje sencillo, incluso postres y dulces. Son, como se suele decir, vinos muy fáciles de beber, de baja graduación y con menos calorías.
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A medida que crece el interés se está diversificando la producción, con casas míticas de espumosos como Codorníu que resalta ese bajo contenido en alcohol en su frizzante a base de uva airén, macabeo, xarel·lo, parellada y chardonnay. Incluso hay bodegas que están probando suerte con nuevos formatos de botellines, como probó Barbadillo hace un par de años, o en las mencionadas latas, como el Fizzy Frizzante de García Carrión.
En definitiva, la popularidad de los vinos frizzantes o vinos de aguja de burbuja fina parece que no ha hecho más que arrancar.
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