De Ronda y las Sierras de Málaga a la tintilla de Rota: la revolución de los vinos tintos andaluces

Casi clandestinos y fuera del foco, los vinos tintos andaluces empiezan a resurgir en la actualidad, tras años en un cierto oscurantismo enológico. No podemos culparles a ellos, ni tampoco a los vinos que han dominado la escena vitivinícola andaluza, donde el brillo de los vinos blancos ha sido capaz de eclipsar a cualquier tinta apuesta.

Pensar en vinos andaluces es llevar nuestra mente a los vinos generosos del Marco de Jerez (desde el fino y la manzanilla de Sanlúcar hasta los amontillados, olorosos y palo cortados), a los vinos de Montilla-Moriles, santo y seña de la pedro ximénez, o de acercarnos a los moscateles malagueños, otra de las dulces banderas del vino andaluz.

Poco a poco y con discreción, los tintos andaluces, desde Cádiz a Jaén, pasando por Málaga, Sevilla o Granada, empiezan a alzar la voz. Con más o menos timidez, una pequeña revolución en ciernes se gesta en las viñas andaluzas, demostrando que hay una vida más allá de la uva palomino fino y de la pedro ximénez, con la que pueden compartir escenario.

No es fácil, pero una serie de uvas, bodegas mediante, comienzan a abrirse paso en la reivindicación tinta de Andalucía, que pone sobre el mapa a algunos nombres autóctonos como la tintilla de Rota y también, adaptada a ciertos climas y zonas, algunas variedades foráneas y nacionales que se han arriscado en buena parte de los montes malagueños.

Hoy abrimos la veda a una Andalucía tinta, cargada de cuerpo, de aroma y de vinos donde la fruta se expresa en tragos carnosos que representan lo mejor del sur y que, una vez más, prueban que no está todo dicho en la enología.

Un vistazo a…
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De Cádiz y su tintilla de Rota

Los viñedos de Finca Moncloa, con las vistas de Arcos de la Frontera al fondo.

El nombre de los vinos gaditanos, desde Chiclana a Sanlúcar, pasando por Jerez, San Fernando y El Puerto de Santa María, es el universo que acoge a los generosos andaluces, vinos únicos donde los haya.

Su fama y calidad, fuera de toda dudas, han supuesto también que la rama tinta de la vitis vinifera no fuese tan poderosa o conocida. Sin embargo, ciertas cepas representan una renovación revolucionada a costa del tinto andaluz.

Finca Moncloa 2017. IGP Tierra de Cádiz.

Es el caso de la tintilla de Rota, la variedad dominante en los tintos gaditanos, emparentada con la graciano riojana o con la parralejo del Somontano. Sin embargo, casi a pie de playa, la tintilla se yergue apretada y delicada, mecida ligeramente por el viento atlántico, que permite que el sol no la sobremadure en una zona tan insolada como la bahía de Cádiz.

Sus vinos, generalmente alojados bajo la etiqueta de IGP Tierra de Cádiz, representan carnosidad, color y jugosidad, evitando generalmente largas crianzas en madera. Nombres como González Byass o Bodegas Barbadillo se han sumado así a reivindicar la tintilla de Rota como la gran uva tinta gaditana, que además demuestra versatilidad para ensamblajes con variedades foráneas.

Finca Moncloa Tintilla de Rota Edición Limitada 2018. IGP Tierra de Cádiz.

Buena amiga de uvas como la merlot, la syrah o la petit verdot, el volumen de tintilla de Rota aún no es el suficiente para elaborar varietales a su costa, aunque hay excepciones.

Es el caso del Finca Moncloa Tintilla de Rota Edición limitada, del que apenas hay 2.000 botellas, y que González Byass pone en marcha con viñedos de más de un siglo de vida. Un carácter frutal, aún con una crianza mimada y corta (apenas 12 meses de barrica), que manifiestan la frescura de esta uva.

Tintilla Nude 2020. IGP Cádiz.

Es lo que sucede también en Bodegas Barbadillo, otra de las grandes casas sanluqueñas, que con la tintilla de Rota echa el resto en un Tintilla Nude, un monovarietal del año, muy fresco y con poquísima intervención, del que también se realizan apenas 6.000 botellas.

Un prisma abierto a una uva golosa, bien aventada y prieta, que ofrece vinos de mucho color y un carácter balsámico encantador, que en otras bodegas locales como Miguel Domecq se plasma en Torre de Ceres Tintilla de Rota, otra rareza local de la que salen al mercado poco más de 1.500 botellas.

Los viñedos de tintilla de Rota de los que salen los vinos de Vara y Pulgar.

Aferrada a este terruño marcado por el suelo blanco de la albariza, los vinos de la tintilla de Rota suelen tener ese marcado carácter mineral, como ocurre también con los que pone en danza la Compañía de Vinos del Atlántico, que tiene dos apuestas monovarietales a costa de la tintilla.

Sucede con Vara y Pulgar y con Atlántida, los dos vinos que embotellan de esta uva, cuyas cepas están en Pago Balbaína, uno de los viñedos más representativos del Marco de Jerez y que, sin embargo, tiene un pequeño margen para los vinos tintos.

Exclusivos, pero no caros, los vinos con tintilla de Rota no son difíciles de encontrar, pero es cierto que sus monovarietales no abundan. Por eso, el arte del coupage y del ensamblaje se presta a menudo a mezclas con syrah y petit verdot.

Los viñedos de Tesalia destacan por su altura, con una cubierta vegetal que permite proteger a la uva y crear una suerte 'túneles' que refresca la fruta.

Es lo que realizan en Bodegas Tesalia, en Arcos de la Frontera, que ponen en danza a una fresca tintilla de Rota en distintos porcentajes para elaborar Tesalia y Arx. Sin embargo, en Iceni, el más joven de sus vinos, el carácter frutal y vibrante de la tintilla se manifiesta con mucha más potencia.

Encaramarse a las Sierras de Málaga

Vistas con la Serranía de Ronda al fondo de Cortijo Los Aguilares.

Encamarado a las sierras y montes del interior malagueño, la enología andaluza vuelve a vibrar en pueblos como Ronda, donde la tradición tinta siempre ha sido muy poderosa, y que ahora vive una segunda juventud con pequeñas bodegas, muchas de ellas dirigidas por extranjeros afincados en la zona, completamente prendados de ella.

También hay viticultores locales, muchos, y nombres que llevan varios años haciendo ruido dentro del panorama malagueño. Por citar algunos, conviene presentar a Cortijo Los Aguilares, a Victoria Ordoñez e hijos, a Bodega Kieninger, a la bodega Ramos y Paul, Samsara Wines, Finca La Melonera, Bodega Conrad, Huerto de la Condesa o a Bodegas Bentomiz.

Martí-Aguilar 2016. DO Sierras de Málaga.

Agreste y acostumbrada a una viticultura casi heroica, el corazón de la provincia de Málaga ha estado forjado en vinos tintos que eran capaces de sobrevivir a heladas durante el invierno y a temperaturas extremadamente cálidas en verano.

La amplitud térmica de la zona ha permitido así que sean muchas las uvas que fructifican aquí con presteza, como es el caso de la tempranillo pero, sobre todo, variedades extranjeras, algunas de ellas con varias décadas de vida en la región.

Cortijo los Aguilares Tadeo Tinaja 2018. DOP Sierras de Málaga.

Es el caso de la pinot noir, de la cabernet sauvignon, la syrah o de la merlot, típicamente francesas y que han cogido en Ronda y las Sierras de Málaga un acento andaluz encantador. Bastante altitud, una pluviometría caprichosa y grandes desniveles convierten en aventuras el laboreo vitícola en la zona, pero a cambio, ofrece tintos jugosos, bien estructurados, minerales y largos, tanto en los más jóvenes como en los vinos de larga guarda.

Quizá sea la pinot noir, reina de la elegancia gala, la que mejor hable de Ronda con el tinto en la boca. Sensual, ligero y perfectamente adaptado, esta uva caprichosa ha sabido medrar en una zona en la que ha encontrado un sueño parecido al de su Borgoña natal.

Cortijo Los Aguilares Pinot Noir 2020. DOP Sierras de Málaga.

Prueba de ello lo encontramos en el monovarietal que Cortijo Los Aguilares pergeña con ella. Delicado, fresco, elegante, este vino rondeño ha conquistado incluso a la crítica especializada, convertido en medalla de oro en el Mundial du Pinot noir.

Ana de Castro, enóloga de Finca La Melonera.

Junto a él, encontramos también otras uvas tintas que han sabido hacerse fuertes en los riscos malagueños y en la frontera gaditana con Grazalema. Volvemos a ver a la tintilla de Rota, muy presente en Finca La Melonera, donde batallan con unas condiciones climáticas que son un reto enológico.

MHV 2015. DOP Sierras de Málaga.

Mucha altitud, una gran oscilación térmica, vientos húmedos, abundantes lluvias… Todo junto se convierte en un vergel donde la tintilla de Rota crece garbosa, fresca y mineral, en una recuperación de viñas autóctonas que en manos de la enóloga Ana de Castro se convierten en tesoros como Payoya Negra, Encina del Inglés o MHV, donde también se añaden partes de otra uva local, absolutamente minoritaria, como la romé.

Encina del Inglés Tinto 2020. DOP Sierras de Málaga.

Alpujarras y Sierra Nevada como telón de fondo

Seguramente, para el gran público los vinos andaluces más allá de Cádiz y Málaga no sean los más famosos del mundo. Eso no significa que nuevas hornadas de viticultores estén recogiendo un testigo histórico en provincias como Granada, donde son las Alpujarras las que llevan la mayor parte de la voz cantante.

Tanto en blancos como en tintos, algunos pueblos serranos granadinos empiezan a despertar de un letargo enológico y ponen en el mapa a bodegas y viñedos, a veces históricos, que se habían dejado de trabajar y que ahora vuelven a vibrar.

En el ejemplo granadino, tanto en La Alpujarra como fuera de ella encontramos ciertos vinos tintos que empiezan a hacer ruido más allá de los límites locales. En lo que sucede con Bodegas Muñana, en Cortes y Graena, muy cerca de Guadix, y cuyos viñedos llegan a superar los 1.100 metros de altitud en muchos casos.

Alineados en torno a tres uvas como la tempranillo, la cabernet sauvignon y la petit verdot, Muñana elabora vinos muy aromáticos, con poca graduación alcohólica y cargados de color, que representan la frescura de unas sierras elevadísimas que amainan el calor veraniego.

Lujos de vinos que también, en este caso ya en la Alpujarra, coexisten con ejemplos creativos y de viticultura ecológica, en la búsqueda de vinos naturales, como sucede con Bodegas Barranco Oscuro, seguramente la más popular de la nueva ola de bodegas granadinas.

Aquí seguimos subiendo el listón de la altitud, plantándonos en los 1.300 metros y donde la adaptabilidad de variedades como la garnacha han demostrado el éxito de esta aventura nacida en 1979. Un hito que recoge la historia de una bodega más que centenaria que, posiblemente, cerró sus puertas tras la filoxera de finales del siglo XIX y que ahora, bajo otras manos e ideas, brilla con fuerza.

La Familia, Rubaiyat, Varetúo, El Pino Rojo o Cerro Las Monjas son algunos de los nombres que suena con fuerza en el mercado, muy habituales en cartas de hostelería, que representan la versatilidad de este suelo, capaz de ofrecer con la misma calidad a la garnacha, a la syrah, a la pinot noir o a variedades autóctonas como la vijiriego.

En el caso alpujarreño, también hay que orientarse hacia la vertiente almeriense, donde encontramos ejemplos de bodegas que elaboran vinos tintos como es el caso de Cepa Bosquet, una familia que lleva más de tres generaciones haciendo vino pero que, sin embargo, comenzaron a hacerlo profesionalmente hace apenas quince años.

Syrah, tempranillo y diversos coupages ocupan la mayor parte de sus barricas. En una zona con buena insolación y una humedad agradable durante los veranos, los vinos de Bosquet son amables, frescos y ligeros, muy adecuados al perfil de vinos que se dan en Fuente Victoria y Fondón, los dos pueblos más vitivinícolas del lado almeriense y alpujarreño.

Cerca está también Vinos de Fondón, la otra gran bodega local, cuyo emblema tinto y multipremiado vino es Tetas de la Sacristana, un coupage de tempranillo, merlot y cabernet sauvignon que avala la versatilidad de las uvas en la zona.

El interior también existe

Jaén no es solo un mar de olivos y un vergel de cerezos, también da cabida a vinos de calidad en la Sierra Sur, cerca de Alcalá la Real, donde encontramos los tintos de Bodegas Campoameno o de Bodegas Marcelino Serrano, de las que ya os hablamos en otra ocasión.

Zona vitivinícola por excelencia desde hace cientos de años, incluso contaban con cédula real de los Reyes Católicos para producir y vender vino. Sin embargo, con la llegada de la filoxera y el posterior arranque de cepas en busca de otros cultivos más rentables, el vino empezó a perder protagonismo en la zona.

Oriunda de aquí, la variedad jaén negro era un varietal muy productiva y de gran rentabilidad a volumen, pero fue perdiendo también vigor en la búsqueda de vinos de calidad. Ahora reemplazada por variedades foráneas, los vinos de la Sierra Sur de Jaén son generalmente a costa de tempranillo y garnacha, amén de uvas francesas.

Más allá de los límites de la provincia, donde es habitual encontrar referencias tanto de Campoameno como de Marcelino Serrano, el boom de los vinos de Jaén aún está por despuntar, pero démosles tiempo, es una zona con un brillante porvenir.

También Córdoba, aparentemente condicionada por lo extremo de su clima, no sería el terreno ideal para que la uva tinta ramifique y se convierta en un tesoro. Hay excepciones, claro. Es lo que sucede en Bodegas El Peco, cerca de Fuente Obejuna y muy próxima al límite con Extremadura, donde los tintos llevan varios años haciendo ruido.

Del vino del Nuevo Mundo a una revolución roja

El Condado de Huelva es el germen de los vinos onubenses, famosos por sus vinos naranjas, casi vermuts, y por sus vinos dulces, que son los que más fama han dado a la región. Sin embargo, hay una creciente oferta de tintos, aunque la zona aún no es mayoritaria en ellos.

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Reputada también por los vinos de licor y por los generosos, la escena del Condado empieza a dar algunos vinos tintos relevantes como los que elaboran en Bodegas Oliveros. No obstante, los grandes nombres del vino onubense siguen vinculados a dulces, fortificados y vinos naranjas en casas como Bodegas del Diezmo Nuevo, cuya historia, más que bicentenaria, incluso está ligada al poeta Juan Ramón Jiménez.

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Imágenes | Finca Moncloa / Tesalia / Cortijo Los Aguilares / Finca La Melonera

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