Cantaba Luis Miguel aquello de 'Cuando calienta el sol, aquí en la playa' y claro, si nos arrimamos al sol que más calienta y encima pretendemos beber vino, lo más posible es que se acabe templando y no haya quien se lo beba.
Se suceden así estampas que ofenden a los winelovers de medio mundo, viendo como la gente echa hielo al vino, sin importar el tipo de vino, para refrescarlo unos graditos. Si suena a sacrilegio, parece un sacrilegio y piensan que es un sacrilegio, la realidad es que es un sacrilegio.
Sobre todo por no tener la paciencia de esperar algo más de tiempo y enfriar el vino, ya sea en una champanera o en la nevera, durante un rato para que no tengamos que recurrir al remedio de echar hielo al vino y así acabar aguándolo.
Sin embargo, sobre gustos no hay nada escrito y la realidad es que cada uno es soberano con su dinero. Más allá de que suene a blasfemia, lo cierto es que en determinadas circunstancias se podría entender lo de echar un hielo al vino.
No obstante, hay remedios menos violentos que los sumilleres aprueban para enfriar el vino y así, al menos, no tener que pasar por el Tribunal de la Inquisición de los winelovers. Principalmente porque el vino, cuanto más frío está, más se anestesia.
Echar hielo al vino: drama o solución
Así lo explica la sumiller Paloma Tovar, del madrileño wine bar St Germain, especializado en vinos franceses, que echa algún hielo al vino si se lo piden, aunque no sea partidario de ello. Por eso, justifica no hacerlo porque "se anestesia al vino y la nariz es distinta. Si pones el vino a seis o siete grados, lo apagas mucho".
En el otro lado, el de 'despertarlo' en exceso. "Si se bebe el vino por encima de su temperatura, la nariz es más expresiva, pero también aumenta la sensación alcohólica", aclara. Razón por la que un término medio en ciertos vinos es lo correcto, como los 11º para el vino blanco, o los 15º o 16º, como máximo, para el vino tinto.
Su remedio, antes de pasar por el trance de echar un hielo el vino, es acudir a un remedio que se suele utilizar en coctelería: enfriar la copa. "Metemos un hielo en la copa y damos unas vueltas, con cuidado, para que baje la copa de temperatura. Luego quitamos el hielo y servimos el vino", aconseja Tovar.
De esta manera, no pecamos al añadir directamente el hielo al vino y así no aguaremos el contenido. Aun así, su recomendación siempre pasa por utilizar una champanera con hielos y dejar allí el vino un ratito.
Si esto no es posible: "nevera". Y nada de poner las botellas en la parte de la puerta. "Tienen que estar en un sitio frío y que estén tumbadas, como los cajones, y que no esté sujeto a cambios térmicos y donde aseguremos que el corcho está en contacto con el vino", incide.
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Sobre el otro atentado, que es el de echar hielo al champagne, muestra las mismas reticencias. Sobre todo cuando una famosa maison comercializa un champagne especialmente recomendado a consumir con hielo. "Con el hielo te cargas la burbuja del champagne, por eso los champagnes comerciales tienen una burbuja más gruesa, para que así sobreviva un poco", aclara aunque no es partidaria de utilizar hielo en el champagne nunca.
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