La semana pasada se celebró en Salamanca el Lunes de Aguas. Bueno, en Salamanca y allá donde hubiera un salmantino, pues también podemos decir que en Madrid se conmemoró ese día, y quien escribe tuvo la suerte de estar presente en una de esas celebraciones, de carácter íntimo y acompañada por los compañeros de la oficina de Weblogs SL en Madrid.
La invitación partió de Daniel y Alvaro, dos salmantinos que llevan a buen puerto algunas tareas importantes para esta empresa, y así pudimos conocer una tradición tan curiosa como nutritiva y popular. La fiesta tiene un origen pagano, pues no se venera a ningún santo ni hay rezos previos.
Aún al contrario, se puede decir que es una exaltación de la carne, ya que la tradición nace de una orden de Felipe II, en la que manda que las prostitutas sean expulsadas de la ciudad y conducidas al otro lado del Tormes durante la cuaresma, bajo pena de castigo. Las mujeres, eran acompañadas en este exilio por el Padre Putas, un religioso que se encargaba de velar por su bienestar durante todo el año.
Así las carnes, tanto las de comer como las de catar, quedaban prohibidas durante este periodo y la lujuria se mantenía a raya. Cuando pasaba la Semana Santa, estas mujeres volvían a la ciudad, conducidas de nuevo por el Padre Putas, justo una semana después del Lunes de Pascua, y los estudiantes celebraban el fin de este periodo de impuesta castidad con una fiesta en la que acompañaban a las prostitutas desde el otro lado del Río Tormes hasta la Casa de la Mancebía, mientras en las riberas del río, se merendaba y se celebraba la nueva. Esta tradición ha llegado hasta la actualidad, ya sin meretrices de por medio, convirtiendo la tarde de dicho lunes en festivo en Salamanca.
Volviendo a nuestra pequeña celebración, durante el almuerzo pudimos degustar un contundente hornazo de Salamanca, una de esas comidas de las que no se puede abusar, ya que de un solo mordisco se ingiere lomo de cerdo, chorizo y jamón, envueltos en una generosa capa de masa. Aunque el huevo duro está presente en la receta clásica, el hornazo que consumimos no lo llevaba.
Como vemos en las imágenes, las diferentes chacinas se compactan al amparo de la masa, dando como resultado un bocado tan calórico como exquisito, perfecto para festejar y disfrutar entre amigos, regado con buenos caldos, sentados sobre la hierba junto al correr de las aguas… ya veis que se me está yendo la olla, ya que nosotros lo comimos en la oficina durante la pausa de la comida y sin efluvios alcohólicos, pero fue un momento tan divertido y agradable, que por momentos así lo pareció.
Durante la tarde la fiesta siguió en el Parque Norte de Madrid, en la segunda convocatoria tras la del año pasado, donde se degustaron unos doce hornazos. Seguro que esta cita madrileña crece en importancia año tras año, conjurando la nostalgia de aquellos charros que viven y trabajan en Madrid.
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