Muchos piensan que con un poco de agua y abono las plantas crecen solas y así es en parte, pero claramente no lo hacen ofreciendo su mejor lado.
Para extraer de ellas su mejor versión es preciso estimularlas con una poda que garantizará que la próxima floración sea tan espectacular como las primeras.
Cuando no se poda una lavanda, esta se convierte en un largilucho amasijo de tallos delgados, aportando una imagen desaliñada y peor que la que podría estar dando.
Por ello, es preciso intervenir antes de llegar a ese extremo y conseguir que nuestra lavanda recupere sus fuerzas y se pueda concentrar en una nueva etapa de crecimiento futuro tras el desgaste de las altas temperaturas.
Tras la floración
En realidad, esta poda tiene que hacerse entre agosto y septiembre, a finales de verano, y será la garantía de una nueva y mejor floración, aunque esto puede adelantarse si la floración termina antes.
Así lo ha recomendado la experta en jardinería Anya Lautenbach en sus cuentas en redes sociales, donde precisa que esto debe hacerse cuando terminan de florecer.
“La vida es demasiado corta para contemplar la lavanda leñosa. Pódela correctamente para evitar decepciones", añade la aficionada a la jardinería.
El secreto es quitar los tallos de flores marchitos y podar alrededor de 2,5 centímetros del crecimiento nuevo de las hojas de la planta.
De este modo, se conseguirá que la sabia de la aromática planta se concentre al máximo en los tallos y pueda adoptar una temporada de reposo.
Foto | Anastasia Shuraeva
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